El teléfono estuvo sonando pero él no lo cogió.
Luciana no lo colgó y estuvo escuchando así hasta viniera un sonido, —No se puede localizar al suscriptor al que marcó. Por favor, inténtelo de nuevo más tarde.
Ella dejó el teléfono y se sentó en la escalera atontada. Se culpó mucho, creyó que causó todo de hoy por su ignorancia.
Se sintió un cosquilleo en su nariz y los ojos se sintió pusieron en rojos en seguida.
Ella tampoco supo por cuánto tiempo se sentó, el móvil en su mano sonó de repente. Ella bajó la cabeza y vio que fue el número de Mauricio. Quiso decir muchas cosas al principio, pero ahora no supo por dónde empezó.
Ella suspiró, intentó controlar su emoción y pulso el botón de contesta. Vino la voz de Mauricio, —¿Por qué tardas tanto en coger el teléfono?
Luciana estuvo callada.
Mauricio respondió rápidamente esta vez y la preguntó, —¿Estás enfadada porque no te cogí el teléfono? Dejé el móvil en la oficina y fui a la reunión. Vi que había una llamada pérdida tuya y te llamo inmediatamente.
—No me enfado por ti, me enfado por yo misma. —Luciana quedó con los párpados bajando, —¿A qué hora vuelves?
—Podría ser muy tarde hoy, no vuelvo a comer en casa, tengo la cena con los compañeros de trabajo. —Estaba confirmada su promoción y los compañeros de trabajo le pidieron un trato.
No lo pudo rechazar.
—Te espero sea tarde. —Luciana apretó los labios, —tengo que hablar contigo.
Mauricio dijo, —Vale.
—A tus asuntos, cuelgo el teléfono. —Luciana colgó el teléfono.
Ella ajustó su emoción y se levantó saliendo del hospital.
Ella le esperó desde las seis hasta las once por la noche. La puerta de la casa sonó, Mauricio se vestía de la camisa con el uniforme en el brazo. Él empujó la puerta y entró caminando.
Luciana se sentó en el sofá con el cuerpo enrollado. Escuchó el sonido, volvió la cabeza y vio la cara roja de Mauricio por una tenue luz. Ella bajó del sofá y puso las babuchas. Le acercó un poco y olió el olor ligero de alcohol en él.
Ella frunció las cejas, —¿Tomaste alcohol?
—Un poco. Me lo obligaron los compañeros de trabajo. No estaba bien si no bebí nada. —dijo Mauricio.
Luciana cogió la ropa desde su mano y la colgó. Le apoyó a sentarse en el sofá, Mauricio dijo, —No estoy borracho, ¿no tienes algo de hablar conmigo?
Luciana echó un vaso de agua y se lo pasó.
Mauricio tomó el agua y lo dejó en la mesa preguntando, —¿Qué quieres hablar conmigo?
Luciana le estuvo mirando.
Mauricio cogió su mano y dijo, —Luciana, me ascendieron.
Si en otros días, Luciana debió abrazarle y decir con administración en este momento, —Enhorabuena.
Pero ahora mismo ella no pudo.
—¿Qué te pasa? —ella fue vivaz en otros días, quedó callada de repente hoy, eso hizo a Mauricio nervioso, —¿No estás alegre de que vuelva tarde?
Ahora sólo que Luciana no estuvo feliz, él fue a hacer una autocrítica por sí mismo para ver si había hecho algo mal que la hizo infeliz.
Estuvo muy alegre hasta que no supiera qué decir.
Luciana empezó a llorar en su pecho.
Mauricio se asustó, —¿Por qué lloras?
Él extendió la mano a secar sus lágrimas mientras dijo.
Luciana lloró mucho más fuerte y dijo sollozante, —Tomé las medicinas.
Mauricioestuvo confundido, —¿Qué medicina tomaste?
Luciana le miró con los ojos brillantes, —Yo, yo no sé que estoy embarazada. Fui a una clínica pequeña cuando no me sentí bien. Ellos dijeron que fue gastroenteritis y me recetaron unas medicinas. Las tomé por un día y no se mejoró, por eso fui al hospital grande. Después de la revisión me dijo el médico que estaba embarazada, pero porque tomé la. medicina...
Mauricio respiró dos veces profundamente y intentó hablar con toda calma, —¿Por qué no. fuiste al hospital grande si no te sentiste bien?
—Me sentí molesta...
Mauricio se levantó de repente, lo bueno y lo malo vinieron tan rápido, él no pudo cambiar la. emoción. Él siempre estuvo calmado en otros días, ahora estuvo andando de vueltas adelante del sofá. Luciana pensó que él estuvo enfadado y empezó a caer las grandes lágrimas.
Su cuerpo también empezó a temblar y dijo sollozando, —Todo es mi culpa.
Mauricio miró hacia ella y vio que estuvo muy triste. Él volvió a sentarse en el sofá y la abrazó en su pecho, —Está bien, está bien, no te culpes, no es tu culpa.
—Es mi culpa. —Luciana se reprochó a sí misma.
—Mañana vamos al hospital otra vez y a ver qué dice el médico. —Mauricio la secó las lágrimas, —No llores.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Vuelve conmigo,mi cariño!