La mujer parecía tener cincuenta años. Tal vez por una vida insatisfactoria tenía pinta de ser más mayor. El pelo corto llegaba a sus orejas, no era muy alta, pero sí muy delgada, con la mirada sin enfoque. Solo se percató algo de emoción cuando vio entrar a dos hombres.
Mauricio le susurró a Alain.
—He visto el expediente de esta mujer, pone que está condenada a pena de muerte porque mató a su esposo en un homicidio intencional.
La mujer los miró con recelo.
—¿Quién sois? ¿Qué queréis?
Especialmente ponía más guardias con Mauricio, porque ya había venido una vez por la mañana, interrogando a los presos que vivían en la misma celda con Yaiza.
Al parecer venía para investigar la causa de la muerte de Yaiza.
Mauricio no perdió el tiempo con ella.
—Tú has matado a Yaiza.
La mujer pareció un poco sorprendida.
—¿De qué tonterías estás hablando? ¿Acaso tienes evidencias?
Mauricio se rio.
—Te he enseñado mi identificación durante el interrogatorio de esta mañana, sabes quién soy, ¿verdad?
El silencio de la mujer era como un «sí».
Mauricio continuó:
—Claro, debo tener pruebas para señalarte como asesina. Aunque no me lo preguntes te lo dejaré claro. En el expediente donde mataste a tu esposo contiene tus huellas dactilares y tu ADN, encontré tu ADN en las uñas de Yaiza. Da la casualidad de que tienes rasguños en la nuca, obviamente son causados por uñas. Cuando te interrogué por la mañana, dijiste que te lo hiciste tú misma porque sentías picor. Pero, me pregunto qué picor tan fuerte sentirías como para arañarte hasta el punto de sangrar.
—Mentiste en ese momento porque tenías la intención de encubrir el conflicto que has tenido con Yaiza. Sé que no la mataste intencionalmente. Alguien te ha instigado, ¿verdad?
La mujer miró fijamente a Mauricio durante mucho tiempo, luego, de repente, se arrodilló.
Mauricio dio un paso atrás.
—¿Qué estás haciendo? Debes tener claro que, si confiesas la verdad podrás tener un castigo leve, pero si te niegas a confesar la verdad lo que te caerá no será poco. Es inútil que me lo supliques. Solo puedes salvarte si confiesas por qué la mataste. Pero si no me lo dices, también puedo averiguarlo por mi cuenta. Solo has podido relacionarte con esas personas en la prisión. Puedo interrogarlas una por una, por lo que averiguar la verdad solo es cuestión de tarde o temprano.
Fue duro, pero también misericordioso.
La mujer bajó la cabeza.
—Sé que las cosas se revelarán tarde o temprano. En ese momento, perdí la cabeza cuando el carcelero Pedro Muñoz me pidió que lo hiciera. Dijo que mientras lo hiciera, mi sentencia se reduciría, de esa forma podría salir de aquí. ¿Sabes? Mi esposo está muerto, pero tengo a una hija que está cursando el primer año de universidad. Ella es mi única preocupación. Originalmente pensé que podría cuidarla durante unos años si salgo de aquí...
La mujer lloraba mientras lo decía.
Alain no estaba dentro de la zona iluminada, no se le podía ver la expresión.
Mauricio se sorprendió de que lo admitiera tan rápido.
Pero resultó que solo era una persona lamentable.
La mujer se secó las lágrimas.
—El año en que entré en la cárcel, mi hija solo era una adolescente que empezaba el bachillerato. A mi esposo le gustaba los juegos de apuestas. No le dejamos nada de dinero para mantenerse, encima teníamos muchas deudas. Mi hija se mantenía sola a lo largo de los años. Incluso cuando a veces venía a visitarme me daba algo de dinero por temor a que lo pasara mal aquí.
Cuanto más hablaba, más triste se ponía. Sentía mucha lástima por su hija.
—De verdad que me gustaría salir a cuidar de mi hija, por eso... sé que me equivoqué y no debería haber cometido este error.
Mauricio podía suponer los pensamientos de la mujer, probablemente no se quedaba en paz teniendo a su única hija fuera.
—No es fácil que una chica sin respaldo viva sola en esta ciudad. Tiene que esforzarse mucho más que otros para sobrevivir. Si estás dispuesta a confesar la verdad en el juicio, encontraré un trabajo para tu hija después de que se gradúe en el futuro. No tendrá problemas de mantenerse. Te lo prometo, si es necesario también puedo redactar una declaración escrita.
La mujer miró a Mauricio. Sus palabras dieron en su preocupación. No quería que su hija regresara a su ciudad natal porque todos sus familiares sabían que había matado a su esposo, por lo que seguramente la criticarían de tener a una madre asesina.
Mauricio tenía muchas pruebas en mano. Sería inútil si no lo admitiera. Como Mauricio no parecía una mala persona, accedió. Tampoco tenía otra opción.
—Te creo, no es necesario que escribas nada, solo espero que si en el futuro se encuentra con dificultades podáis echarle una mano, no la dejéis ir por el camino equivocado.
¿Cómo podría no saber lo difícil que era para una chica sobrevivir en esta sociedad?
Era posible que fuera por un camino equivocado si no tenía cuidado.
Por supuesto que confiaba en su hija, pero nadie podía asegurarse del futuro.
En caso de que le surgiera alguna dificultad ni siquiera tenía a familiares para apoyarla, ¿en quién podía confiar?
Mauricio fue muy directo:
Mauricio lo tomó y dijo:
—Vale, no se lo diré, le daré el dinero.
—Gracias.
Mauricio asintió con la cabeza. Luego le dio una palmada a la persona que le hizo los arreglos para poder interrogar a esa mujer.
—Gracias, tío. Tomemos una copa otro día.
—Claro, marcharos ahora para que no nos vean.
Instó el hombre.
Cuando Mauricio salió, Alain ya estaba en el auto. Abrió la puerta del auto y se subió al asiento del pasajero.
—¿Qué vas a hacer ahora?
A juzgar por la evidencia que tenían, Diego estaba usando a Gabriel para lograr el propósito de romper el matrimonio de Alain y Cynthia.
Mauricio resopló con frialdad.
—Habrá perdido la cabeza.
Mientras hablaba, miró a Alain con una sonrisa.
—Ser guapo tampoco es algo bueno. Mira los problemas que ha causado tu cara bonita. ¡Aun sabiendo que estás casado insiste en emparejarte con su hija!
Alain lo ignoró, se limitó a conducir el coche.
—Pero en serio, ¿qué vas a hacer?
Mauricio preguntó con una cara seria.
Este asunto no era trivial.
Aunque Diego no era tan poderoso como Elio, su identidad era de respetar.
Si los situaban en las guerras del pasado, el puesto de Diego era como el comisario político, mientras que Elio era el general.
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