VENDIDA (COMPLETA) romance Capítulo 70

NARRA RAQUEL

Había pasado cinco horas y, en tan solo unos minutos, saldría a cenar con Erick.

 

Ya estaba lista, había recogido mi cabello en una coleta alta, mi rostro sólo maquillado de una forma nada exagerada.

 

Me permití observarme un segundo en el espejo frente a mí. Aquel vestido azul que Jimena me prestó se ajustaba de manera perfecta a mí delgado y pequeño cuerpo y, como comento Jimena, ese ajustado vestido que llegaba cinco dedos más arriba de mis rodillas hacía resaltar mis curvas.

 

Me veía hermosa.

 

Un toque a la puerta me saco de mis pensamientos.

 

Jimena: ¿Raquel, ya estás lista? — pregunto la morena del otro lado de la puerta. — Erick acaba de llegar — Aviso.

 

— Sí, en un momento saldré

 

Jimena: De acuerdo — Dijo, luego pude escuchar sus pasos alejarse de ahí.

 

De mi cama agarre mi celular el cual había dejado ahí cuando comencé a vestirme y lo guardé dentro de mí pequeño bolso negro. Me mire una última vez en el espejo y, después de asegurarme que estaba perfecta, salí.

 

Afuera en la pequeña "sala" de la suite Jimena estaba sentada en el sofá pequeño mientras que, en el mini bar, Joel le estaba sirviendo un trago a Erick.

 

Por un segundo me permití observar al ojiverde, vestía una camisa blanca de botones debajo del traje negro que llevaba con una corbata roja. Su cabello a diferencia de esta tarde estaba perfectamente peinado hacia atrás, y se veía realmente sexy.

 

Mientras lo veía, descaradamente tal vez, su mirada se encontró con la mía y una sonrisa se formó en sus labios.

 

Jimena: ¡Amiga te vez hermosa! — Desvíe mi mirada hacia ella quién estaba de pie viéndome con una sonrisa.

 

Erick: Totalmente de acuerdo — asintió él, su mirada recorrió todo mi pequeño cuerpo de arriba abajo, de una manera que me estremeció. — Realmente te vez hermosa — me miró a los ojos, finalmente.

 

— Oh, eh... Gra-gracias — Tartamudee bajando la mirada al suelo, mis mejillas tomaron un color carmesí rápidamente. — ¿Ya nos vamos? — Sin atreverme a mirarlo, pregunté.

 

Antes de responder, Erick para no despreciar el trago servido por Joel se lo tomó de un sólo sorbo, escuché como gruñó en cuanto el líquido bajo por su garganta.

 

Erick: Sí — respondió, y dejó el vaso vacío en la barra. — Nos vemos — Le dió una palmada al hombro de Joel, y caminó hasta la puerta.

 

— ¡Adiós chicos! — me despido caminando detrás de Erick.

 

Jimena: ¡Adiós!

 

Joel: ¡Qué pasen una noche agradable! — Grito el pelinegro en cuánto llegamos a la puerta.

 

Salimos de la suite, en cuanto camine hacia el elevador la mano de Erick tomó la mía y me giré para verlo.

 

— ¿Qué? — Hundí mis cejas en un gesto claro de confusión.

 

Él no me respondió, simplemente corto la distancia entre nosotros y, sin previo, tomó mi rostro entre sus manos y unió nuestros labios.

 

Al comienzo no fue más que unos labios presionados a otros, pero segundos después, él comenzó a moverse de una manera lenta, suave sobre mis labios para terminar besándonos como dos locos desesperados.

 

Su lengua no tardó en abrir espacio entre mis labios e invadió mi boca de una manera posesiva, haciéndome volver loca. Y pude saborear en su boca el ligero sabor particular del vodka que se había tomado momento atrás.

 

Él, minutos después, se separó de mí y su respiración empezaba a agitarse al igual que la mía.

 

Erick: Ahora si — entrelazó su mano con la mía, una pequeña sonrisa en sus labios. — Podemos irnos.

 

Entré abrí mis labios, y respondí de manera automática;

 

— Eh, está bien — Asentí

 

***

 

 

 

Treinta y cinco minutos después.

 

Llegamos a un restaurant el cual se veía costoso, elegante. Él típico sitio que es visitado solo por personas de la alta sociedad.

 

Nos bajamos del automóvil y Erick le indico algo al chófer; seguido de eso, caminamos a la entrada del hermoso restaurant.

 

En cuanto entramos una señora de quizás unos cuarenta años nos recibió con una sonrisa que transmitía alegría, paz.

 

Xx: Buenas noches, bienvenidos — dijo la mujer sin dejar de sonreír. — ¿Tienen alguna reservación?

 

Erick asintió con la cabeza.

 

Erick: Sí, a mi nombre, Erick Collins.

 

Xx: Oh, por supuesto — Asintió de forma inmediata. Me extrañó que no buscará en la lista frente a ella su nombre. — Síganme

 

Aquella señora comenzó a caminar, guiándonos a nuestra mesa y, con nuestras manos entrelazadas, la seguimos en silencio.

 

Pasamos dos salones los cuales estaban repletos de personas comiendo en sus elegantes vestimentas. Y, cuando pensé que nos indicaría que nuestra mesa era una de las últimas del segundo salón, la mujer abrió una puerta que daba a la parte trasera del restaurant.

 

Ahí, al aire libre rodeado de árboles y algunas plantas en masetas, yacían algunas mesas con personas en las mismas.

 

— No podré acompañarlos hasta su mesa, no puedo dejar mi puesto tanto tiempo. — Explicó la mujer. — Pero sigan el camino de asfalto, al terminar estará su mesa.

 

Erick: Está bien — asintió. — Muchas gracias — Le sonrió.

 

La mujer le devolvió la sonrisa y, luego de darnos la espalda, entró al interior del restaurant.

 

Erick: Vamos.

 

Caminamos por aquel camino de asfalto y, cuando acabó, vimos nuestra mesa.

 

Estaba apartada del restó, en el césped habían unas cinco pequeñas lámparas de cada lado, izquierdo y derecho, que seguía con el camino.

 

Después de ello, había una mesa con dos sillas en una especie de "capilla" la cual tenía algunas lámparas en sus cuatro esquinas alumbrando el lugar y en el techo, por encima de la mesa, colgaban unas luces navideñas amarillas.

 

Todo eso rodeado de las plantas, se veía hermoso.

 

Erick: ¿Te gusta? — Dijo, recordándome que estaba a mi lado.

 

 

Erick: Adelante, preciosa — me invitó a pasar mientras abría la puerta por completo.

 

— Oh, que caballero — Bromeé pasándole por su lado.

 

Él cerró la puerta de la suite y camino detrás de mí. Antes que pudiera llegar a la pequeña sala, de repente, Erick me tomo de la muñeca obligándome a girar hacia él, y me halo hacia su cuerpo.

 

Entreabrí mis labios para preguntarle qué hacía, pero él de forma rápida tomó mi rostro entre sus manos y posó sus labios sobre los míos para así formar un tierno, dulce y corto beso.

 

Segundos después, se separó de mí y con los nudillos de su mano derecha acarició mi mejilla.

 

— ¿Eso qué fue? — Hundí mis cejas, una pequeña sonrisa se formó en mis labios.

 

Erick: Extrañaba tus besos — Admitió en un encogimiento de hombros.

 

— Pero si hace un momento me besaste — Le recordé.

 

Erick: Lo sé — sonrió de oreja a oreja.

 

— No puedo contigo, en serio — Reí negando con la cabeza y dí un paso atrás para luego girarme e ir a la "sala".

 

Quedé en shock en cuanto ví todo lo que había ahí.

 

Frente a mí, justo donde está el mini bar y la puerta deslizable que daba a un pequeño balcón unos globos rojos en forma de corazón adheridos al techo decoraban el lugar.

 

Debajo de los mismos, un corazón hecho de pétalos de rosas rojas yacía en el suelo y a sus lados habían algunas velas que alumbraban con su luz tenue el lugar, también había unos floreros en el suelo con ramos de rosas rojas.

 

Ví como las luces se encendieron, Erick las había encendido y note qué, justo donde yo estaba de pie, comenzaba un pequeño camino con pétalos de rosas blancas que terminaba donde estaba todo aquello.

 

Pero no por eso entré en shock.

 

En medio de todo aquello, unos globos en forma de letras doradas que, a sus costados tenían dos de esos globos rojos en forma de corazón, formaban una pregunta;

 

¿Te casarías conmigo?

 

Mi corazón empezó a latir con desesperación, mis manos sudaban gracias a los nervios.

 

— Qué es... No... No puede... Erick... — balbucee cosas sin sentidos, aunque trate de decir algo coherente nada salió por mi boca. No podía creer lo que veían mis ojos. — ¿Qué significa todo eso? — finalmente pude preguntar, y giré sobre mi propio eje para mirarlo.

 

Sentí que mi corazón se saldría del pecho de lo acelerado que latía en ese momento.

 

Frente a mí estaba Erick quien ahora se encontraba de rodillas mientras me miraba y extendía una de sus manos hacia mí, en la que había un pequeño estuche abierto de terciopelo rojo el cual tenía un hermoso anillo dentro.

 

Y entonces lo reconocí, era el mismo anillo que llamó mi atención el día en que acompañé a Joel a comprar el anillo de compromiso con el que le pidió matrimonio a Jimena.

 

De la sorpresa de verlo así, arrodillado frente a mí, lleve mis manos a mí boca mientras mis labios formaban una gran "O".

 

— Erick... — Murmuré, mi mirada iba de él hacía el anillo y viceversa.

 

Erick: No tienes que decirme nada — aseguro mirándome a los ojos. — Sólo si aceptas casarte conmigo

 

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