Bella metió a la sorprendida Irene Iglesias en el coche.
Irene esperaba a que casi el conductor se pusiera en marcha sujetando la ventanilla, gritó:
—¡Me dijiste que seríamos felices sin casarnos! Y ahora te has comprometido con alguien en secreto, sin decirme nada.
—¡Qué importancia tiene! —Bella respondió con odio.
Irene asomaba casi todo su cuerpo fuera del coche y apoyaba a Bella.
—¡Cómo no tiene importancia! Dime, ¿quién es ese pobre chico, con los sentimientos de quién juegas?
Bella no tenía nada que decirla en respuesta a estas preguntas de Irene, así que la empujó con fuerza la cabeza y la metió de nuevo en el coche, diciendo con rabia:
—no te voy a decir, porque no quiero asustarte, vete a casa y cálmate unos días, luego te lo contaré todo.
Irene, tenía la mentalidad siempre diferente a la gente normal, asintió inmediatamente y dijo:
—De acuerdo, tres días después, vendré a buscarte cuando me haya saciado, además justo a tiempo para que me devuelvas la ropa.
Mientras el coche avanzaba, Irene sacó un pañuelo de seda de algún lugar, y lo agitaba hacia ella, mientras cantaba:
—Niña, niña, te vas a casar, pero en el fondo de mi corazón aún te amo. Enamorarme de ti es una cicatriz permanente, mírame mis lágrimas se han caído por ti.
Bella no sabía que decir.
Decían que cuando era niña, la madre de Irene, la había llevado a que le hicieran una prueba de coeficiente intelectual, y que su CI fluctuaba de alto a bajo, a veces como una retrasada, a veces como una genio, antes no lo creía, pero ahora sí, porque hoy comportaba como una idiota.
Y luego, Bella dejaba de prestarla atención y volvió al chalé.
Por la tarde, el coche de Antonio venía a recoger a Bella, y el conductor casi se desmayaba al ver cómo era esta Bella.
—¿Señorita Bella? ¿Es usted señorita Bella, no me equivoco de persona, ¿no? —El conductor volvía a comprobar que no había recogido a una persona equivocada.
—Por supuesto que soy yo. —Bella se sentaba orgullosamente con la cabeza levantada. Y al entrar al coche, Bella fingía quejarse:
—¡Caramba! Este coche es demasiado pequeño, me está arruinando el pelo, de verdad, tengo el pelo revuelto.
El conductor no decía nada, pero echaba una mirada a su cabeza que tenía un corte de pelo explosivo, que parecía que acababa de atravesar un huracán. Le daba vergüenza decir a la señorita, que su pelo era un desastre.
El conductor no podía evitar sacudir la cabeza cuando llegaba al destino y la joven señorita se bajaba del coche.
—Cómo puede el señor Antonio encontrar a una chica así.
Con ese peinado, Bella entraba con orgullo en la casa de la familia Campos por la puerta principal. En el chalé de la familia Campos, cuando los criados abrieron la puerta, se quedaron todos helados al ver la aparición de esa señorita Bella.
—Señorita, ¿perdone, a quién busca?
Bella hizo un mohín:
—obviamente, busco a Antonia Campos, por favor, reconocedme claramente esta cara, a partir de hoy ya soy la dueña de esta casa.
Después de lanzar esas palabras, entraba con grandes zancadas. Los criados se quedaban sin palabras. Había dicho algo de que quería que todo el mundo reconociera su cara, pero por favor, señorita con su cara pintada así, ¡quién podría reconocerla!
Antonio, con su traje de casa, estaba sentado tranquilamente en el sofá leyendo un libro, cuando oía la voz de Bella, cerró el libro que tenía en la mano y luego levantó la vista. Lo único que veía, fue a una chica con la cabeza explotada, maquillaje ahumado muy pintado y brillo de labios negro embadurnado que se acercaba.
Bella llevaba un chaleco con un estampado de calavera y unas tachuelas decoradas en los tirantes, unos pantalones de cuero con un diseño grande de pájaro estampado encima.
Antonio no dijo nada. «¿Quién es? ¿por dónde ha salido esta vagabunda?»
Bella se acercaba a él, levantó las cejas y puso sus brazos.
—¡Antonio Campos! ¿Qué dices, no soy guapa?
Las cejas de Antonio se fruncieron de repente, y unos segundos después su rostro volvía a la normalidad.
—Así que eres tú, Bella. —Antonio dijo.
Bella temía que Antonio no fuera suficientemente molestado, ella incluso se giró una vuelta en el sitio y se esforzó una postura rara.
—Me siento como si hubiera renacido, el otro día mi madre no paraba de pedirme que me vistiera algo normal, ni siquiera podía ponerme mi ropa favorita, ahora siento que mi alma ha vuelto a mi cuerpo.
Antonio la miraba tranquilamente y dijo con calma:
—Una niña mimada.
Dos horas después, Bella fue obligada a cambiarse de ropa, y luego fue empujada fuera del vestuario.
Al anochecer, Antonio también se había cambiado de ropa y estaba frente a la ventana atándose los gemelos. La luz del sol poniente se posaba sobre su figura erguida. Este hombre, que era guapo, pero hoy parecía aún más encantador en este momento. El sonido de tacones se acercaba gradualmente y Antonio giró la cabeza a mirar.
Sólo veía a Bella con un vestido de color añil, que estaba adornado con diamantes rosas bordados en forma de flores, acompañados de líneas doradas brillantes. El precioso vestido con los tirantes finos que hacía sus hombros parecer redondos y blancos. No llevaba collar, sólo tenía dos pendientes como dos pétalos de flor. El color rosa con el vestido añil, la hacía ver muy guapa. Los adornos de diamantes rosas parecían pétalos que caían, floreciendo sobre el vestido.
Antonio observaba a Bella, menos su cara infeliz, todo era perfecto.
—Ahora, eres una mujer. —Dijo Antonio.
Bella no escuchaba lo que contó, tiró de su vestido y se quejó:
—No creo que este sea mi estilo en absoluto, este vestido no me queda nada bien.
—Creo que te queda muy bien. —Antonio dijo mientras se acercaba a ella y la lanzaba una mirada.
—Cuando estás conmigo, al menos pareces una dama. Dame tu mano.
—¿Qué haces? —Bella le daba la mano, y se quedaba un poco aturdida.
Antonio le agarraba la mano y, de repente, sacó un anillo de su bolsillo y se lo puso a Bella.
Bella se congeló, y luego dio un salto de susto:
—¡Para qué me pones un anillo!
Antonio frunció el ceño:
—Idiota, ¿cómo puede la gente saber nuestra relación si no llevas el anillo?
Antonio mientras decía, puso directamente uno en su propio dedo también. Bella era todavía una niña, su corazón se rompió por el hecho, y gritó de rabia.
—¡¡¡Esto es lo más poco romántico que he visto en mi vida!!! ¡Eres un viejo, no eres nada romántico! ¡Viejo!
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