¡Vuelve conmigo,mi cariño! romance Capítulo 618

Cynthia miró a Cristián y estuvo a punto de soltarle lo que le pasaba a Chloe, para que él supiera lo mucho que estaba sufriendo Chloe por dentro.

Pero al final, la razón superó el impulso, y ella le prometió a Chloe que no podría decírselo a Cristián.

—Chloe ha sufrido mucho, tú eres el hombre, por mucho que te insulte y te pegue, tienes que aguantarla.

—Lo sé.

Cristián, con la cabeza agachada, dijo:

—Todo fue culpa mía…

—Cristián.

Le interrumpió Cynthia diciendo:

—No me refiero eso, sea cual sea la razón por la que te hace todo esto, tienes que soportarla incondicionalmente, ¿puedes prometerme eso?

Cristián estaba inquieto por dentro y dijo:

—Cynthia, sólo dime lo que pretendes decir, me estás agobiando un poco, como si me ocultaras algo.

—Sólo prométeme.

Cynthia mantuvo la boca cerrada, era mejor que Chloe se lo dijera a Cristián en persona cuando ella estuviera preparada y pudiera afrontarlo ella misma.

Independientemente de que al final pudieran volver a estar juntos, debería ser Chloe quien se lo dijera.

Chloe sólo había estado embarazada del hijo de Cristián en su vida, y aunque por desgracia el bebé no había nacido, por lo menos había existido.

Cynthia sacó los platos y los cuencos del armario, sirvió la sopa y el arroz, y cogió unos platos vacíos. Los puso en una bandeja y se la dio a Cristián para que la llevara.

Cristián la siguió obedientemente, como un niño que había hecho algo malo. Después de todo, el sufrimiento de Chloe era debido a que él no había roto bien su relación con Elisa, y siempre se lo debería a Chloe, y en el futuro, lo único que podría hacer era tratar de compensarlo y quererla bien.

Cynthia cogió un poco de los tres platos favoritos de Chloe y los puso en una bandeja:

—Llévalos tú.

Cristián dijo:

—Vale, no tenéis que esperarme.

—Quién te esperará, nos comeremos todos los platos.

Sin levantar la cabeza, Mauricio empezó a comer.

Cristián soltó una carcajada:

—Adelante, no te atragantes con todo lo que estás comiendo.

Dicho esto, se marchó.

Alessia soltó una risa:

—Tío Mauricio, ¿tío Cristián te ha regañado?

—Sabiendo que me ha regañado, ¿por qué me lo preguntas? Esto me hace sentir aun peor, ¿sabes?

Mauricio miró a la niña.

Alessia se rio aún más:

—Lo sé, por eso te lo he preguntado a propósito, jajaja.

Mauricio se rio también:

—Cada vez eres más elocuente y nadie se atreverá a casarse contigo cuando seas mayor.

Al oír las palabras de Mauricio, Alain levantó la cabeza y miró a su encantadora hija, que aún era muy pequeña, con un rostro que parecía una muñeca tallada en jade.

De repente, dejó los palillos, deprimido al pensar que su hija crecería y se casaría con otro.

«¡Nadie sería digno para casarse con mi hija!»

Cuanto más pensaba en ello, más infeliz se sentía. Alain se levantó y salió del comedor.

Mauricio se quedó perplejo, miró a Cynthia y le preguntó:

—Cynthia, ¿qué le pasa? ¿He dicho algo mal?

Cynthia miró a Alain y le dijo:

—Nada, come, luego iré a verlo.

Mauricio asintió y siguió comiendo, hablando de vez en cuando con los dos niños.

En la habitación, Chloe estaba tumbada en la cama y no se levantó, sin hacer caso a Cristián.

Cristián se sentó en el borde de la cama y dijo:

—Tienes que comer aunque no te gusto, ¿te maltratas a ti mismo deliberadamente para que me dé pena?

—Sí, me caes tan mal que te pido que te vayas.

Chloe estaba cansada de escucharle.

—Está bien que no te gusto, yo te enseñaré a cómo gustarme.

Los dos salieron del chalet y mientras se subían al coche Cristián preguntó:

—¿Te llevo a casa?

Mauricio suspiró y luego añadió:

—Mejor llévame a la comisaría.

—¿Qué vas a hacer en la comisaría a estas horas? ¿Tienes mucho trabajo que hacer?

Mauricio le miró y replicó:

—Mi coche sigue en la comisaría y mañana por la mañana trabajo, ¿me llevas al trabajo mañana?

—No tengo tanto tiempo.

Cristián arrancó el coche y salió del aparcamiento.

Pronto el coche llegó a la comisaría y Mauricio se bajó.

—Me voy.

Dijo Cristián mientras bajaba la ventanilla.

Mauricio le saludó con la mano y se dirigió a la comisaría. Cuando llegó al despacho para recoger las llaves de su coche, vio a un subordinado que acababa de terminar su turno, entonces le preguntó:

—¿Acabas de terminar tu turno?

—Sí, acabo de terminar de almacenar el expediente.

Mauricio le preguntó:

—¿Qué expediente?

El hombre contestó:

—Es la presa que murió repentinamente y su cuerpo fue recogido por su familiar, he archivado su expediente, ¿no lo sabes? No estás con esa…

—¿Cuándo ha sido?

Antes de que el otro hombre pudiera terminar su frase, Mauricio le interrumpió y sacó su móvil para llamar a Luciana.

«¿Por qué ha recogido el cuerpo de su madre tan rápido?».

Ni siquiera se lo había dicho.

No le cogió la llamada y el móvil de Luciana estaba apagado.

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