¡Vuelve conmigo,mi cariño! romance Capítulo 222

—¿Ha pasado algo? —Alejandro frunció el ceño y preguntó.

—Ha venido mi hermano. Hace frío afuera, llévala al hotel a descansar. Cuando mi hermano se haya ido, os aviso para volver.

En ese momento Fernanda estaba escondida en el baño para hacerle la llamada.

Cuando regresó de las compras, Elio ya estaba en casa.

En el momento en que lo vio, se asustó mucho, pero afortunadamente, Carmen no estaba allí, de lo contrario su secreto sería expuesto.

—Vale.

Fernanda colgó el teléfono luego de escuchar la respuesta desde el otro lado, afortunadamente solo fue un susto. Se miró la barriga en el espejo antes de abrir la puerta del baño.

—¿Por qué no me avisas antes de venir? —ella se quejó.

Elio estaba apoyado en el sofá, era fuerte y alto, aunque no dijera nada, su ímpetu lo decía todo.

Miró a su hermana.

—Vengo a visitarte, ¿acaso tengo que escribir un informe con anticipación para anunciarlo? Pero ¿no tenías el control prenatal hoy? ¿Por qué fuiste al centro comercial?

Mientras hablaba, miró las bolsas del sofá.

Fernanda se acercó, se sentó en el sofá y le pidió a la sirvienta que le sirviera agua a Elio.

—Fui al centro comercial cuando volví del chequeo. Es que el bebé está por nacer, tengo que prepararle algo de ropa. Por cierto, ¿qué te trae por aquí?

Elio le pidió al conductor que trajera las cosas que tenía en el maletero.

—Mamá me pidió que te los trajera a ti y a mi sobrinito. Hay que ver, antes de su nacimiento ha conseguido la atención de todos los miembros de la familia.

Pronto llegó el chofer con muchas bolsas en las dos manos. Había comida, ropa del bebé y suplementos alimenticios para Fernanda. El chofer tuvo que hacer dos viajes para traerlo todo.

Fernanda también se sorprendió.

—¿Tantas cosas?

—Todo para el bebé que tienes en la barriga.

Elio miró su abdomen mientras hablaba, extendiendo la mano para tocarlo.

Fernanda le dio una palmada en la mano para evitar su toque, se sobresaltó con un sudor frío, no esperaba que Elio de repente quisiera tocar su vientre.

Después de todo, era falso, la descubrirían si la tocaran.

Por suerte, reaccionó rápidamente.

Elio tosió levemente para disimular su vergüenza. Sintió que su hermana se había hecho mayorcita y estaba casada, así que no podía tocarla cuando le diera la gana.

—¿Has vuelto sola? ¿No fue Alejandro al hospital contigo?

Elio estaba un poco molesto, su hermana estaba embarazada, como esposo debería estar preocupándose por ella todo el tiempo, sin mencionar que la fecha de parto estaba cerca.

—Está liado en el trabajo...

—¿Es más importante el trabajo o el niño?

Fernanda fue interrumpida por Elio antes de que terminara de hablar.

—¿No sabe sopesar las cosas?

Fernanda quiso explicar de nuevo, pero Elio ya había sacado su teléfono con impaciencia a para llamar a Alejandro.

Pronto se conectó la llamada, cuando estaba a punto de interrogarle, Fernanda le arrebató el teléfono y colgó.

—No te metas en mis asuntos.

Elio frunció el ceño profundamente, estaba desconcertado, miró a su hermana con decepción, pensaba que lo estaba haciendo por su bien porque temía que Alejandro no la tratara bien, pero ella...

—Está bien, no me meteré en tus asuntos de ahora en adelante.

Elio se puso de pie.

Fernanda también se dio cuenta de que lo que dijo fue un poco hiriente, después de todo, ese era su hermano y solo estaba preocupándose por ella.

No debería haber herido sus sentimientos.

—Elio, lo siento, no quise decir eso.

Elio tomó el sombrero que sostenía el chofer. Al escuchar las palabras de Fernanda, hizo una pausa, luego se lo puso.

—Si no te trata bien, llámame.

Después de hablar, salió.

Después de todo, ella era su hermana, incluso si estaba realmente enojado antes, no podía pasar de ella.

Fernanda salió corriendo para alcanzarlo y abrazarlo por detrás.

—Elio, es posible que tenga depresión prenatal y estoy de mal humor, así que no te enojes conmigo, no lo decía en serio, sé que te preocupas por mí.

Elio frunció el ceño y la apartó.

—¿No sabes que estás embarazada? No puedes correr con tanta prisa.

—Se me olvidó...

—¿Que se te olvidó de que estás embarazada?

Elio pensó que estaba bromeando, porque era gracioso que una embarazada se olvidara de su bebé. Le frotó la nariz antes de decir:

—Estás embarazada del primer bebé de la familia Paramés, también es el primer bebé de la familia Bezos, tienes que protegerlo bien, recuerda tener cuidado. La próxima vez que te vea correr tan de prisa, te pego.

Elio fingió ser feroz.

Fernanda sabía que su hermano la amaba y la cuidaba.

Se metió en sus brazos para hacer la coqueta.

—Elio.

Elio le apretó la mejilla. Como sus manos de soldado eran fuertes, Fernanda gritó:

—Duele, duele...

—Si no he hecho fuerza.

—Sí hicieras fuerza me habrías arrancado la mejilla.

Fernanda se frotó sus mejillas enrojecidas.

Elio la acarició con lástima.

—No he tenido cuidado, la próxima vez no lo haré tan fuerte.

Él suspiró.

—Pronto vas a ser madre, ¿no te parece demasiado infantil hacer la coqueta?

—Aunque sea abuela, seguiré siendo tu hermana.

Elio se quedó sin palabras, pensándolo bien tenía razón.

No importaba la edad que tuviera, siempre iba a ser su hermana pequeña.

Fernanda acompañó a su hermano al auto, Elio se subió al auto y miró a su hermana.

—Entra que hace frío. Recuerda ponerte más ropa, cuídate mucho. Llámame si me necesitas.

Fernanda asintió.

Vio salir el auto de Elio, cuando se volvió para entrar a la casa, escuchó...

—Fernanda.

Se dio la vuelta y vio a Miguel parado en el lado opuesto de la carretera, lucía hermoso con ropa casual.

El viento fuerte le revolvió el pelo.

Fernanda se quedó atónita por un momento, después de reaccionar miró a su alrededor y se acercó rápidamente.

—¿Por qué viniste?

—Te extraño.

Curvó los labios y sonrió encantadoramente.

Fernanda lo fulminó con la mirada.

—Si quieres venir en el futuro, avísame con anticipación.

Miguel la abrazó.

—Somos novios. Nos amamos mutuamente, ¿por qué es tan difícil encontrarnos?

Fernanda le dio palmaditas en la espalda.

—Ten paciencia...

Había que esperar hasta que Carmen diera a luz al bebé y hasta que Alejandro se diera cuenta de lo que sentía en su interior.

Entonces podría irse con él, dejando todo a un lado y vivir una vida que les perteneciera.

—¿Cuánto tiempo tengo que esperar más?

Preguntó Miguel.

—Como mucho un año.

Ella no sabía si era cierto lo que Alejandro dijo de dejarla ir cuando Carmen diera a luz, pero un año era suficiente para que él conociera lo que realmente sentía.

En ese momento, podría irse sin remordimientos y sin culpa.

—Vete.

Fernanda lo soltó.

—Quiero estar contigo un rato más.

Miguel no quiso soltarla.

Fernanda se veía seria.

—Estamos delante de la villa de la familia Paramés, no es bueno que nos vean aquí.

Miguel también era consciente, así que bajó la cabeza y la besó.

—Te esperaré todo el tiempo necesario.

Después de hablar, se fue.

Fernanda se paró en la puerta, lo miró y lo saludó con la mano.

—Conduce con cuidado.

Miguel bajó la ventanilla del auto.

—Entra, hace frío afuera.

Fernanda se cerró el abrigo y se volvió para entrar a la casa.

El clima era cada vez más frío y el viento era aún más fuerte en diciembre.

El 20 de diciembre, cuando se acercaba el Año Nuevo, las luces de la villa de la familia Paramés se encendieron de pronto por la noche.

Carmen sintió el dolor. Para no que su secreto no fuera descubierto, ninguno de ellos avisó a nadie, solo llevaron a Carmen al hospital durante la noche.

Planeaban anunciar el nacimiento del bebé luego de que Carmen pariera.

De esa forma, podrían seguir guardando el secreto.

Alejandro conducía mientras Fernanda abrazaba a la mujer que sudaba por el dolor, no paraba de consolar a Carmen:

—Aguanta un poco más, pronto llegaremos al hospital.

Ella nunca había dado a luz a un niño, no sabía que, aunque llegaran al hospital, tendría que pasar por los dolores del parto.

A pesar de que Carmen era una persona fuerte, no podía soportar el dolor que se le hacía cada vez más fuerte en ese momento.

—Me duele, me duele mucho.

Con sus delgados dedos, agarró firmemente el asiento, sus labios temblaron.

—¿Me estoy muriendo?

—No, no.

Fernanda no conocía su dolor y no podía ponerse en su piel, las personas que no lo habían experimentado no podían sentir empatía por ella.

Pero viendo que Carmen estaba sufriendo, se puso nerviosa también.

—No tengas miedo, aquí estamos todos, estamos todos contigo.

Alejandro también miraba hacia atrás de vez en cuando, estaba igual de nervioso que ellas.

Pronto, el auto se detuvo frente al hospital, Fernanda se bajó del auto, abrió la puerta y estaba a punto de ayudar a Carmen, pero Alejandro le pidió que se apartara.

Ella se quedó atónita por un momento y luego rápidamente se apartó. Alejandro se inclinó para sacar a Carmen del auto, esta lo agarró por el cuello.

—Me duele, me duele mucho, cada vez más...

Alejandro no sabía cómo consolarla, también estaba muy nervioso, solo podía abrazarla con fuerza y consolarla en silencio.

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