¡Vuelve conmigo,mi cariño! romance Capítulo 600

Mauricio sonrió y no contestó nada. Como Cristián decía que no era romántico, lo que no podía negar.

—Venid a sentaros.

Martín estaba sentado en el sofá, leyendo el periódico. Al verlos entrar, lo dejó.

Mauricio se acercó, y Luciana le siguió detrás.

—Mauricio, sentados un rato, la comida está lista pronto.

Hannah dijo sonriendo.

Mauricio asintió con la cabeza.

—Gracias, hoy te ocupas mucho.

Hannah bromeó:

—Ya que piensas que yo me ocupo mucho, ¿por qué no lo haces por mí?

—Si no pienses que soy torpe.

Mauricio se alzó e iba a ayudarla. Hannah se apresuró a hacer un gesto con la mano.

—Es una broma, no la tomes en serio. Sentados.

Se dio la vuelta y fue a la cocina.

Perla se quedó mirando a Luciana. Sentía disgusta y se volvió a ir a la cocina. Antes quería que Mauricio y su hija estuvieran juntos, pero él ya había traído a su novia. Claro que no estaba contenta.

Miró a su hija, que seguía cortando verduras, y le quitó el cuchillo de la mano.

—Vete a acompañar a los invitados. Puedo hacerlo sola.

—No hay ningunos desconocidos, y papá ya está.

Hannah no entendía a Perla.

No era que no lo entendiera, sino que también le sorprendió que Mauricio llevaba a una chica, y así que no sabía qué hacer.

Perla estaba a su lado, suspirando:

—Antes tu papá esperaba que te casaras con Mauricio, y no estabas de acuerdo. Míralo ahora, ya es subdirector, y no tiene ningunas amantes en estes años…

—Mamá.

Hannah no quería escuchar sus quejas.

—Las cosas ya han pasado. No las repitas, ¿vale?

No había oportunidades para arrepentirse, y por eso ¿de qué servían los lamentos?

Perla suspiró otra vez, y se acercó a ayudar a Hannah.

—Yo tampoco sé cuándo tuvo una novia.

Hannah no dijo nada. Cuando el aceite estaba caliente, puso el jengibre cortado en la sartén, y lo revolvió a fuego lente para que soltara su olor. Después añadió la pimienta y el laurel, y al final, agregó al pollo picado.

Con un sonido, el aroma de los ingredientes salió de inmediato.

—Mauricio no podría tener esta posición si tu papá no le hubiera promovido.

Cuanto más lo pensaba Perla, más molesta se sentía.

—Esa chica parece tan joven para estar juntos con Mauricio.

—Mamá, ¿qué quieres decir?

Hannah miraba a Perla, desconcertada.

—Con tal carácter aburrido, Mauricio puede encontrar a su novia. Nos habríamos sentido felices por él, pero mírate, pareces que no estás contenta.

—Eres tú quien habría estado a su lado, ¿ni siquiera te arrepientes?

Perla sentía que Hannah era demasiado descuidada.

Eligió a ciegas al marido malo, y no tenía ningunas reacciones cuando sabía que Mauricio tenía novia.

—¿De qué sirve el lamento? Lo he perdido.

Hannah hizo una ligera mueca.

—No hables más, por favor.

Pronto, Perla se sentía aliviada.

—Hay tantos hombres en el mundo, así que no es difícil encontrar a un marido. Todavía eres joven, y no tienes hijos. Es fácil para ti pescar a un buen hombre, Mauricio no es el único que queda.

Hannah no contestó.

Perla se volvió y se fue. Hannah la llamó:

—Mamá, ¿qué haces?

—Voy a atenderles con unas bebidas.

—Yo iré, quédate mirando los platos.

Hannah dejó la espátula en la mano.

Pensando que estes jóvenes tenían algo de que hablar, Perla entró, cogió la sartén, en la que se cocinaba el pollo picante, y preguntó:

—¿Has agregado todas las especias?

—Sí, claro.

Hannah se lavó las manos, sacó vasos y les sirvió tres vasos de zumo fresco. Colocó cada uno delante de ellos, puso la bandeja vacía sobre la mesa y se sentó en el sofá al lado de Luciana.

—Pareces muy joven, supongo que eres menor que Mauricio.

—Sí.

—¿Dónde trabajas?

Hannah cogió una uva del plato de frutas y la llevó a la boca.

Luciana no lo cubrió y no sentía que había algún problema, contestó:

—Soy universitaria de primer año.

Hannah se sorprendió por un momento. Luciana se veía joven, pero no creía que ella era estudiante de primer curso. Miraba a Mauricio, y dijo con una sonrisa:

—Te gustan tales pequeñas, ¿eh? Pensé que no te gustaban las chicas.

Mauricio mostró una sonrisa rígida.

—Yo también soy una persona normal.

—Claro, no eres un monje sin sentimientos.

Antes creía que era demasiado aburrido, y no sabía nada romántica. Pero después de una vez de matrimonio, se di cuenta de que un hombre así era más confiable que los hombres con dulzuras.

—No bebas mucho, tienes que llevarme a la escuela esta tarde.

—Puedo hacerlo.

Antes de que Mauricio contestara, dijo Hannah.

Luciana dijo sonriendo:

—No te molestes. De hecho, es que no tengo mucho tiempo, y espero que Mauricio me acompañe más.

No le gustaba que Hannah se acercara a Mauricio y lo pegara a intencionalmente, debería tener objetivos malos.

Si realmente era la novia de Mauricio la que estuviera aquí, se habría producido un malentendido.

Afortunadamente ella no era su novia de verdad y así que podía tratarlo con una mente clara como una espectadora. Y entendía que no era culpa de Mauricio, sino que esta mujer provocaba malentendidos a propósito.

Si felicitaba a Mauricio en realidad, debería mantener la distancia al saber que tenía novia, en vez de acercarse con intensión.

Martín se rio.

—Pues no beberé hoy, beberé más en el banquete de tu boda otro día.

Hannah bajó la botella y vertió un vaso para sí misma.

—Hay muchos novios que se aman, y se separan. Algunos por las incompatibilidades de caracteres, algunos por los hábitos diferentes, y otros por la diferencia de edad. Nadie sabe lo que pasará hasta el último momento.

Claro que Mauricio había entendido sus palabras, se demudó, pensando que ella lo decía dirigida a él.

—Hoy estoy contento e invito a Mauricio a casa a comer. ¿De qué estás hablando? Estás de mal humor, pero no afectes a otros. Si no tienes hambre, vayas a tu cuarto.

Martín regañó a Hannah en voz seria.

—Sólo hablas mal a la mesa.

—Papá, soy tu hija, ¿no? ¿Por qué me expulsas?

Hannah se mordió los labios.

—Bien, no como.

Se alzó y miró a todos.

—Lo siento, no estoy de buen humor, no os importen las palabras negativas.

—No nos importan. Siéntate y comemos juntos.

Mauricio se sentía incómodo, pero no lo demostraba en cara, tampoco podía decirlo por Martín.

Martín tenía cara mala.

—Siéntate.

Hannah se acercó y le rodeó a su padre el cuello con sus brazos.

—Me siento de mal humor por el divorcio, y digo algo malo. Ignóralo, Mauricio ni siquiera está enfadado conmigo, ¿por qué sigues enojado?

Martín le apartó las manos.

—No me engañes. Hoy puesto que es Mauricio, si no, cualquier persona se habría molestado.

—Lo sé, no habrá una próxima vez.

Hannah volvió a su asiento y miró a Mauricio con una sonrisa:

—No te importa, ¿no?

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