30 Días de Prueba Amorosa romance Capítulo 270

Estaba de pie en el pasillo frente al ascensor, con la espalda apoyada en la pared, con una expresión pesada. Parecía que le había pasado algo.

Era muy raro que Rosaura viera esa expresión de Mateo, que siempre estaba lleno de sonrisas cuando lo veía.

—Señor Gómez.

Rosaura se acercó a él con preocupación.

Mateo recobró el sentido y levantó la mirada. Vio que Rosaura y Camilo estaban juntos. Camilo estaba lado de Rosaura, a una pequeña distancia.

El humor de Mateo empeoró aún más. Miró a Rosaura y preguntó con una sonrisa:

—¿Acabas de terminar de comer?

—Sí. ¿Qué haces aquí?

Aunque Camilo y Rosaura comían en diferentes lugares y se subían a ascensores distintos, normalmente no se cruzaban, pero Mateo no había visto a Rosaura cenando en el restaurante desde hacía varios días, y tras indagar un poco, supo lo que ocurría.

Resultó que todos los días, Rosaura y Camilo comían juntos.

Mateo estaba celoso y molesto, pero frente a ella, seguía manteniendo una sonrisa en su rostro. Luego preguntó:

—No te he visto en los últimos días, ¿qué estás haciendo?

—Todavía estoy leyendo los libros sobre el tema de PJ.

—¿Tienes algún problema?

Mateo preguntó con preocupación y echó una mirada a Camilo.

Después de unos días de estudio, no creía que Camilo hubiera entendido realmente la asignatura de PJ a fondo y sin problemas.

Rosaura negó con la cabeza:

—Todavía no.

Los problemas que había encontrado fue resuelto por Camilo. En los últimos días, Rosaura había refrescado su impresión de Camilo y sentía que él era demasiado inteligente.

Mateo sintió decepción. Sonrió y dijo:

—Está bien, si hay algún problema, puedo ayudarte.

—Vale.

Rosaura asintió con la cabeza y volvió a mirar Mateo, estaba sonriente y ya no podía apreciar su depresión.

Rosaura le preocupaba, puesto que él no quería decirlo. Ella no le preguntó más. Charló con Mateo durante unos minutos más y se despidió de él.

Mateo entró en el ascensor. En cuanto se cerró la puerta, la sonrisa de Mateo desapareció y su rostro se volvió sombrío. Sus dedos se convirtieron en puños. Entre las palabras se podía sentir la actitud de Rosaura hacia Camilo ahora, y según esta tendencia, era sólo cuestión de tiempo antes de que los dos se reconciliaran.

En ese momento, no tenía nada de oportunidad.

«Camilo, entonces compitamos y veamos quién será el ganador.»

Mateo apretó los dientes, y estaba lleno de determinación.

Durante tantos años, nunca había habido una mujer de la que se hubiera encaprichado que no le hubiera conseguido. Además, se enamoró de Rosaura de verdad. Conseguiría a ella definitivamente.

Después de un rato, Mateo sacó su teléfono y envió un mensaje a Rosaura.

Mateo: —Rosaura, ¿tienes tiempo esta noche?

Rosaura acababa de regresar a su habitación y se estaba lavando los dientes en el baño.

Cuando vio el mensaje de Mateo, se quedó perpleja, acababa de separarse. ¿Por qué Mateo le enviaba un mensaje? Si tenía algo de decir a ella, ¿por qué no lo dijo en aquel entonces?

Fuera del baño, se oyó un ruido.

Era Camilo quien estaba bebiendo vino en la habitación de Rosaura.

Rosaura comprendió en este momento, «¿Mateo no dijo nada porque Camilo estaba en presencia?»

Se dio una palmada en la cabeza, pensando que realmente era estúpida, Camilo estaba allí, por supuesto Mateo no le dijo nada.

Ella respondió: —Sí, ¿qué pasa?

Mateo: —Este intercambio terminará pronto, quiero despedirme de ti.

Rosaura:—Voy a buscarte por la noche.

Rosaura sabía que era una excusa. Cuando vio la expresión de Mateo, supo que había algunas cosas que le inquietaban.

Con la ayuda de Camilo, Rosaura leía y estudiaba durante el día, era eficiente, y normalmente no trabajaba hasta altas horas de la noche. Esta noche pasó lo mismo.

Después de despedir a Camilo, Rosaura salió a buscar a Mateo.

El lugar era una cafetería al lado del hotel.

Cuando llegó, ella fue guiada por el camarero y vio a un hombre apuesto sentado junto a la ventana, tomando un café. Era guapo y atractivo. Pero se podía apreciar su depresión. Hay cosas que le inquietaba. Solo él no quería decirlas a nadie.

Rosaura se acercó a él,

—Señor Gómez.

—Rosaura.

Dejó el café en la mano, y dio una sonrisa. Su tono hacia ella era siempre amable y paciente:

—¿Qué quieres beber?

—Café.

—Una taza de café con azúcar.

Mateo le dijo al camarero.

Rosaura se sorprendió de que Mateo recordara sus preferencias. Era realmente un hombre muy atento.

—Señor Gómez, ¿no estás de buen humor.

Mateo se quedó atónito.

—¿Cómo lo sabes?

Rosaura estaba preocupada de él.

—¿Te ha pasado algo? ¿Necesitas mis ayudas?

Preguntó Rosaura con preocupación.

Durante este tiempo, Mateo era tanto su mentor como su amigo, y ya fuera por gratitud o por afecto, no le deseaba ningún mal. Rosaura esperaba poder ayudarle.

Mateo sintió mejor con las palabras de Rosaura. Ella era realmente su buena medicina.

—No estoy de buen humor, porque...

Mateo miró directamente a Rosaura, y dijo:

—No puedo dejarte ir.

Rosaura se quedó helada, sorprendida por esta respuesta de Mateo.

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