Silvia siempre le había guardado rencor. Cuando se enteró que el chico que le gustaba se confesó a Luciana hacía unos días, la envidia que había estado aguantando estalló. Por lo que nada más verla bajar del auto de Mauricio, la detuvo en la entrada de la universidad, tratando de humillarla y desacreditarla delante de los estudiantes.
No había expresión en el rostro de Luciana. En el pasado la habían criticado de todo por su padre. Ahora que había crecido, podía enfrentarse a tales críticas con mucha calma. No admitiría cosas que nunca había hecho, ni dejaría que otros la calumniaran.
—¿Cómo sabes que estuve en la discoteca? ¿Me has visto allí porque tú también estabas? En ese caso me gustaría preguntarte por qué estabas allí. Además, ¿cómo sabes que he prostituido? ¿Acaso lo viste en persona?
Sus ojos agudos se enfrentaron a Silvia sin vacilo.
Lo que dijo parecía tener sentido.
Todos miraron a Silvia con cara de estar preguntando: «¿Cómo sabes que estuvo en la discoteca?».
Silvia entró en pánico por unos segundos y dijo:
—Me lo ha contado mis amigas, no estoy mintiendo, podéis preguntárselo a mis amigas.
Ella señaló a las dos compañeras de clase.
—¿Me habíais dicho que Luciana se bajó del auto de un hombre?
Como de verdad vieron a Luciana bajarse del auto de un hombre, le dijeron a todos lo que vieron.
—¿Veis? No he mentido. Ha estado fingiendo ser pobre en la escuela para ganarse la lástima de los compañeros de clase. En realidad, hace de puta fuera de la escuela. Encima es tan descarada de seguir viniendo aquí. Yo en su lugar me habría ido lejos.
Luciana se mordió el labio y se estremeció, porque no podía explicarse, era un hecho que se bajó del auto de Mauricio.
Al ver que Luciana no decía nada en refutación, Silvia se volvió más desenfrenada.
—Eres una perra desvergonzada, encima te atreves a rechazar la confesión de Lenin. Has seducido a los hombres por ser putilla, ¿verdad?
El rostro de Luciana estaba enfurecido, miró a Silvia a los ojos como si quisiera fulminarla con la mirada.
—¡Qué tonterías dices!
—Ja, ja, ¿tonterías? Si hace nada el hombre con el que te acuestas ha venido a la escuela. ¿Qué pasa? Cuando estabas en su cama no esperabas que algún día te expondrían, ¿verdad? ¡Eres una sinvergüenza!
Silvia no paraba de exagerarlo diciendo palabras feas.
—¿Ves? Te están mirando todos tus compañeros, ¿qué tal si te quitas la ropa y nos dejas apreciar el cuerpo con el que seduces a los hombres?
Luciana estaba airaba.
—Mira cómo de furiosa te has puesto. ¿Qué pasa? ¿Quieres pegarme?
Silvia se rio.
Luciana apretó las manos, cerró los ojos, contuvo su enojo y dijo con frialdad:
—Pegarte solo ensuciaría mis manos.
Después de hablar se dirigió hacia el campus. No obstante, Silvia no quería dejarla en paz, agarró su ropa. Cuando tiró, reveló una cintura delgada y blanca. Al notar que los compañeros tenían ojos puestos en la cintura de Luciana, a Silvia se le ocurrió algo y deliberadamente levantó más su ropa.
—No me extraña que puedas seducir a los hombres, mira esta cintura, seguro que puedes dar mucho placer a los hombres, ¿verdad?
Luciana bajó la mano para tapar su ropa, miró a Silvia y gritó:
—¡Suéltame!
—Oye, perra, si tampoco eres virgen, ¡deja de fingir que eres inocente!
Silvia mostró una expresión aterradora, estaba celosa de la buena figura que tenía Luciana.
Silvia realmente consiguió enfurecer a Luciana, porque se había pasado de su límite de tolerancia. Sin pensar mucho, Luciana empujó a Silvia. El empujón de Luciana pilló a Silvia por desprevenida. Retrocedió unos pasos y casi se cayó al suelo. Sus movimientos graciosos provocaron las risas de los estudiantes.
Silvia sintió que Luciana la había puesto en humillación, la miró fijamente y estaba a punto de golpearla con la mano en alto, sin embargo, alguien la agarró de la muñeca. Ella estaba furiosa, así que no dudó en maldecir:
—¿Quién coño me está…?
Al ver con claridad de quien se trataba, sus palabras se atascaron en su garganta.
Todos miraron a la persona que apareció de repente. Mauricio emanaba una sensación rígida cuando no sonreía, como iba vestido de uniforme, lucía más insensible.
Alguien susurró en voz abaja:
—Os presento a mi novio. Ya soy mayor de edad, creo que tengo derecho a tener un novio.
Dicho eso, tomó el bolso que le entregaba Mauricio y pasó por los compañeros que bloqueaban la entrada de la escuela para correr hacia el campus.
Mauricio miró a la pequeña espalda solitaria e indefensa ante los insultos de sus compañeros, de repente sintió un deseo de protegerla. Solo tomó un segundo para tornar su rostro aturdido en rostro frío.
Se giró para mirar a Silvia que estaba estupefacta en su lugar, su voz no era alta ni baja, pero estaba llena de conmoción.
—¿Cómo te llamas?
Silvia tragó saliva, estaba tan asustada que solo quería retroceder y mantenerse alejado de él.
Un compañero que estaba emocionado viendo el espectáculo dijo:
—Su nombre es Silvia Borges, una compañera de clase de Luciana, también es su compañera de residencia.
Mauricio asintió, luego esbozó una sonrisa fría.
—Si me entero de que la vuelves a insultar, visitaré al director para que llame a tus padres, me gustaría saber qué tipo de padres han criado a alguien tan maleducada como tú.
Después de hablar, miró a algunos estudiantes que aún estaban disfrutando de la escena y dijo con frialdad:
—Se acabó el espectáculo.
Todos se fueron uno tras otro.
Mauricio caminó hacia el auto. Silvia se mordió el labio y miró a Mauricio con odio, pensando que ese hombre la había dejado en humillación delante de todos, «¿Qué pensarán la gente de mí ahora?».
—Pareces una persona con estatus, pero te echo unos treinta años. ¿Cómo has podido buscarte de novia una chica que cursa el primer año de universidad? Si con algunos años más incluso puede ser tu hija. ¿No sientes que eres un pederasta?
Mauricio detuvo sus pasos. Silvia pensó que iba a venir a pegarle, así que se escapó asustada.
Mauricio miró a Silvia que se alejaba y suspiró, bajó la cabeza y se frotó las sienes doloridas, luego abrió la puerta y se subió al auto, no lo puso en marcha de inmediato, solo se sentó allí.
Parecía que estaba recordando lo que había pasado. Fue tan repentino que no tuvo tiempo de disfrutar del beso. Era la primera vez que tenía un gesto tan íntimo con una chica, se le quedó una fuerte impresión, especialmente su fragancia.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Vuelve conmigo,mi cariño!