VALE TODO ...En la guerra y el amor romance Capítulo 5

Se arrepintió en el mismo momento en que aquellas palabras salieron de su boca. Era una estupidez, lo sabía, un rezago de la mala vibra de su madre, pero ya lo había soltado. Esperó la bofetada, sabía que se la merecía; esperó la indignación, los gritos… pero nada de eso llegó. Y cuando Jacob Lieberman abrió los ojos, lo que encontró en los de Nina fue mil veces peor.

Una mezcla de decepción con desprecio que la muchacha ni siquiera se molestaba en disimular.

—¿Eso te mantiene la autoestima en su sitio? —le escupió con una serenidad horripilante—. ¿Creer que si no quiero acostarme contigo, no es por ti mismo, sino porque me estoy acostando con tu padre?

Jake apretó las mandíbulas y negó.

—Lo siento, fue una estupidez dec…

—¿Sabes qué? Hasta ahora tu arrogancia casi había rayado en lo sexi, pero en este justo momento solo eres un imbécil pedante que no sabe controlar su ego.

—Nina…

—Será mejor que me sueltes —sentenció la chica sin una gota de emoción en la voz—. Digo, a menos que pienses violarme, porque puedo garantizarte que no voy a responderte ni un solo beso más.

Y Jacob supo que era cierto, lo tenía escrito en el rostro. La había cagado en grande y eso no se le olvidaría en ningún momento cercano. Así que prefirió soltarla.

—De verdad lo siento, no quise decir eso, solo se me salió… —dijo pasándose la mano por la cabeza, mientras la veía recoger las sábanas del suelo y lanzarlas sobre la cama.

—Eso no me extraña. Acabas de hablar con tu madre ¿no?

El antagonismo estaba implícito, y Jake estaba seguro de Meredith no le había hecho la vida fácil a la muchacha.

—Ella… ella parece creer que tú serías capaz de hacer ese tipo de cosas por mi padre.

Nina arrugó el ceño ante aquel eufemismo tan rebuscado y se plantó frente a él.

—Por tu padre yo haría lo que fuera, ¿está claro? —siseó—. Lo que ese hombre quisiera, cualquier cosa que saliera de su boca, cualquier cosa que me pidiera se la daría. ¿Sabes por qué? Porque estoy convencida de que «acostarme con él» jamás será una de ellas. A diferencia de ti, tu padre me respeta, me aprecia, y me quiere. Y si eso no les agrada a tu madre o a ti, pues tienen doble trabajo los dos, porque te aseguro que no voy a irme a ningún lado.

Jake se mordió el labio inferior mientras veía a la leona despertar en el interior de Nina, y aquella sinceridad desafiante salirle por cada poro.

—Lo lamento…

—Lárgate de mi cuarto —dijo ella descorriendo el seguro de la puerta—. Si creíste que era mala por dejarte desnudo frente a la policía, es porque no sabes hasta dónde puede llegar mi imaginación. ¡Vete!

Y Jake se fue, era mejor no enfrentarla sabiendo que no tenía razón, pero si creyó que la admisión de aquel error lo dejaría dormir tranquilo el resto de la noche, estaba completamente equivocado. No dejó de dar vueltas, de pensar en la forma tan tajante y honesta en que le hablaba, y sobre todo en la manera tan especial que tenía de que él no le importara para nada.

Debían ser las siete de la mañana cuando por fin se decidió a salir de su habitación, pasó por la cocina por un café y se dirigió al despacho de su padre. Era madrugador así que no había forma de que no estuviera despierto.

Sin embargo, cuando atravesó la puerta se topó con que no era el único que estaba allí.

—¿Te dolió? —preguntaba Nina, sacando la aguja del brazo de su padre.

—Para nada, tienes manos de ángel —respondió Theodore alcanzando su mano libre y palmeándola con cariño.

—Más me vale, porque con dos de estas diarias te voy a convertir en un colador —suspiró Nina y tiró la jeringa al bote de la basura.

—¡Hijo! —exclamó Theodore levantándose para abrazarlo, y Jake le respondió con cariño, aunque sabía que solo duraría hasta que mencionaran la sucesión del imperio Lieberman—. ¡Qué gusto me da verte!

—A mí también me da gusto verte, viejo. ¿Te sientes bien?

—Eso debería preguntártelo yo, ya supe que esta señorita te lo ha hecho pasar mal —respondió su padre y Jake le dirigió una mirada asesina a la muchacha.

—¿Se lo tenías que contar todo? ¿No podías aguantarte la lengua? —gruñó y su padre arrugó el entrecejo.

—Tu padre se refiere a que anoche te confundí con un ladrón —siseó Nina abriéndole los ojos para que no fuera a decir ninguna estupidez, pero era demasiado tarde, porque a Theodore Lieberman no se le escapaba nada.

—¿Cómo que «todo»? —preguntó frunciendo el ceño y Jake quiso que la tierra se lo tragara—. ¿Ustedes ya se conocían?

Nina se concentró en recoger su pequeña maleta médica mientras Jake intentaba dar una explicación.

—Bueno… nos conocimos en mi club hace dos noches…

—¿Tienes un club? —lo interrumpió su padre y Jake asintió.

—Sí, tengo uno… El caso es que Nina fue y yo… bueno me propasé un poco con ella...

Theodore Liberman dio un paso atrás, evidentemente disgustado.

—¿Por qué no me habías dicho nada, Nina? —preguntó girándose hacia ella—. ¿Qué pasó?

—No pasó nada, Theo —respondió la muchacha y Jake se dio cuenta de que le hablaba con familiaridad.

—Pero él acaba de decir que se propasó…

—Tu hijo cree que invitarme a una copa y ponerse insistente ya cuenta como propasarse —le aseguró Nina, restándole importancia—, pero te aseguro que no pasó nada más. Criaste a un buen chico. —Le dio una palmada en el hombro y recogió su maletín—. Voy por un café, con permiso.

Theodore estaba a punto de pedirle que no se fuera, que se quedara con ellos, cuando la figura inquieta del ama de llaves se asomó a la puerta.

—Nina, la señora Lieberman quiere verte.

Automáticamente los dos hombres en aquella habitación se giraron hacia ella y arrugaron el ceño.

—¿Sabes para qué? —preguntó Nina, ahorrándoles el trabajo de interrogarla.

CAPÍTULO 5. Una cena de bienvenida 1

CAPÍTULO 5. Una cena de bienvenida 2

CAPÍTULO 5. Una cena de bienvenida 3

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