—Presidente Alain, ¿conoce a la persona que aparece? ¿O está interesado en ella?
La gerente de relaciones públicas se agachó para recoger los archivos y la tarjeta de invitación que se habían caído al suelo. Era una invitación que le había dado su amiga, la puso entre los archivos y se le olvidó sacarla. Cuando vino a la reunión, sin querer tiró los archivos al suelo. Alain, que venía a la reunión, se quedó observando la invitación por un instante, por eso preguntó con curiosidad.
Puso en sus brazos los archivos que recogió, sostuvo la tarjeta de invitación en la mano, la miró durante unos segundos antes de entregársela a Alain.
—De todos modos, estoy casada, no tengo más oportunidad de ponerme un vestido de novia. Si voy es posible que me agrade algún vestido de novia bonito, en ese caso me saldrán las ganas de cambiarme de marido. Es mejor que se lo quede usted y me quite esa idea en mente.
Como gerente de relaciones públicas, manejaba muchos casos complicados de la empresa, era una experta observando las expresiones faciales de las personas.
Incluso si Alain no había mostrado que la quería, podía ver que estaba interesado en la persona que aparecía en la invitación, de lo contrario no se detendría.
Alain acercó su mano para tomarla.
—Gracias.
La gerente de relaciones públicas era una mujer de mediana edad de unos cuarenta años, con el pelo corto y un elegante atuendo profesional, entró a la oficina siguiendo a su jefe y de paso cotilleó un poco:
—¿Conoce a la mujer de la invitación?
«¿Será que cambiado de pareja? La mujer que reconoció delante del personal de la empresa no era esta».
—¿Te interesa mucho mis asuntos personales?
Alain la miró a la ligera sin expresión en la cara.
La gerente de relaciones públicas era muy ingeniosa, sonrió.
—Cotillear es una naturaleza de las mujeres. Aunque el presidente Alain siempre me hace trabajar como a un hombre, le tengo que recordar que soy una mujer.
Después de hablar, se sentó en su lugar. Alain no daba trato diferente a hombres o mujeres, siempre que fueran competentes, les confiaría tareas importantes.
Miró con ojos sombríos a la mujer que llevaba un cheongsam rojo en la tarjeta de invitación.
Después de la cirugía plástica de Chloe, el médico le envió una foto, por eso sabía cómo se veía Chloe ahora, incluso si no tenía ninguna similitud con su cara de antes, la reconoció porque había visto esa foto.
Chloe desapareció después de ser dado de alta del hospital. Supuso que estaba con Cynthia. Aunque no había rastro de Cynthia en la tarjeta de invitación, sintió que seguramente tenía algo que ver con Cynthia.
Le pidió a Henry que pusiera la tarjeta de invitación en su oficina, luego se sentó en la silla principal de la mesa de conferencias para comenzar la reunión del día.
Había unos cientos de altos ejecutivos en la sala, todos ellos mantenían su compostura sentados. Para ellos, todas las reuniones que hacían últimamente parecían una tortura.
Tenían mucho miedo, así como de decir algo incorrecto, de que el jefe no estuviera contento con sus trabajos, y de que la reunión fuera interminable. Cada vez que se sentaban en esta sala, eran unas horas eternas allí, todos se quejaban en sus interiores de que eso era explotación.
El hombre sentado en el asiento principal nunca les daba una sonrisa radiante, sus empleados tenían la sensación de que habían hecho algo mal.
No obstante, aunque hicieran su trabajo a la perfección, el hombre tampoco era capaz de darles una sonrisa.
Bueno, en comparación con antes estaba siendo un poquito más simpático, al menos decía algunos elogios a los que llevaban a cabo un buen trabajo. Lo que hacía antes era no decir nada a los que hacían bien su trabajo; sin embargo, para los que no habían hecho la tarea que les asignó o que la tarea completada no llegaba a sus requisitos, directamente les echaba una bronca delante de todos, sin importar si los dejaba mal.
En comparación con antes no se podían quejar mucho del estado actual. Solo rezaban en su mente de que esta situación terminara pronto, porque sentían que eran víctimas del estado de ánimo de su jefe.
La reunión no duró mucho, terminó en menos de tres horas.
Alain fue el primero en salir de la sala de reuniones. Henry lo siguió e informó sobre la agenda del día:
—Al mediodía, tiene una cita con el presidente Izan en el Restaurante Luna. A las 15:00 tiene que hablar sobre el caso de adquisición con el presidente del Grupo Meollo. A las 20:00 tiene que asistir a una gala benéfica, ¿necesita que le busque un acompañante?
Generalmente, la gente iba a estos eventos con un acompañante, algunos llevaban a sus secretarias y otros a sus esposas. Aparentemente era un acto de caridad, en realidad, solo era otro tipo de socialización. Los que podían ser invitados tenían un cierto estatus social. En esta oportunidad de reunirse, era inevitable hablar de asuntos laborales.
Cristián levantó lentamente los ojos, burlándose de Mauricio:
—¿Quién es el descarado? Solo he dicho un comentario sincero, tú eres el que ha malpensado. He dicho la verdad. La mujer que aparece aquí realmente es hermosa, pero es demasiado fría, no como mi Chloe, que da una sensación cercana a los demás.
Dejó la tarjeta de invitación sobre la mesa, se acercó y se paró junto al sofá, con las manos sobre los hombros de Mauricio.
—Soy sincero, no me escondo nada, a diferencia de ti, que finges ser un reservado.
¡Biiiip, biiiip!
En ese momento sonó el teléfono en el bolsillo de Mauricio. Miró a Cristián. Quería contestarle algo, pero al final no dijo nada. Sacó el teléfono para ver un número desconocido que no le sonaba nada.
Cristián echó un vistazo y se sentó en el sofá de enfrente.
—¿No será alguna llamada comercial?
Mauricio lo miró con frialdad.
—No te callas ni debajo del agua.
Cristián frunció los labios, «Vale, me callo. ¿Por qué es tan poco gentil?».
Él murmuró:
—Grosero.
Mauricio lo ignoró para coger la llamada, pronto se escuchó una clara voz femenina.
—¿Es el oficial Mauricio?
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