¡Vete, papá! romance Capítulo 127

"Lucía, ¿sabes de qué estás hablando?" Arturo levantó la mano y apretó la de Lucía en su cuello.

"Por supuesto, sé de lo que estoy hablando. Juliana y Poppy conspiraron para tenderme una trampa. Quieres saber dónde estaba cuando estuve desaparecido durante tres días. Ahora te lo digo. Estaba en el hospital". Lucía no pudo ocultarlo más.

"¿Hospital?" El enfado de Arturo se desvaneció un poco. La palabra "hospital" le tocó el nervio. "¿Por qué estuviste en el hospital?".

"¡Deberías preguntarle a Juliana!" gritó Lucía.

Ella no era una santa. Guardaba rencor a los que le hacían daño. Juliana y Poppy conspiraron y casi la matan. Aunque la salvó Jacob, había sufrido las secuelas, como ardor de estómago, dolor de cabeza y náuseas. ¿Arthur creía que ella vivía muy bien?

Las palabras de Lucía fueron una provocación, que echó por tierra la preocupación de Arturo por Lucía.

Frunció el ceño y dijo fríamente: "¿Sigues pensando que Juliana lo tramó todo?".

"¡Sí!" Lucía casi gritó.

"Ya veo". Después de haber hablado tantas veces, Arturo creía que Lucía se pasaba la pelota, e incluso le parecía más creíble la declaración de Juliana. Una vez que surgieran los problemas de confianza, sería imposible resolverlos.

Apartó la mano de Lucía y continuó: "No hace falta hablar más de eso. Ya está".

Cuando apartó la mano, Lucía vio claramente la fría mirada de Arthur.

Preguntó: "¿Y nosotros?".

Lucía había temido oírle hablar de la ruptura, pero ahora sentía que sería un alivio.

"..." Arthur tragó saliva pero no dijo nada.

"Vamos a arreglar todo hoy". Lucía hizo una mueca, pero sólo ella sabía lo amargada que estaba.

Curvó los labios con calma. "Hemos terminado".

Con eso, Lucía se dio la vuelta para irse, pero su muñeca fue agarrada por Arturo. Se dio la vuelta y sonrió burlonamente: "¿Quieres preguntar a qué me refiero? Vamos a romper. ¿Entendido?"

"¿Vas a hacerlo...?" Pudo notar que Lucía dijo esas palabras en un ataque de pique. Aunque estaba enfadado, no quería hablar de la ruptura en este momento. Temía que no hubiera vuelta atrás una vez que aceptara.

"Arturo, tú sabes lo que he sufrido, y te juro que no voy a sufrir una segunda vez. Lo siento, dejo el juego".

Describió irónicamente su relación como el juego del amor, porque le habían roto el corazón.

"¿Un juego?" Arturo levantó las cejas y miró a Lucía con sus ojos afilados.

"Sí, un juego, ¿o qué crees?". replicó Lucía enfadada.

"Pensé que era el único amor verdadero de mi vida".

Arturo no dijo lo que pensaba. Se limitó a soltar la muñeca de Lucía y a ver cómo se volvía a su habitación en un arrebato.

En lugar de salir de la casa, se dirigió al sofá, se quitó el abrigo y se acostó tranquilamente.

Esa noche, un silencio inusual reinó en la casa de Lucía. El aire acondicionado suministraba constantemente viento caliente, pero la habitación estaba tan fría como una cueva de hielo.

Al segundo día, Arthur desayunó con Theodore como había prometido y se marchó. Cuando se marchó, Theodore agarró la mano de su madre y le preguntó con curiosidad: "Mami, ¿por qué los ojos de papá y los tuyos están rojos e hinchados? Parecen muy cansados".

"Mamá y papá hablaron hasta muy tarde anoche y se sintieron un poco cansados. Mi buen chico, ve a trabajar con mamá", dijo Lucía con una suave sonrisa, ignorando deliberadamente la pregunta de Teodoro.

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