Mauricio frunció el ceño levemente, la voz le era familiar, pero no recordaba de quién era.
Al otro lado de la línea la chica se sintió un poco decepcionada al darse cuenta de que Mauricio no reconocía su voz.
—Soy Luciana.
Mauricio dijo:
—Hola, ¿me llamas por algo?
—Sí, ¿estás libre? Descanso al mediodía, ¿puedes venir a buscarme?
La voz de Luciana sonó otra vez.
Mauricio miró el reloj de la pared y dijo:
—Sí.
—Entonces te esperaré en la entrada de la universidad.
—Vale.
Luciana frunció levemente el ceño. «Qué poco simpático es. ¿Por qué contesta de forma tan borde?».
—¿Adiós?
Luciana dijo de nuevo.
—Adiós.
Luciana sostuvo el teléfono en la mano luego de colgar, lo miró y sonrió, pensando que ese hombre también era un poco gracioso comportándose así.
En realidad, tenía móvil. Cuando Mauricio le pidió su número no lo sacó porque no confiaba mucho en él. Era una chica fuerte, incluso podía sobrevivir sin parientes.
Su móvil no era de esos que costaban mucho, pero le bastaba con que fuera útil. Era una chica aplicada en los estudios, hasta ganó una beca semestral este semestre, además también hacía trabajos a tiempo parcial, por lo que no le era difícil mantenerse.
Pensó que cuando se graduara en dos años y cuando tuviera un trabajo estable, su vida sería más estable.
Mauricio estacionó el todoterreno negro en la entrada de la Universidad H. Cuando bajó la ventanilla, vio a Luciana parada en la entrada de la escuela. Llevaba una camiseta blanca, unos vaqueros de cintura alta, un par de zapatillas blancas y una mochila negra en la espalda. Su cabello largo estaba recogido en una coleta, tenía una pinta juvenil, llena de energía. Al ver a Mauricio, se acercó corriendo hasta quedarse frente a la ventanilla del auto, luego preguntó:
—Lo siento, no puedo invitarte a pasar. Todos mis compañeros saben que no tengo parientes aquí, si de repente me ven contigo, me temo que la gente divulgará chismes sobre nosotros.
—Sube.
Mauricio desbloqueó el coche.
Luciana se subió al coche, luego señaló hacia delante:
—Sigue recto y gira a la derecha.
Mauricio no preguntó a dónde iban, solo condujo de acuerdo con sus órdenes, preguntó sin quitar los ojos de enfrente.
—¿Me buscas por algo?
Luciana lo miró, en broma dijo:
—¿No puedo buscarte sin motivo?
—No es eso.
Mauricio sonrió con torpeza.
—Soy bastante directo, no me lo tengas en cuenta.
—Lo sé, no te preocupes.
Ella pensó, «Realmente es tan soso como dijo su amigo. ¿La gente así tiene aficiones en la vida?».
Pronto el auto llegó a donde guiaba Luciana, ella hizo un gesto con la mano.
—Para aquí.
Mauricio detuvo el auto al costado de la carretera, Luciana empujó la puerta del auto para bajarse.
—Baja también.
Tomó la delantera para entrar en un restaurante llamado «Hasta Luego». Mauricio miró el entorno, como no estaba muy lejos de la universidad, esta calle estaba llena de restaurantes, salió del auto y entró en el restaurante. Luciana estaba pidiendo comida, el hombre tenía el ceño fruncido porque no entendía lo que quería hacer la chica. «¿Me ha llamado para comer juntos?».
—De momento esto.
Luciana terminó de hablar con el jefe, luego se acercó, eligió un puesto y le dijo a Mauricio:
—Aquí mismo.
Mauricio no dijo nada mientras tomaba asiento en donde decía.
—No te disgusta este lugar, ¿verdad?
Sentía que se había hecho un amigo indecente.
—Entonces, ¿has tenido novia?
Preguntó Luciana.
Mauricio puso cara seria.
—No preguntes por los asuntos de los adultos.
Luciana hizo un puchero.
—Quedamos en que no tengo que presentarte una novia, ¿verdad?
Al principio, Mauricio pensó que los tallarines deberían estar deliciosos con este olor tan fragante, pero ahora había perdido por completo el apetito.
Dejó los palillos, miró a Luciana y dijo con seriedad:
—A mi amigo le gusta decir cosas sin pensar. No tienes que hacer caso de lo que dice.
—Vale, ¿entonces te hago caso a ti?
Ella lo miró con una sonrisa, cuando sonreía lucía gentil y fina.
Mauricio se quedó embobado por un momento, luego rápidamente retractó la mirada y bajó la cabeza para comerse los tallarines.
—Sí, en el futuro solo hazme caso a mí.
Luciana apoyó la barbilla y lo miró sonriendo, pensando que era muy «lindo».
Tal vez este adjetivo no era muy adecuado para él, pero pensaba que le pegaba mucho en este momento.
Después de terminar los tallarines, Mauricio la llevó de regreso a la universidad antes de irse. A mitad de camino, descubrió que se había dejado su bolso en el auto, así que se dio la vuelta para regresar.
Cuando llegó a la entrada de la escuela, vio mucha gente amontonada allí, estacionó el auto a un lado de la carretera, tomó el bolso de Luciana, empujó la puerta del auto y bajó.
—Es ella. La otra noche se fue con varios hombres en la discoteca. Ahora finge ser inocente y pobre en la universidad. ¿Por qué eres tan hipócrita? No me digas que el dinero que ganas prostituyendo no te es suficiente para gastar. Me da asco que te hagas la lastimosa para conseguir que los compañeros de clase sientan pena por ti. Luciana, ¿no eres demasiado descarada?
La chica que hablaba era compañera de residencia de Luciana, encima eran de la misma clase. Su nombre era Silvia Borges, desde que Luciana fue elegida ese día sentía resentimiento por ella.
Se consideraba mejor que Luciana en todo, por eso le parecía injusto lo que pasó, «No es guapa y ha estado con hombres, no entiendo por qué le cae bien a los chicos».
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