¡Vuelve conmigo,mi cariño! romance Capítulo 328

—No me arrepiento.

Isabel no pensaba que estuviera equivocada, solo se sentía satisfecha ahora que Ismael estaba muerto.

Cynthia miró a Isabel durante mucho tiempo antes de encontrar su voz.

—¿Alguna vez pensaste que esto es ilegal? ¿Alguna vez pensaste en mí?

—Lo he pensado.

Isabel pensó que, si no la descubrían, seguiría ayudándola a cuidar a los niños, si la descubrían, sería castigada por la ley y, naturalmente, ya no podría ayudarla a cuidar a los niños.

—Sin mí, también puedes vivir bien. Me parece que Alain es bastante bueno. Después de todo, le diste dos hijos. Aun por los niños, será bueno contigo.

Las manos de Cynthia se cerraron en puños.

—Entonces, ¿esto es lo que has pensado por mí?

—Lo siento.

Aparte de esta frase, Isabel no sabía qué más podía decir.

Cynthia sentía de todo en su interior, pero hizo todo lo posible por aguantar para no derramar lágrimas frente a Isabel.

—Hace dos días, Álex y Alessia me decían que te extrañaban, ¿cómo quieres que les diga que su abuela es una asesina?

La palabra «asesina» cambió la expresión de Isabel.

Cynthia se dio cuenta de que había dicho algo incorrecto, pero no podía hacer nada, solo podía arrepentirse.

—Vive felizmente en el futuro.

Isabel se puso de pie mientras lo dijo, caminó hacia la puerta, puso la mano en el pomo de la puerta, no tiró de él de inmediato, sino que se quedó en silencio. Después de un rato, habló:

—Ya no tiene sentido arrepentirse. No me culpes por no cumplir la promesa de cuidarte bien. Lo siento mucho.

Cynthia no se dio cuenta del significado de sus palabras, estaba sumergida en la culpa hacia sí misma.

Si ella se preocupara más por Isabel, se habría percatado de sus pensamientos y no cometería un delito tan grande.

Originalmente, tuvo la oportunidad de evitarlo, pero ahora...

Cynthia se cubrió la cara llorando, porque de cualquier forma iría a la cárcel.

Originalmente, podía tener una muy buena vejez, pero debido a la venganza contra Ismael, se arruinó la felicidad que le quedaba.

«¿Vale la pena?».

Al escuchar los sollozos de Cynthia, Isabel sintió una tristeza grande en su interior.

—No te pongas triste, pensé en las consecuencias cuando tomé la decisión de hacerlo. Lo que no consideré fueron los sentimientos de ti y los dos niños. Di...

Isabel tenía los ojos enrojecidos y la voz ronca.

—Dile a los dos niños que su abuela ha ido un lugar lejano. No les traigas a verme aquí, y mucho menos les cuentes lo que hice. No soy un buen ejemplo para seguir.

Isabel abrió la puerta.

—En el futuro, tampoco vengas a verme.

Dicho eso, se fue rápidamente, porque temía que se arrepintiera de su decisión si se quedaba más tiempo y oyera los llantos de Cynthia.

Mauricio y Alain estaban en el pasillo. Oyendo el abrir de la puerta, echaron un vistazo al mismo tiempo.

—¿Puedo decirte algunas palabras a solas?

Isabel miró a Alain.

Alain frunció los labios sin decir nada, pero Mauricio supo lo que quería decir.

—Os dejo.

Mauricio se retiró.

Isabel se acercó, juntó las manos y vaciló por un momento.

—¿Te puedo pedir un favor?

El tono de Alain era tan débil que no se podía captar su emoción.

—Dígame.

—Cynthia sufrió mucho conmigo. No la cuidé bien. Ahora encima la he entristecido. Me da mucha pena, y siento muchas disculpas por ella. En el futuro, me temo que no podré cuidar más de ella y los niños. Tengo que pedirte el favor de cuidarlos bien.

—Son mi esposa e hijos, es mi deber no dejar que nadie los lastime.

No era una promesa, pero lo dijo solemnemente.

—Confío en ti.

Isabel sacó una cadena de su bolsillo y se la entregó a Alain.

—Por favor, dale esto y dile que es lo que le dejó su madre.

Alain no la tomó.

Isabel explicó apresuradamente:

—Está un poco alterada ahora, por eso...

Alain entendió y lo cogió.

Era una cadena de platino, muy fina, sin colgante. Miró la cadena y reflexionó con atención las palabras de Isabel. Sintió algo raro y dijo tentativamente:

—¿Esto es lo que le ha dejado?

Isabel guardó silencio un momento y dijo:

—Sí.

Ella hizo una pausa.

—Está un poco alterada dentro, consuélala.

Después de eso, Isabel fue a la puerta y llamó a Mauricio.

Mauricio no se la llevó de inmediato, sino que miró a Alain y le pidió su opinión.

Alain hizo un gesto con la mano.

Mauricio entendió, así que se fue con Isabel.

Alain se quedó allí, mirando el collar que tenía en la mano. Todavía pensaba que las palabras de Isabel tenían otro significado.

Pero rápidamente negó la sospecha, «Si Isabel no es su madre, ¿quién más puede ser?».

Concluyó que había pensado demasiado y que Isabel solo se había equivocado en la forma de expresarlo.

Lo guardó, luego caminó hacia la oficina de Mauricio.

La puerta estaba entreabierta, se podían oír sollozos que provenían del interior.

Era un sollozo oprimente, había un dolor indescriptible.

Sus ojos se oscurecieron, abrió la puerta suavemente para entrar.

Cynthia dejó de llorar cuando escuchó el ruido. Seguía triste, pero no quería llorar delante de la gente.

Alain se acercó.

Cynthia no levantó la vista, se secó la cara y dijo:

—Vamos.

Alain la tomó del brazo, sin decir una palabra, la abrazó en sus brazos, le acarició su largo cabello.

—Llora cuando quieras. No tienes que fingir ser fuerte delante de mí.

Cynthia enterró la cabeza en su pecho.

—Estoy enojada y triste, no porque me lo ha ocultado, sino porque no vale la pena que haga eso. Arruinar su vida por un cabrón no vale la pena.

—Tal vez, ¿cree que vale la pena?

Alain la iluminó.

—Mira, si una persona guarda un rencor en su corazón todo el tiempo, entonces, quizás pueda aparentar alegre, pero ¿guardará esperanza por la vida?

Cynthia se quedó sin habla, tenía que admitir que Alain tenía razón. Pero aun así no podía aceptarlo.

Sostuvo con fuerza el cuello de Alain y preguntó en voz baja:

—Si las pruebas son concluyentes, ¿cuánto tiempo será condenada?

Su palma grande frotó su espalda para calmarla.

—No mucho tiempo.

Cynthia seguía intranquila, pero él se había calmado mucho. Con Mauricio aportando ayuda, pensó que seguramente podía reducir la sentencia de Isabel.

—Volvamos.

Alain la rodeó con sus brazos.

Cynthia se inclinó en sus brazos y asintió con la cabeza. Alain la puso en su abrigo y salió de la oficina. Mauricio los estaba esperando afuera de la puerta.

Habló para consolar a Cynthia:

—Cynthia, no te preocupes, no dejaré que Isabel sufra aquí. Además, es un accidente, la sentencia se conmutará más tarde, no pasará mucho tiempo en la cárcel.

Acentuó la palabra «accidente».

Cynthia comprendió instantáneamente el significado.

—Gracias.

Dijo ella con sinceridad.

Mauricio se rio.

—No es necesario decir eso, somos amigos.

Después del Año Nuevo, todavía hacía frío afuera. La nieve se había derretido y el goteo del agua sonaba por todas partes.

Condujeron de regreso a la casa de la familia Paramés.

Cynthia se secó la cara y se dio unas palmaditas en la mejilla para que se viera mejor en estas fechas, no quería que los niños la vieran llorando.

Al entrar a la casa, no tuvo ni tiempo de cambiarse las pantuflas. Alessia corrió con sus cortas piernas, abrazó la pierna de Cynthia, levantó el anillo que tenía en su mano y preguntó:

—Mamá, mamá, ¿esto es para mí?

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