Irene realmente no esperaba que Cynthia tomara la iniciativa de venir. La trató con el entusiasmo de siempre porque tenía en cuenta su relación con Alain.
—¿Has venido sola?
Preguntó Irene.
Cynthia asintió.
—¿Quién ha venido a estas horas...?
Elio salió del estudio. Al ver a Cynthia detuvo su pregunta abruptamente.
Parecía que también estaba sorprendido de que viniera a su casa. El hombre no pudo evitar mirar hacia atrás. Se decepcionó un poco al no ver a Alain.
—¿Para qué has venido?
Preguntó con indiferencia.
Cynthia no se movió, se limitó a mirarlo en silencio.
Esta persona era su pariente. En este momento debería haber nervios y alegrías de reconocer a los familiares, pero lo único que le quedaba era preocupación.
Elio se incomodó por su mirada.
—¿Qué haces mirándome así?
Ella seguía sin apartar la mirada. Su tono era calmado.
—¿Puedo hablar contigo?
El rostro de Elio estaba tenso.
—¿Él te pidió que vinieras?
Pensaba que Alain le pidió que viniera para relajar la tensión que tenían.
Por lo que no pudo evitar sentir un poco de alegría.
—No, no sabe que estoy aquí.
Elio frunció el ceño, su rostro era un poco frío.
—¿De qué podemos hablar nosotros?
—¿Acaso somos enemigos? ¿Ni siquiera podemos tener una charla?
Finalmente hubo una alteración en su emoción serena. No era que la indiferencia de Elio le había herido, sino que se sintió impotente y agotada por esta intrincada relación familiar.
Elio frunció los labios y no dijo nada.
Irene se acercó para aliviar la tensión con una sonrisa. Tiró de la manga de Elio.
—Tal vez tenga algo serio que decirte, ¿de verdad quieres portarte como un enemigo?
El rostro tenso de Elio se aflojó un poco. Irene lo tiró hacia el estudio, luego se volvió para mirar a Cynthia.
—Entra tú también.
Puso a Elio en la silla y susurró:
—¿De verdad que no te importa más Alain? Es el único hijo de tu hermana, ¿de verdad quieres romper esta relación? Sé que no quieres. Pues si no quieres deja de poner una cada larga. Que luego te pones triste si de verdad os enemistáis.
Irene conocía a su esposo, por eso sus palabras daban justo en su debilidad. La expresión de Elio finalmente se suavizó, miró a su esposa.
—Sal.
De hecho, tenía curiosidad por saber lo que Cynthia quería hablar con él.
Irene le dio unas palmaditas en el hombro a su marido y luego sonrió a Cynthia.
—¿Qué te apetece tomar?
Cynthia negó con la cabeza.
—Nada.
—Entonces siéntate.
Irene tiró la silla detrás de ella.
Cynthia dio las gracias y se sentó. Había una mesa de té cuadrada que lo separaba de Elio. Irene salió del estudio y cerró la puerta.
—Dime, ¿de qué quieres hablar?
Elio abrió la boca primero.
Frunció los labios y miró a Elio con seriedad.
—No somos enemigos ahora, ni lo seremos en el futuro.
Mirándola a los ojos, Elio se quedó pasmado por un momento, inexplicablemente se sintió inquieto.
—Estoy aquí porque necesito una respuesta tuya. Espero que puedas responderme con sinceridad.
Ella lo miró con un par de ojos exploradores, nerviosos e incluso asustados.
Temía que la muerte de Carmen tuviera alguna relación con él.
Daba igual su respuesta, tenía que afrontarlo sí o sí.
No le quedaba más que preguntárselo, pero había un temblor en su voz.
—¿Tú has provocado la muerte de Carmen?
Elio la miró en silencio, entrecerrando los ojos.
—¿Esto es lo que quieres preguntar?
Cynthia asintió y respondió afirmativamente:
—Sí.
***
Elio habló después de un rato.
—Sí.
Cynthia tiró de su ropa y negó con la cabeza.
—No.
Había perdido todas las fuerzas de su cuerpo, hasta sus piernas estaban sin fuerzas. Hizo todo lo posible por levantarse, le costaba mucho estar de pie.
—Hazme un favor.
—Dime.
Andrés notaba que estaba débil y preguntó preocupado:
—¿Quieres ir al hospital?
Ella sacudió su cabeza.
—Llévame al coche.
Necesitaba descansar y recuperar fuerzas, no podía volver así.
La gente notaría que no estaba bien.
Andrés directamente la tomó en brazos para irse hacia el auto.
El guardaespaldas abrió la puerta del auto y Andrés se inclinó para ponerla en el asiento del auto.
Luego se metió al coche porque estaba preocupado por ella.
Cynthia cerró los ojos, se frotó las sienes, tratando de volver a su consciencia. Le dijo al guardaespaldas:
—Dame una botella de agua.
El guardaespaldas le entregó una botella de agua mineral que había en el coche. Ella tomó unos sorbos. La sequedad y la amargura de su boca desapareció un poco. Levantó los párpados y miró a Andrés.
—Voy a volver.
—¿De verdad que no has tenido conflictos con mi papá?
No era que Andrés no quisiera creer en las palabras de Cynthia, sino que tenía mala cara después de salir de la casa de los Bezos. Era inevitable que lo relacionara con su padre.
Cynthia negó con la cabeza y volvió a decir:
—Se hace tarde, debería volver.
Andrés tuvo que salir del auto sin más remedio. No podía seguir a Cynthia hasta la villa, sentía que no tenía agallas de ver a Alain.
Cerró la puerta del coche luego de salir.
—Vamos.
Cynthia dio la orden.
El guardaespaldas puso en marcha el coche para alejarse.
Después de un tiempo, llegaron a la villa. No salió del auto de inmediato. En cambio, se dio unas palmaditas en la cara para animarse. Cuando sintió que podía lidiar con todos, se bajó del coche.
Cuando salió del auto, vio otros dos autos estacionados en el patio.
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