—Eres la ventana que me abrió el Dios —dijo Amalia con los ojos clavados en los de Mario.
En ese momento, el presentador tomó las palabras,
—Son una pareja que tiene una profunda relación amorosa, estoy muy conmovido. Os deseamos todos una vida tranquila y feliz.
Terminadas las palabras, todo el mundo empezó a dar aplausos. Al final de la celebración, los invitados se desplazaron a la sala principal donde había comida y bebida, mientras Mario y Amalia se les acercaron a Cynthia.
—Estoy muy feliz veros aquí —dijo Amalia en un tono entusiasmado.
—Gracias por la invitación —sonrió Cynthia.
—¿Hablamos dentro? Aquí hace mucho calor —dijo Elio.
Quería marcharse Cynthia porque había estado afuera por mucho tiempo, y llegó la hora de regresar, pero al final asintió frente a su actitud apasionada. Entró entonces con Alain a la sala principal.
Sus relaciones no se volvieron normales con tanta rapidez como se imaginaba porque llevaban mucho tiempo lidiándose. Para romper la indiferencia, se requeriría tiempo.
Le sirvió Amalia a Cynthia un vaso de agua, y lo tomó ésta con una sonrisa,
—Gracias.
—De nada.
Luego Cynthia se dirigió a Alain,
—¿Tienes sed?
—No.
Estaba conversando con Mario.
—Después de haber formado parte del ejército, he aprendido mucho, creo que había gastado mucho tiempo en cosas inútiles. El mayor error que cometí fue dedicarme al oficio de la estrella porque lo hacía sólo para disgustar a mi padre. Ahora me siento nada más que avergonzado por esta decisión —suspiró Mario con cierta impaciencia—. Si le hubiera hecho caso, habría ahora conseguido éxito.
—Ahora es el mejor momento de empezar de nuevo —dijo Alain sonriendo—. Confío en que podrás conseguir todo lo que deseas.
Atendiendo a los invitados, Elio e Irene los echaron una mirada furtiva de vez en cuando. Viendo que se llevaban como amigos, sonrieron satisfactorios.
—Hoy es el día más importante para vosotros, atentad a otros invitados, no os detengáis aquí sólo con nosotros —dijo Cynthia.
—No importa —sonrió Mario—, son todos conocidos.
—Sí, y los amigos son también de confianza, nos vemos casi todos los días en el ejército. Pero con vosotros pocas veces nos encontramos —añadió Amalia—. Por cierto, ¿cuándo será tu parto? Para ver si tendremos tiempo para la visita.
—Alain, mi cariño —murmuró Cynthia.
Sin embargo, Alain no se dio cuenta de inmediato de su salida cuando estaba contestando una llamada urgente de la empresa, a su espalda.
El dolor que sintió Cynthia era diferente al que sentía cuando estaba en el parto. Fue un dolor tan intenso que no podía respirar siquiera.
—Alain, cariño —repitió Cynthia.
Volvió la cabeza y la encontró con un rostro tan pálido como el papel. Entonces colgó el teléfono y corrió a su lado.
—¿Te duele? —preguntó nervioso Alain.
—Sí, y mucho —murmuró Cynthia con un rostro demudado y los labios pálidos—. No puedo soportar más…
La abrazó Alain y corrió precipitado hacia afuera.
En este momento, estaban conversando Mario y Amalia con unos amigos,
—¡Que buen provecho!
—Dale, gracias. Será un día borracho para todos.
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