Al oír la voz familiar, Chloe se frotó los ojos y miró a la hora. Ya eran las tres y media de la noche.
—Sí, Señora Cynthia.
—¿Te he despertado? —le preguntó suavemente.
—No, no. ¿qué ha pasado?
Consideró un momento, —Cristián ha cenado con nosotros porque Mauricio y Luciana han obtenido la licencia de matrimonio, lo cual nos alegra mucho y hemos bebido el vino. Pero él no ha pedido el servicio de chófer...
—¿A él le ha pasado el accidente?—ella se despertó del sueño completamente—¿Cómo está?
—Todavía no lo sé, pero parece muy grave. Alain y Mauricio ya han ido al hospital, pero yo no puedo ir. Si tienes el tiempo libre, vuelve a verle. Él no tiene pariente salvo su abuela, que ya tiene la edad avanzada.
—Bueno —Chloe apenas dudó.
—No tengas prisa, vamos a cuidarle. —temió de que le ocurriera algo si se puso nerviosa.
—Sí, yo lo sé.
Después de colgar la llamada, Cynthia no pudo volver a dormirse.
Se preocupaba mucho por Cristián.
Vino Isabel.
—Mamá, descanse.
—Me he despertado, y ya no tengo sueño. Charlemos un poco.
Isabel le habló con intención para que ella no pensara demasiado.
—Calessita ahora sabe mucho y le gusta estudiar. Sus notas han mejorado mucho.
—Ella ha crecido.
—Sí, recuerdo qué pequeños eran cuando nacieron, pero ahora resultan ser adolescentes. Y vas a tener tu tercer bebé. —sintió mucha emoción.
«¡Qué rápido que ha pasado el tiempo!»
Cynthia sonrió. El tiempo transcurrió volando, antes ella nunca había pensado que llevaría una vida tan feliz.
Los hijos le acompañaba y su marido era guapo y rico.
Hablaron mucho. Ya era muy avanzada. Isabel se durmió en el borde de la cama, Cynthia le cubrió una manta por encima.
La habitación estaba fresca con el aire acondicionado encendido todo el tiempo.
Chloe había reservado un billete del vuelo más temprano y Elijah vino a despedirla, —¿Por qué te vas con tanta prisa? ¿Qué ha pasado? Incluso no desayunas.
Ella no se llevaba nada más que una bolsa, —A Cristián le ha pasado un accidente grave.
—Vale, ¿pero él no aprovechará el accidente para que le compadezcas y te ablandes?
—No. La señora Cynthia me ha llamado anoche. Ella también se le preocupa mucho.
Le agitó la mano, —Lo digo al azar, y no lo tomes en serio. Va a cuidarle y voy a arreglar todo bien, no tengas preocupaciones.
Asher había llegado a la Ciudad C y se había hecho cargo de la fábrica textil y la cual había entrado en una etapa estable. El maestro y los diseñadores trabajaban normalmente. La breve ausencia de ella no afectaría nada.
—Muchas gracias.
Durante el tiempo que se llevaba con Elijah, ella estaba muy alegra. Era aliviada estar con él.
—Es la hora de subir al avión, vete.
Le agitó la mano.
Chloe llegó a la Ciudad B al mediodía.
Ella se apresuró a ir al hospital, y Cristián ahora estaba en el cuarto del enfermo, que se quedaba desmayado y pálido, con la cabeza envuelta en gasas.
Chloe se detuvo frente a la cama.
Al principio, ella había pensado si él había causado el accidente con intención. Después de todo, él de hecho podía hacer cualquier cosa.
Pero ahora parecía que su supuesto era falso.
—¿Qué ha dicho el médico? —preguntó Chloe.
—No está seguro, depende de su situación después de despertarse —le contestó Mauricio.
Le asintió con la cabeza.
—Pues cuídale, yo salgo.
—Señor Mauricio, no has dormido toda la noche, ¿no? Regresa a casa a descansar. Voy a cuidarle.
—Bueno, pues luego vendré a sustituirte.
—Vale, pero tal vez tenga que molestarte con el resto.
Cristián tenía que asumir toda la responsabilidad, y el seguro tenía una franquicia para su parte, ahora tenía que comunicar con la otra parte.
—No te preocupes, voy a resolverlo. En su bufete hay muchos abogados, la otra parte no se atreve a chantajear a nosotros.
Le asintió con la cabeza.
Mauricio cerró la puerta y se fue.
Chloe se sentó en la silla que estaba al lado de la cama. Pese a que no hacía mucho tiempo que había visto a Cristián, él había perdido mucho peso.
Estos días no tenían contacto.
Ella sabía que él todavía no había convencido a Lourdes.
Él no lo importaba, pero la anciana sí.
—Cómelo conmigo.
Luciana se sentó frente a él, —Todavía no tengo hambre.
Mauricio no había desayunado, ahora ya era mediodía, de hecho tenía hambre.
Cogió los palillos y comió un ravioles con un poco de vinagre.
Estaba caliente, pero lo tragó sin masticar detenidamente.
Le sirvió un vaso de agua, —No tengas tanta prisa.
—Muy rico.
Le miró sosteniendo la barbilla, —¿Cómo está Cristián?
—El herido no amenaza a la vida.
—Está bien, ¿hay heridas en su cuerpo?
Habían ocurrido muchos accidentes de tráfico que habían provocado lesiones graves.
—No.
Le asintió con la cabeza.
Después de comer, Mauricio bebió el agua, luego se levantó,
—Tengo que irme.
—Un momento.
Mauricio se detuvo y le miró.
Luciana le arregló bien el cuello del uniforme,
—Te ves bien en este.
—¿Solo se ve bien la ropa?
—Tú también.
La abrazó, luego le acarició la ropa,
—Me voy.
Le mostró una sonrisa.
Apenas entró en la comisaría, le llamó el secretario de Martín.
Fue a la oficaina de Martín y descubrió que su escritorio ya estaba limpiado.
—Señor Martín, ¿qué pasa?
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