Mauricio lo dejó claro y luego hizo un gesto a sus subordinados.
El chico tembló de miedo. Intentó pedir clemencia, pero no pudo decir nada durante mucho tiempo. No tenía fuerzas, como si no tuviera huesos.
—De verdad que he dicho todo.
El niño lloró de miedo.
Cristián dijo fríamente:
—Como ser humano, haz lo que debería hacer uno. Tú sabrás lo que haces.
Tras decir eso, rodeó el cuello de Mauricio y se marchó. Preguntó en voz baja:
—No…
Hizo un gesto con la mano de cortar el cuello.
Mauricio le miró.
—¿En qué piensas? Dale una lección y mándalo a casa. No permitas que vuelva a la Ciudad B y ya. Un personaje tan insignificante no sirve para nada.
Y a simple vista, parecía no haber recibido ninguna educación. Era normal que cometiera errores al juntarse con gente equivocada al ser tan joven.
Por muy odioso que fuera, el verdadero culpable era la persona que dirigió todo esto.
Cristián se rio.
—Pensé que era cruel de verdad y que no le importaba ensuciarse las manos… ¡Ay!
Mauricio lo golpeó con el codo.
Se cubrió las costillas y miró fijamente a Mauricio.
—¿Intentas matarme o qué?
Mauricio le ignoró. Se acercó al coche, abrió la puerta y se sentó en el copiloto. Miró hacia atrás y preguntó:
—¿Qué hacemos ahora?
Alain respondió:
—He oído que es el dueño de ese pub de la calle Central.
Mauricio dijo:
—La existencia más increíble del círculo.
Los que podían ir allí eran personas con algo de poder. Se decía que había de todo. Muchos ricachones e hijos de funcionarios se pasaban la mayor parte del tiempo allí.
Por lo que se podía imaginar la cantidad de juegos que había dentro.
En ese momento, Cristián abrió la puerta y miró a Mauricio enojado. Aún le guardaba rencor por su golpe de antes.
—¿Qué haces en mi coche? ¿No quieres el tuyo?
Mauricio dijo indiferente:
—Alguien lo conducirá.
Sus subordinados estaban aquí, y no fue él quien condujo cuando vino.
Cristián resopló con frialdad.
—No me extraña que estés soltero.
Mauricio miró a Cristián con seriedad y dijo palabra a palabra:
—No vuelvas a mencionar esto.
¿Merecía ser burlado por no tener novia?
Y encima todos los putos días.
¿Qué pasaba? Era muy divertido o qué.
¿De verdad creía que no se enfadaría?
—¿Qué, enojado?
Cristián pisó el acelerador y arrancó el coche.
Le miró de reojo.
—¿Me vas a decir que has perdido la virginidad?
Mauricio estaba muy irritado.
Miró seriamente por el retrovisor a Alain y preguntó con cautela:
—¿Chloe ya está bien?
Alain asintió sin levantar la cabeza.
Sin esperar a que Cristián siguiera preguntando a dónde había ido, añadió:
—No lo sé.
Cristián estaba deprimido y no parecía tan relajado como antes. Debía estar evitándolo a propósito al no regresar.
Estaba muy unida a Cynthia y ahora que ésta también se fue, menos ganas tendría de volver.
Pensase como lo pensase, se sentía abandonado.
Cristián miró a Mauricio y le preguntó dolorido:
—¿Ya te sientes cómodo ahora que estoy triste?
Mauricio enarcó una ceja, aparentemente indiferente, pero lo que dijo le irritó aún más.
—No. Sólo ver cómo te alteras me pone de buen humor.
Cristián le miró fríamente.
—Cabrón.
—¿Y tú eres un santo?
—Voy a romper contigo.
Dijo Cristián con fiereza.
Mauricio descubrió que el hombre del asiento trasero estaba al borde de la ira, y se tragó las palabras.
Le lanzó una mirada a Cristián para que mirase hacia atrás. Cristián lo entendió y vio cómo el ambiente sombrío se extendió por todo el coche, estaba a punto de estallar.
Los dos no se atrevieron a discutir. En todo el coche solo se podía escuchar la leve respiración.
El coche no tardó en llegar al pub.
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