¡Vuelve conmigo,mi cariño! romance Capítulo 293

«¿Una mujer?».

Cristián no se le pasó por la cabeza de que podría tratarse de Elisa, después de todo, lo acababa de ver antes, en teoría no vendría aquí a buscarlo.

Además, siendo un conocido abogado, mucha gente lo buscaba.

—Prepárame una taza de café y tráelo.

—Okey.

El asistente se dirigió a la despensa. Cristián se dirigió a la sala de recepción y abrió la puerta. Elisa estaba sentada en el sofá mirando la hora, parecía un poco ansiosa por haber esperado tanto, cuando sonó la puerta, levantó la cabeza.

En el momento en que Cristián vio que era ella, volvió la cabeza y se fue.

Elisa lo siguió.

—Cristián...

Cristián se dio la vuelta.

—No vuelvas a buscarme, ya estoy casado.

Elisa ignoró el rechazo de Cristián y lo agarró del brazo.

—Fui a tu casa a buscarte cuando regresé, pero no estabas.

—¿Para qué me buscas?

Sus ojos estaban ligeramente fríos, mirando su mano dijo palabra por palabra:

—¿Acaso quieres reconciliarte conmigo?

Su voz de repente se volvió fría.

—¡Elisa, hemos roto!

«¿Para qué me busca ahora?».

—¡Ya que te gusta eso de desaparecer, pues lleva a cabo tu juego y no aparezcas frente a mí nunca más!

Dicho eso, Cristián le apartó la mano.

—No era mi intención desaparecer...

Cristián no escuchó su explicación, el asistente se acercó con el café y Cristián le ordenó fríamente:

—¡De ahora adelante no quiero ver esta mujer aquí!

El asistente rara vez veía a Cristián enojarse tanto, por lo que dijo que sí varias veces.

Elisa contuvo las lágrimas.

—Está bien, nunca volveré a aparecer frente a ti.

Después de hablar, salió corriendo. Había visto que el asistente sostenía el café, pero deliberadamente se tropezó con él, haciendo que la taza se cayera al suelo y el café caliente le salpicara.

El asistente la limpió rápidamente.

—¿Te has quemado? El café está recién preparado.

Las manos de Cristián estaban apretadas en puños, como si estuviera aguantándose algo.

Elisa se quedó quieta, mirándolo.

—Si fuera antes, definitivamente vendrías a verme y me preguntarías si me he quemado, pero solo porque te dejé, ahora me odias, ¿verdad?

Cristián no dijo nada.

El asistente recogió el resto de la taza de café del suelo y retrocedió silenciosamente. La mujer tenía alguna relación amorosa con Cristián, por lo que no quería hacer de sujetavelas aquí.

—Cristián, lo creas o no, nunca he dejado de quererte. Ya que no quieres verme, no volveré a aparecer delante de ti.

Después de hablar, se volvió y salió.

Esta vez ella se fue sin dudarlo.

Porque estaba segura de que Cristián vendría tras ella.

La amaba mucho en el pasado.

Cristián tenía un caos en mente, había una voz en su oído que no dejaba de decirle, «Ve y pregúntale por qué se fue en ese entonces». Pero otra voz le decía, «No puedes ir, ya estás casado, no puedes estar involucrado con tu exnovia».

Al final, fue tras ella, no porque todavía la amaba, sino porque quería una respuesta.

Elisa caminó lentamente después de salir del bufete, esperaba deliberadamente a que Cristián viniera por detrás.

—Dime, ¿por qué te fuiste?

Cristián estaba de pie en la puerta, el viento helado le revolvía el pelo.

Miró la figura que una vez amó.

Elisa lo escuchó, pero fingiendo no haberlo escuchado, aceleró el paso.

En este momento, en la carretera vino un coche acelerando.

Los ojos de Elisa se oscurecieron, «Cristián ha dudado mucho antes de salir, demostrando que sus sentimientos por mí se han desvanecido. Encima ahora está casado, si quiero reconciliarme con él, la relación del pasado no es suficiente». Así que se armó de valor para correr hacia la carretera.

—Elisa...

Cristián se acercó corriendo.

¡Ñiii!

¡El fuerte sonido del freno parecía poder perforar el tímpano de una persona!

Pero el auto no pudo detenerse y, con un estruendo, Elisa salió volando con el choque.

El conductor estaba tan asustado que se olvidó de reaccionar.

Cristián corrió a sostener la cabeza de Elisa, ella se desmayó con sangre en la frente.

Le dio unas palmaditas en la cara.

—Elisa, Elisa.

No hubo respuesta en absoluto.

En ese momento, el conductor del auto se acercó temblando, tartamudeando de miedo.

—No se ha muerto, ¿verdad?

Cristián le dedicó una mirada fría.

—¿No sabes conducir?

—Ella ha venido corriendo, no es mi culpa...

—Deja de decir tonterías, date prisa en llevarla al hospital.

Cristián la levantó, vio que el conductor responsable seguía sin mover y rugió.

—Muévete, ¿ves lo que hay detrás de ti? Aunque no tengas la culpa puedo hacer que sea tu culpa.

El conductor giró la cabeza y vio el bufete de abogados detrás de él, se preguntó si era abogado.

Corrió hacia la puerta del auto rápidamente.

La profesión de abogado estaba del lado del bien, pero también del lado del mal.

Los abogados competentes eran tan elocuentes que podían intercambiar el concepto del bien y el mal.

Si era para ayudar a una buena persona, por supuesto que era bueno, pero si era para ayudar a una mala persona, sólo permitiría que el malo se saliera con la suya.

Lo mejor sería no ofender a los abogados.

Pronto el conductor responsable los llevó al hospital. Elisa fue enviada a la sala de examinación. Cristián estaba esperando afuera. El conductor aún temía que a Elisa le pasara algo y tuviera que ser responsable, así que explicó:

—Estaba conduciendo sin violar ninguna ley, pero ella de repente vino corriendo, de verdad que no tengo la culpa.

Cristián lo miró con frialdad.

—Si no le pasa nada, estarás a salvo, pero si le pasa algo, no saldrás como inocente.

—¿Qué quieres decir con eso?

El conductor señaló a Cristián.

—¿Por ser abogado puedes intimidar a la gente?

Cristián se burló, apartó su dedo extendido.

—¿No sabes que siendo tan impulsivo solo expones tu debilidad?

El conductor que provocó el accidente retiró la mano bruscamente y se quedó en silencio.

Al rato se abrió la puerta de la sala de examinación, empujaron a Elisa y Cristián se acercó rápidamente. La herida de la cabeza estaba tratada, pero aún estaba inconsciente.

El doctor salió.

—Está bien, solo tiene conmoción cerebral leve, las raspaduras se han tratado, le receté algunas medicinas, puedes ir a la farmacia a comprarlo. Ahora se tiene que quedar en la sala un rato, pero puede marcharse cuando se despierte.

—Vale, gracias.

Cristián dijo.

El conductor que estaba al costado se palmeó el pecho.

—Gracias a Dios, está bien, está bien.

El conductor temía que si le pasaba algo a Elisa tuviera que recompensarlo con dinero.

Cristián lo miró y arrojó en sus brazos la receta del médico.

—Ve a comprar la medicina y tráela.

—¿Con mi dinero...?

El conductor que provocó el accidente miró a Cristián.

—Deberías haber visto que ella tiene la culpa de ir corriendo, no tiene nada que ver conmigo, no debería poner de mi parte el dinero.

Cristián sacó su billetera par darle dinero en efectivo. Efectivamente fue culpa de Elisa. Parecía tener la intención de evitarlo, por eso andaba con prisa. Posiblemente estaba muy enojada en ese momento, por lo que no vio el auto que venía.

—En el futuro ten más cuidado.

—Sí, sí.

El conductor que causó el accidente tomó el dinero. Estaba contento mientras no tuviera que poner dinero.

Por la tarde, Elisa se despertó.

Cristián le había dicho al conductor del accidente que se fuera.

Él no era el responsable, además, Elisa estaba bien.

Él se quedó a cuidar de ella, independientemente de sus conflictos, no podía dejarla sola ahora que estaba herida.

—Ah, cómo duele.

Elisa frunció el ceño, quiso tocar su cabeza.

Cristián la detuvo.

—No te muevas, tienes una herida en la cabeza.

Elisa lo miró.

—¿Cristián? ¿Te estás preocupando por mí?

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