La chica sonríe y se besan. Como le quiere, es el hombre perfecto. Una vez se separan, van juntos hasta la mesa, donde Valentina y Gregorio hablan con monosílabos. La cena está riquísima pero hay algo que no termina de cuajar en ella. El silencio. Nadie habla, nadie comenta nada, hasta que Val, decide terminar con ese silencio incómodo:
- Bueno, os preguntareis porque os he invitado a cenar tan de repente. La razón es muy simple. Quiero y deseo que todo vuelva a ser como antes. Con Celina ya tengo la relación de mejores amigas que teníamos, pero contigo, Gregorio, no. ¿Por qué te cuesta tanto volver a ser el chico alocado de siempre?
- Valentina, de verdad no quiero hablar de esto ahora. Si me ha invitado por esa razón, me voy. No quiero hablar de eso delante de ella y mucho menos, delante de Sergio. Lo siento.
- Pero, Gregorio…
Pero antes de que la rubia pueda continuar, el chico se levanta de la mesa y sale como alma que lleva el diablo por la puerta, sin decir nada, solo con un portazo.
Valentina se echa la culpa de lo sucedido y pide perdón.
En el fondo, entiende a Gregorio, no es fácil superar una relación y menos, si esa chica la ves constantemente con el hermano de tu último ligue.
Intentara hablarlo con él a solas. Pero otro lado, Celina está perdida. Ha preferido callar y observar. En cambio, Sergio ya sabe lo que tiene que hacer.
Sergio está decidido. Si Gregorio no quiere entrar en razón mediante el habla con las chicas, lo hará a la fuerza y con él.
Digamos que ha estado haciendo de detective y siguiendo al muchacho. Lo ha encontrado en una tienda de bricolaje. ¿Bricolaje? ¿Gregorio, el carpintero? No sabe si reír o llorar, pero no es tiempo para estas tonterías.
El moreno sale de la tienda y sigue por la calle principal, hacia su casa. Ha estado pensado en lo de la cena y ha decidido hacer algo, pero alguien lo empuja contra la pared y de repente, abre los ojos para verse con Sergio:
- Chamo, Gregorio. ¿Qué tal, chaval? ¿Haciendo bricolaje con el corazón de alguna chica? – Suelta secamente el más mayor.
- Ho…Hola, Sergio. He comprado cinta adhesiva para poder pintar la pared de la habitación de mi madre, no para… - Pero Sergio le corta.
- Me importa una mierda, realmente. Te voy a proponer algo, no soy un chico agresivo ni mucho menos, así que allá va: O te disculpas con las chicas, tal y como ellas quieren, o seré yo el que te haga sufrir. Piénsalo. Y no te atrevas a ir a Celina a decirle que te he amenazado, porque ya lo sabe, ella y Val. ¿De acuerdo?
Gregorio asiente como un muñeco y se separan.
Sergio sonríe y mientras expulsa el polvo imaginario de la camisa del moreno, dice:
- Ha sido un placer verte por aquí, Gregorio.
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