Una segunda oportunidad romance Capítulo 81

“No...”, susurré, las palabras se me atragantaron en la garganta.

Casi un día entero. Había dormido casi un día entero. Mi visión no había tenido lugar justo después de la puesta de sol, había sido justo antes de la salida del sol. Y ya había pasado una hora más o menos desde entonces.

Sentí que me entumecía por completo y solté la mano de Lucy.

Sentí que todo dentro de mí empezaba a desmoronarse. Como si estuviera cayendo... cayendo en un abismo que era completamente de mi propia creación. Un agujero del que había intentado desesperadamente salir nadando estos últimos cuatro años, intentando con todas mis fuerzas creer que todavía había algo bueno en la gente. Que a pesar de haber sido rechazada, asesinada y abandonada por todos los que me rodeaban, que todavía había potencial para que la gente pudiera hacer mejor las cosas. Que yo podía hacer mejor las cosas.

Y en ese momento parecía que la traición final había clavado su puñal. La que sabía que nunca sobreviviría. Y, aparentemente, tampoco lo harían mis padres.

‘... No queda nadie’.

‘... Nadie’.

‘... Estoy sola’.

Tal como el destino parecía haber planeado siempre para mí.

Y todo se sentía... tan vacío.

“Oh... no... no me había dado cuenta”, me susurré a mí misma de manera desorientada. El mundo se movía lentamente a mi alrededor.

“¿Señorita...?”.

“... No me di cuenta de que estábamos jugando a ese tipo de juegos”.

‘… ¿Lista para hacer esto a mi manera?’, susurró entonces la voz de mi yo anterior en mi cabeza, ofreciéndome el apoyo que tanto ansiaba en ese momento.

Era el tipo de ayuda que antes habría rechazado al instante... ¿Pero en una situación?

Sinceramente, empezaba a preguntarme por qué me había opuesto tanto todo el tiempo. Ella había logrado soportar años de infierno, haciendo lo que fuera necesario para sobrevivir y demostrar su valor. Si alguien sabía cómo seguir trabajando cuando parecía que el mundo se derrumbaba, era ella. Solo ella poseía la fuerza que yo necesitaría en un momento así.

… ¿Qué siquiera tenía que perder? ¿Myra? ¿Cai? ¿Mis padres?

Y sentí que me hundía más en el agujero interior.

“Hay algo que tengo que decirle, pero yo...”, me dijo Lucy de manera incoherente. “Pero n-no puedo, lo siento...”.

“Está bien”, dije para detenerla, y mi cuerpo se calmó rápidamente. “Ya sé que él te ordenó permanecer en silencio sobre lo que pasó en el hospital. Ya sé lo de...”.

Pero no pude terminar la frase. Hablar del fallecimiento de mis padres todavía me parecía mal.

La sorpresa cruzó los rasgos de Lucy. Mi conocimiento la tomó por sorpresa, ya que no había manera de que yo lo supiera.

“¿Señorita? ¿Cómo...?”.

“No te preocupes por eso. Tenemos cosas más importantes de las que ocuparnos ahora y necesito tu total concentración”.

Sin esperar, caminé entonces hacia donde Lucy había colocado el traje que iba a ponerme ese día y comencé a cambiarme, pasándome el vestido de manga larga sobre mi cabeza.

“Pero el plan está arruinado”, objetó ella. “El plan A es ahora demasiado arriesgado y el plan B es...”.

Su voz se ahogó, ya que la orden de alfa la constriñó. Pero no necesitaba que lo dijera. Ya sabía lo que quería decir.

Tras lo ocurrido, el plan A significaría ordenarle no solo una, sino a dos personas con sangre alfa. Una hazaña que yo no estaba segura de ser capaz de llevar a cabo, incluso cuando solo se trataba de Tytus con acónito en su sistema.

“Tienes razón”, dije mientras le daba los últimos toques a mi atuendo. “Que es exactamente por lo que vamos a seguir con el plan C”.

“… ¿Señorita? ¿Plan C? Nunca mencionó que hubiera un plan C”.

“Contáctate con Iris. Dile que es el momento”, le ordené a la vez que recogía lo último que necesitaba.

La razón por la que Lucy no conocía el plan C era porque nadie lo conocía, excepto yo.

Era algo que se me había ocurrido al mismo tiempo que los otros. Un plan que había apartado continuamente, pues sabía que no debía usarse nunca, que era algo que solo ella haría. Sin embargo, no era un respaldo en caso de que fallara en darle la orden a Tytus o de que Aleric fallara en desafiarlo.

No, era lo que se me había ocurrido para el caso de que ocurriera el peor de los escenarios, el punto absoluto de que todo lo demás fallara.

Era un plan que tenía que estar completamente oculto a todos los demás para que funcionara. La última carta de triunfo, mi última defensa. Nunca había querido recurrir a ella, y mucho menos considerar su aplicación. Sin embargo, me había preparado para ello.

… Porque el plan C era para el caso de que Aleric me traicionara.

… Y de repente me encontraba en esa posición.

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Contrario a la petición de Aleric, no lo busqué antes de la reunión.

Por todo lo que a Lucy se le prohibió contarme, y por todo lo que yo misma había presenciado de todos modos, sabía que era demasiado peligroso. ¿Quién no esperaría algún tipo de trampa?

… Después de todo, si él podía matar a mis padres tan fácilmente, entonces, ¿de qué otra cosa era capaz? Él había elegido deliberadamente no desafiar a Tytus una vez que llegó la orden, mostrando su alianza con él por encima de mí. Diablos, lo más probable es que hubiera sido él quien filtró la información sobre el envenenamiento, para empezar.

No, él había dejado su mensaje claro....

Él quería tomar su sucesión de forma natural, no por la fuerza junto a mí.

Por supuesto, me preguntaba si nuestra discusión del día anterior había sido realmente suficiente para impulsar este tipo de respuesta, si realmente había demolido nuestra confianza hasta el punto de que él diera el primer paso. Pero también existía otra posibilidad... una que tras recordar sus ojos oscuros el día anterior me hizo recordar que ya sabía qué monstruo estaba posiblemente latente en su interior.

Pero nada de eso importaba en ese momento. Preguntarse por los motivos no iba a devolverle la vida a mis padres. No, era demasiado tarde para eso.

Mi estrategia más segura en este caso era seguir adelante con lo que tenía que hacer, sobrevivir ese día y luego replantearme las cosas una vez que todo hubiera terminado. Aunque existiera la mínima posibilidad de que Aleric estuviera planeando algo antes de la reunión, no podía arriesgarme a buscarlo en privado por mi cuenta.

En todo caso, su creencia de que yo era completamente inconsciente de lo que había ocurrido la noche anterior solo iba a jugar a mi favor.

Así que me dediqué a prepararme durante lo que quedaba de mis últimas horas, esforzándome por concentrarme en lo que tenía que hacer. No me quedé demasiado tiempo en el mismo sitio, y no cedí al dolor que amenazaba con supurar en mi interior. Cada segundo de ese día iba a ser crucial, y ni siquiera había llegado a la mitad.

Pero entonces, finalmente, llegó el momento del gran evento.

Empujé las puertas dobles del salón de reuniones para entrar y toda la habitación del otro lado cambió inmediatamente a voces bajas, susurrando entre ellas.

No podía oír lo que decían, pero no me hizo falta. Sus caras lo decían todo... Simpatía, tristeza... precaución, asco. Parecía que volvía a ser la hija de un traidor, un escenario con el que ya estaba dolorosamente familiarizada.

Con la cabeza bien alta, caminé hacia donde estaba Aleric, negándome a mirarlo a los ojos. Probablemente debería haber querido enfrentarme a él, gritarle, tal vez algo peor, pero en mi interior todo lo que sentía era una calma total; mi mente estaba totalmente concentrada en lo que tenía que hacer.

En ese momento, el único que quedaba por llegar era el propio Tytus.

“¿Dónde demonios has estado?”, gruñó Aleric en voz baja mientras agarraba mi codo con su mano.

Al parecer no lo suficientemente bajo, ya que algunos ancianos giraron la cabeza en nuestra dirección.

Me obligué rápidamente a esbozar una sonrisa cortés y tiré del brazo para librarme de su agarre. Las mismas manos que habían sido cubiertas con la sangre de mis padres solo horas antes.

“Aleric”, saludé en voz alta para que toda la habitación lo oyera. “Me alegro de verte. Disculpa, he estado un poco ocupada esta mañana. Pero qué importa que no nos hayamos visto solo unas cuantas horas cuando tenemos toda la vida juntos por delante, ¿no? Parece que estás tan emocionado por marcarme que no pudiste siquiera soportar unas horas sin verme”.

‘Asqueroso’, añadió la voz de mi interior.

“¿Qué estás...?”.

Pero entonces entró Tytus, lo cual le puso fin a toda posibilidad de continuar la conversación, y levanté la vista mientras entraba el propio hombre.

‘Él nos atrapó, nos degradó, intentó forzarnos a una unión... y luego hizo que mataran a nuestros padres’.

“Saludos a todos. Pueden tomar asiento”, dijo Tytus mientras se dirigía a su silla.

El consejo de la mesa volvió a sentarse, llenando el espacio a su alrededor. O, al menos, llenaron todos menos una silla... la de mi padre.

“Entiendo que el día de hoy debía ser alegre para celebrar no solo el cumpleaños de la joven Aria, sino también su unión con mi hijo, Aleric”, le dijo Tytus al consejo y a los guerreros presentes. “Sin embargo, es con un corazón apesadumbrado que les anuncio a todos ahora que hay algunos que no estarán presentes en este día monumental. Un día en el que toda hija merece estar con sus padres. Es algo que desearía que no fuera cierto”.

‘Mentiras’.

Yo sabía que en realidad no le importaba una mierda.

“Estoy seguro de que la mayoría de ustedes ya se han enterado”, continuó él. “Pero ayer surgió una situación en la que me dieron a conocer un plan. Un plan para envenenarme durante una cita rutinaria con el médico. Al ordenar el arresto del individuo en cuestión, desgraciadamente se produjo un altercado que resultó trágicamente en la pérdida de dos personas muy especiales a las que aprecio. El Beta de nuestra manada y la doctora principal... Los padres de Aria”.

Podía sentir los ojos de todos sobre mí, pero me negaba a que vieran alguna debilidad. Ellos ya me lo habían quitado todo, no conseguirían esto.

“Aria... siento mucho tu pérdida y que haya sucedido precisamente hoy”, dijo Tytus, sus ojos esta vez enfocados en los míos. “Naturalmente, tengo algunas preguntas para ti sobre lo ocurrido, sin embargo, espero que aún puedas encontrar algo de felicidad hoy en lo que de otra manera es un evento devastador”.

“Gracias, Alfa”, dije, inclinando la cabeza respetuosamente. “Es triste que no todo el mundo pueda ver la dedicación que pone en esta manada. Y aunque yo, por supuesto, lloro la pérdida de mis padres hoy, también me doy cuenta de que sus acciones son más propias de traidores que actuaron solos para lograr lo que creían que era lo mejor. Es lamentable que no todos puedan compartir su visión... aunque sean seres queridos”.

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