¡Vuelve conmigo,mi cariño! romance Capítulo 244

Pablo estaba desconcertado, «Si no cree que Anastasia puede hacer tal cosa, ¿por qué quiere que alguien la vigile?».

—Haz lo que te dije.

Arturo no dio más explicación. No creía que ella haría tal cosa, pero aún tenía que enviar a alguien para que la vigilara.

Alain no diría eso precipitadamente, debía haber encontrado algo. Si fuera la persona que secuestró a Cynthia la última vez, no haría algo tan estúpido que no sacaría ningún provecho.

Cynthia no llevaba mucho tiempo en la Ciudad Blanca, no había ofendido a nadie. La única persona con la que tuvo conflictos era Anastasia. Aunque se había resuelto en ese momento, era irreprochable que la tienda de ropa de Anastasia se cerró por eso.

Si sentía resentimiento también era explicable.

El ascensor sonó y la puerta se abrió lentamente. En la puerta había un hombre con una chaqueta de cuero y un cigarrillo en la boca. Al ver a una persona en silla de ruedas en el ascensor, soltó un bufido frío antes de soltar «Puto cojo».

Pablo se enojó enseguida, cuando estaba a punto de hacer algo, Arturo lo detuvo. No valía la pena tenérselo en cuenta a alguien así. Mirando su ropa, obviamente era un rufián.

Se podía ofender a los caballeros, pero no a los villanos.

Pablo miró al hombre de la chaqueta de cuero y empujó a Arturo para salir de esa comunidad.

—Hay que ver, hasta los maleducados salen a la calle.

Dijo Pablo enojado.

Arturo lo miró.

—¿Vale la pena enfadarse por alguien tan insignificante?

—No vale la pena, ni siquiera lo conozco.

Respondió Pablo.

—Entonces, ¿por qué estás enojado?

—Estoy enojado por lo que dijo...

—Puesto que es una persona insignificante, no hay necesidad de considerar sus palabras, si me tengo que poner cabreado cada vez que escucho algo así, me temo que ya me ha dado un infarto.

Al principio también le costó tolerar esos comentarios, pero con el pasar del tiempo, solo pudo persuadirse a sí mismo de no tomarse a pecho las palabras que no le podía sacar provecho.

Pablo sabía que no debería dar tanto enfoque a este tema, obviamente Arturo estaba un poco descontento, así que sabiamente cambió de tema:

—Haré una llamada para que alguien venga a vigilar a la señorita Anastasia.

Pablo había estado trabajando con Arturo durante mucho tiempo, Arturo era consciente de lo que intentaba hacer, pero no lo expuso.

—Te llevaré de regreso, necesitas descansar.

Dijo Pablo.

Arturo asintió, era verdad que se sentía cansado.

En el hotel.

Después de la cena, Alain llamó a Mauricio y Cristián para decir algo que Cynthia no sabía.

Esta estaba jugando con sus dos hijos en la planta de abajo, tenía un trauma con la muñeca y no quería subir.

Sentía un escalofrío pensando en ello.

Chloe se sentó a su lado y dijo con emoción:

—Es casi fin de año.

Cynthia se rio.

—¿Tienes ganas de volver?

Chloe juntó las manos y negó con la cabeza:

—No, solo me parece que el tiempo ha volado, ya hace medio año desde que regresamos al país.

Cynthia sentía la misma emoción. Los últimos seis meses no habían sido para nada tranquilos. Habían sucedido muchas cosas que le permitieron conocer bien a algunas personas y cosas.

—Chloe, venga, vamos al cine.

Cristián giraba sin parar la llave del auto que tenía en mano mientras caminaba hacia ellas.

Chloe se quería esconder tan pronto como lo vio, así que le susurró a Cynthia:

—Voy a subir.

—Oye, ¿a dónde te quieres esconder?

Cristián la persiguió escaleras arriba.

A Cynthia le pareció que eran una pareja que se peleaba todo el rato, sacudió la cabeza con impotencia y se rio.

—Mamá, ¿de qué te ríes?

Alessia se arrojó a sus brazos, abrazó su cuello y actuó como un bebé.

—Acabo de escuchar a Cristián decir que va a ir al cine, yo también quiero ir.

Cynthia le pellizcó la naricita.

—Tienes muy buenos oídos, ¿por qué no me suena haberlo oído?

La niña sonrió.

—Mis orejas y boca son habilidosos.

Cynthia la abrazó, sabía que era un capricho sus ganas de ir al cine. Si la llevara al cine de verdad, seguramente armaría alboroto durante las dos horas de la película.

Cynthia la llevó una vez. Durante todo el proceso, no paraba de tocarse los dedos y comer palomitas, encima preguntaba continuamente:

—¿Cuándo nos vamos?

Ni siquiera se enteró de lo que ponía la película, por eso no la llevaría allí de nuevo.

—Papá, papá.

De repente, al ver entrar a Alain, Alessia salió corriendo de los brazos de Cynthia para correr hacia él mientras gritaba papá.

Para evitar que la niña se chocara, el hombre se inclinó para cogerla.

—No corras tan rápido.

—Papá, mamá es una tacaña, quiero ir al cine, pero ella no quiere llevarme allí.

Tan pronto como llegó a los brazos de Alain, empezó a quejarse.

Cynthia se quedó sin habla.

Álex también.

—¿Sí?

Alain sonrió con mimo y miró a Cynthia, luego se acercó al oído de su hija.

—Entonces dime, ¿cómo la castigamos?

La niña parpadeó, inclinó la cabeza y pensó durante mucho tiempo:

—¿Que nos de un besito?

Cynthia, Alain y Álex se quedaron sin saber qué decir.

—¡Alain!

Cynthia le arrebató a su hija de los brazos.

—¿Qué le enseñaste?

«¿Cómo puede decir tal cosa?».

Alain miró a la niña en silencio, no esperaba que Alessia dijera tal cosa de repente.

Quería gritarle a Cynthia:

«Yo no le he enseñado eso.

¡No sospeches de mí sin razón!

¡No le enseñaría a mi hija estas cosas!».

Su tono se volvió serio mirando a su hija.

—Alessia, dime honestamente por qué piensas que un besito es un castigo.

—Eso sale en la tele, si la chica no es obediente, el chico la besa para que se vuelva obediente.

Cynthia se quedó sin palabras.

Alain sonrió y frotó el cabello de su hija.

—En el futuro, dejemos de ver series inútiles, ¿de acuerdo?

—¿Qué es inútil?

Alessia parpadeó.

Alain no sabía qué responder.

Álex no pudo aguantarse más, así que intervino:

—Ven y te lo explico.

La niña estaba contenta, corrió hacia su hermano y se apoyó en la mesa. Álex estaba jugando a «Increíbles: el gran desafío», pero presionó el botón de pausa para luego explicar a su hermana lo que era inútil:

—Alessia, inútil significa que las series que ves no aportan nada, como si la comida basura no aporta tantos nutrientes beneficiosos como el huevo.

Alessia seguía confusa.

Álex tampoco tenía la intención de hacer que lo entendiera, porque eso era imposible. Tocó la cabeza de su hermana.

—No sé qué llevas dentro.

Alessia apartó su mano.

—No me toques el pelo.

—Pues lo he tocado, ¿qué pasa?

Álex volvió a tocarla adrede, ahora la pequeña estaba molesta, lo persiguió tratando de golpearlo.

Los dos estaban corriendo al lado de la mesa redonda.

Cynthia temía que se cayeran, así que recordó:

—Chicos, más despacio.

—Alessia quiere pegarme.

Álex sacó tiempo entre medio para decirle una frase a Cynthia.

Cynthia suspiró, «Estos dos niños son dos extremos. Uno es demasiado maduro y la otra es demasiado simple».

—¿Has dudado de mí antes?

Alain se apoyó en el sofá, sus delgadas piernas se cruzaron con elegancia y los brazos se estiraron detrás de Cynthia.

Cynthia tosió levemente, era cierto que pensó que Alain le enseñó a Alessia a decir eso.

—Lo siento, te he malentendido.

Cynthia pensó que tenía que admitirlo si era su error.

El hombre se le acercó y la miró a los ojos.

—¿Solo eso?

«Ya he dicho lo siento, ¿qué más quiere?».

—Bésame y te perdono.

Su rostro se acercó más, su aliento le rozaba la nariz, esa alternación de calor y frío que le hacía sentir le puso la piel de gallina, incluso no pudo evitar frotarse el brazo.

—¿Puedes comportarte con más seriedad?

Alain no supo qué decir.

«¿No me comporto con seriedad?

¿Decirle que me bese no es algo serio?».

—¿Qué les has dicho a Cristián y Mauricio antes?

Cynthia intentó desviar el tema.

—Les he encargado alguna misión.

Un brillo apareció en sus ojos profundos, sabía lo que ella intentaba hacer y le tocó la barbilla con una profunda sonrisa.

—No intentes cambiar de tema.

Cynthia se quedó sin palabras.

Ella se armó de valor. Pensó que, en lugar de darle la oportunidad de flirtear con ella era mejor tomar la iniciativa. De modo que sonrió hermosamente. Sus ojos eran tan brillantes como la luna creciente, cuando las comisuras de sus labios estaban ligeramente levantadas, revelaba sus dientes blancos, lucía juguetona y linda.

Rara vez le sonreía así, por eso Alain se quedó atónito durante un rato.

Cynthia tomó la iniciativa de besarlo en la cara cuando tenía la guardia baja, lo hizo tan rápido que Alain solo sintió un beso fugaz.

Alain no sabía qué decir.

«¿Esto es un beso? Si no ha parado ni un segundo en mi cara. Es más, ¿quién quiere que me bese en la cara? Solo quiero que me bese en los labios».

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