Abandonada y Embarazada [#1 Trilogía Bebés] romance Capítulo 21

Habían transcurrido un par de días desde que Alex me había hecho esa propuesta descabellada y aún seguía sin saber qué hacer. Solo había podido pensar en lo lindo que se sentía estar a su lado y en recordar cada instante de esos momentos que habíamos pasado en el hospital.

Aquella mañana, me levanté como de costumbre y mientras me vestía y maquillaba para ir a mi trabajo, mi amiga entró y se posicionó en el marco de la puerta, con una mirada nerviosa.

—¿Qué vas a hacer? —preguntó impaciente, sin dejar de mirar cada movimiento que hacía—. ¿Ya tomaste una decisión?

Terminé de ajustar mi pantalón y fruncí los labios.

—¿En serio crees que sé que voy a hacer? —musité con fastidio y acto seguido rodé los ojos—. Mell, esto es una locura.

—¿Puedo decirte algo?

Asentí con la cabeza, esperando su respuesta.

—Ese chico es un verdadero caballero, como los de los cuentos de hadas. Nadie Bella, nadie se hace cargo de una responsabilidad así, estamos en un mundo donde los prejuicios siempre son primero y Alex está dejando de lado eso, para ofrecerte una vida bonita y…

Justo entonces me arrepentí mil veces de haberle aceptado una opinión.

—No me confundas más, enana —rogué molesta y me adentré en el baño para continuar maquillándome—. Él solo dijo que podíamos ser amigos y que le…

—Que le encantabas, ¿no es eso suficiente? —interrumpió con un chasquido de sus labios.

—Mell, amar es más que eso y tu debes saberlo mucho mejor que yo —repliqué saliendo del baño para mirarla con severidad—. ¿O solo amas a Javi porque es guapo?

Frunció el ceño, ofendida y giró un poco su cabeza.

—Amo a Javi por quién es y por lo que somos juntos —afirmó—, pero no puedes negar que sientes algo por Alex, desde ese día en el hospital tus ojos brillan distinto, cantas canciones de Reik de en la ducha, duermes sonriente y… hasta tienes su rosa en agua a pesar de lo marchita que está.

Miré hacia la mesita al lado de mi cama, donde estaba la rosa, un poco ennegrecida y sus pétalos casi a punto de desprenderse como algunos que habían caído en la noche y yacían en la superficie de madera.

—Es muy bonita, no puedo deshacerme de ella… —murmuré—. Espera… ¿cómo sabes que sonrío mientras duermo?

—Llevo varias noches arropándote porque hace mucho frio en las madrugadas y como sé que te quitas la cobija, me preocupa que te dé una hipotermia o algo así —explicó con rapidez y luego sacó su móvil del bolsillo de su pantalón—, y pues, he aquí la prueba.

Extendió su celular y me aproximé un poco para tomarlo. Emití un gritito que sobresaltó a mi amiga y luego soltó una carcajada. Era una foto de mi rostro con una sonrisa de oreja a oreja, mientras abrazaba la almohada. Realmente no recordaba qué había soñado, pero esa sonrisa demostraba que algo malo no era.

—¿Verdad que te veías preciosa?

Negué con la cabeza e intenté eliminarla, pero mi amiga lo retiró de mis manos con fuerza, mientras se desternillaba de la risa.

—Voy a matarte, Mellisa —bromeé en un gruñido y le lancé un oso de peluche que tomé de un mueble—. Elimina esa foto.

—La borro si aceptas que te gusta Alex —propuso con una sonrisa.

Me negué rotundamente y resoplé.

—No me gusta, Mell, lo sabes.

—Bueno, tú lo decidiste, esta foto no será eliminada. Por cierto, si no te gusta, ¿por qué te sonrojas cuando escuchas su nombre?

Me giré para quedar frente al espejo y noté el color rojo en mis mejillas y cómo se empezaba a tornar más oscuro, así que tapé mi rostro con ambas manos y las restregué un poco, pero el color no se iba.

—¡Alex está loco por ti! —entonó en una melodía desafinada, llegando hasta donde me encontraba mirándome en el espejo.

—Deja de repetir eso, no es así —gruñí y tomé una brocha para esparcir el polvo compacto en mis facciones y así tapar un poco el tono rojizo.

—Ya verás que sí —dijo, encogiéndose de hombros y se dirigió nuevamente a la habitación—, total, ojos que no ven, corazón que no siente.

Fruncí el ceño y detuve mis manos, bajé el delineador que había empezado a aplicarme y me miré al espejo conteniendo una risita.

—¿Qué tiene que ver ese dicho en este caso? —inquirí, recostándome en la puerta para verla mejor mientras me salía con una de sus locuras—. Es un dicho que aplica en una infidelidad no en un caso como el mío.

─Pues, tú eres muy básica —replicó, jugueteando con el cable del cargador de mi celular—. Es un dicho que tiene diversas interpretaciones; lo que quiero decirte es que mientras no abras los ojos no sentirás que ambos se gustan.

Solté una carcajada y negué con la cabeza.

—Hay que ser interpretativista —repuso con orgullo.

—Mmm, aplicando las clases de Filosofía a la vida real ¿eh? —bromeé con una sonrisa—, espero que también las apliques en los exámenes, para que salves el semestre.

Mi amiga soltó una risita y negó con la cabeza.

—Además de básica, también eres insípida —comentó ganándose un pellizco en sus mejillas—, le quitas la emoción a la vida.

Me encogí de hombros y reí.

—Debo irme —susurré unos segundos más tarde y mirando el reloj de mi celular—, en cuarenta y cinco minutos debo estar en la panadería.

—Déjame acompañarte —suplicó interponiéndose en la puerta—, yo te llevo y así pasamos por unos ricos batidos y…

—No —sentencié rotundamente—. Tú hablas de más, siempre terminas diciendo nuestros secretos.

Hizo un puchero y la miré de nuevo, sus ojos estaban cristalizados y sus mejillas sonrosadas, era como una versión humana y femenina del Gato con Botas. Era una ternura.

—Bueno ¿ya qué? —resoplé resignada—. Vamos.

—¿Sabes que por eso eres mi mejor amiga? —cuestionó con alegría, mientras sacaba su bolso de atrás de algunos almohadones de un mueble.

Entrecerré mis ojos, pero esbocé una sonrisa. Ella era tan ella y la amaba.

—A veces me caes tan mal —repliqué en tono de broma y ella asintió.

—Lo sé, pero por eso es que, no puedes vivir sin mí —murmuró y dio un beso en mi frente, para luego tomarme de la mano y mientras reía me conducía hasta la puerta para subir al auto y empezar al fin mi primer día de trabajo.

******

El tranque en la ciudad era evidente, a pesar de ser sábado, las calles estaban repletas de autos y la fila era enorme. Lo peor es que ya iba tarde y con el dichoso trancón, solo me quedaban diez minutos para llegar a la hora que había previsto con Matt, así que tuve que convencer a mi amiga para que estacionara su vehículo casi a diez cuadras de la panadería y caminar rápido para poder cumplir con mi horario laboral responsablemente y, sobre todo, por ser el primer día.

Entre charlas y risas, recorrimos cinco cuadras y cuando llegamos a la sexta, la panadería apareció ante nuestros ojos, solo unos veinte metros más y estaría pisando mi nuevo trabajo. Así que traté de poner mi mejor expresión y postura más formal, para causar una buena impresión.

Sin embargo, olvidaba un detalle, sí, iba con mi mejor amiga, y ella no conocía la formalidad.

—¿Entonces ese chico es Matt? —cuestionó ensanchando la comisura de sus labios y mirando hacia el vidrio desde donde la silueta musculosa y sexy de mi nuevo jefe se reflejaba mientras limpiaba una mesa.

—Sí ¿por? —contesté con tranquilidad y leyendo una valla publicitaria de un nuevo jugo de naranja y zanahoria, que había salido al mercado.

Frunció el ceño y negó con la cabeza.

—¿Bromeas? —cuestionó divertida—. ¡Es un bombón! Y aclaro que estoy muy contenta con el guapo y sexy Javi que Dios me envió, pero tú estás arrasando con todos los galanes que quedan en esta ciudad.

Solté una risita nerviosa y luego fruncí mis labios, eso no era cierto. Pero antes de que pudiera replicar, ella habló nuevamente:

—Bella, dime la verdad, ¿te bañas con un jabón arrasa hombres? ¿Con qué te bañas? ¿O es que no lo haces? —Levantó mi brazo con rapidez y olió mi axila.

Me aparté con brusquedad y vergüenza y entrelacé mis brazos para evitar que lo hiciera otra vez.

—¡Mell! ¡Deja de hacer eso! —regañé sonrojada por la escena espantosa que habían presenciado las demás personas y que había llamado su atención, además, nos miraban como si fuésemos unos asquerosos seres de otra galaxia.

—No eso no es, hueles a desodorante de rosas — murmuró pensativa—, ¿será el olor a rosas lo que atrae a los hombres a los pies de esta bella dama? ¿Será el champú de aguacate con durazno? ¡Descúbralo en el próximo episodio! —añadió, enumerando todas esas locuras, con voz de comercial.

—Mell, estás llamando la atención —susurré apenada al escuchar unos cuantos aplausos del público y ella hacía una reverencia para agradecerlos—. Lo siento, no está bien de la cabeza —agregué en voz alta para que todos escucharan.

Luego di un par de pasos hacia al frente, mientras ella me seguía sonriendo.

—Estás loca, luego no digas que no quiero que me acompañes —gruñí y pasé una mano por mi cabello para peinarlo un poco.

—Era mi momento de fama —se excusó y se encogió de hombros—. ¡Bella, ya dime! —exclamó impaciente.

—¡¿Qué?!

—¿Qué usas? ¿Qué haces? Tienes a dos chicos guapísimos a tus pies —respondió cruzándose de brazos—, ¿cómo la haces para tenerlos rendidos?

—¿Dónde? —. Me detuve y miré mis pies—. No veo nada —agregué con sarcasmo.

—¡Deja de hacerte la tonta! —exclamó y chasqueó su lengua—. El día que vine a la panadería vi al chico, pero no sabía que era Matt. ¡Está guapísimo! ¡Es un bombón de chocolate blanco! Si pones a Matt y a Alex no sabría por cuál decidirme.

Me rasqué la nuca y la miré fijamente.

—Es en serio, están esculpidos con la misma mano que esculpió a Javi, los tres son lo más lindo del mundo…

—Ya cállate —murmuré apenada y con el calor subiendo por mis mejillas, sin embargo, mi amiga estaba tan absorta en sus descripciones, que ni siquiera se dio cuenta de que me esforzaba en llamar su atención porque estaba sucediendo algo que era urgente de ver.

—Es en serio, Matt está…

—¿Espantoso? ¿Horrible? —cuestionó Matt detrás de mi amiga, antes de soltar una carcajada al ver nuestras expresiones de pánico.

—¡Cuánto tiempo! —clamó Mell emocionada.

—¿Cómo está mi tío? —preguntó Julia con interés y una notable alegría en su rostro de víbora.

Mell me miraba desconcertada e hizo un gesto con sus labios, enarcó una ceja con molestia. Ya podía imaginarme el discurso que me tenía preparado. Que ¿cómo era capaz de hablar tan mal de su prima? si ella era un amor, una buena chica y una dulzura de persona, que no podía odiar a todo el mundo y un largo etcétera. Rodé los ojos con fastidio, de solo imaginarla.

Me crucé de brazos, fruncí el ceño y forcé una sonrisa falsa ante aquella escena nada agradable de ver.

—Creo que mejor las dejamos —murmuró Matt en mi oído, haciéndome pegar un brinco.

Asentí nerviosa y tragué saliva, luego lo seguí a paso rápido hasta la cocina.

—Bella, empezaremos por que conozcas todo — informó con una sonrisa amable—, te encargarás de atender a los clientes, despachar la mercancía, limpiar un poco las mesas y de ayudarme en lo que necesite.

Asentía frenéticamente con mi cabeza, mientras apuntaba en mi mente, todo lo que iba diciendo. Me enseñó la misión y la visión de su pequeña empresa, me dio algunos consejos sobre cómo debía servir y atender a los clientes, y me mostró la receta secreta de la masa para el pan y de algunos postres, incluso, me permitió probar algunos, aunque me negué, cedí ante su insistencia.

Las horas se pasaron volando y terminé el turno, limpiando las mesas y fregando algunos moldes y utensilios que Matt había usado en la preparación de recetas, mientras Julia limpiaba los baños y se encargaba de barrer y trapear.

Atendí a algunos clientes que compraron para llevar y miré el reloj, el turno había culminado. Así que tomé mis cosas y me despedí de mi jefe, luego le dediqué una sonrisa fingida a Julia y me encaminé hacia la esquina donde tomaría un autobús para llegar a casa., pero me sorprendí al ver a mi amiga de pie afuera de su auto.

—¿Qué haces aquí? —pregunté asombrada—. Te dije que viajaría en el autobús.

Matt estaba por cerrar, pero había decidido quedarse unos minutos más, de modo que, las luces de la panadería traspasaban por las puertas de vidrio y se reflejaba en nuestras siluetas.

—No podía dejarte sola─ susurró Mell, dándome un abrigo y lanzando una mirada extraña hacia la panadería—, en realidad, no me he ido, Bella.

Estaba poniéndome el abrigo, pero me detuve al escucharla. Su voz no era divertida ni risueña cómo siempre, ahora estaba cargada de preocupación y se notaba una frialdad extraña.

—¿Cómo que no te has ido? ¿Estuviste toda la tarde esperando que saliera? —inquirí con incredulidad—. Pero… ¿y Javi? ¿No era que iban a pasar la tarde en tu restaurante favorito?

—Eso puede esperar, Bella, además, no pudo pedir permiso para salir temprano y llegará un poco tarde —explicó con fluidez—. Pero no me he ido, porque necesito hablar contigo.

Su expresión se tornó seria y bajó la voz al pronunciar la última oración, pero miró hacia ambos lados de la acera para estar segura de que nadie nos escuchaba.

El miedo empezó a apoderarse de mi cuerpo, la última vez que Mella había usado ese tono en su voz y esa seriedad se había manifestado en su personalidad tan extrovertida, era porque realmente algo malo había sucedido o estaba por suceder.

—¿Qué sucede? —articulé con un nudo en la garganta, debido a la tensión que provocaba su actitud fría.

Me tomó de la mano y me condujo hasta su auto, luego de que ambas nos sentamos, ella cerró las puertas y les colocó seguro. La miré desconcertada y asustada a la vez, era como si nuestra vida estuviera en peligro, o al menos eso era lo que ella me hacía sentir con todas sus acciones tan extrañas.

—Mell, dime ya qué sucede. Estas actuando tan extraña y…

—Bueno, como sabrás Julia es mi prima —interrumpió en voz baja—, no sabía que ella era la Julia de la que me hablabas, y…

Rodé los ojos y bufé molesta. ¿Todo eso era solo por su prima? ¿Todos esos extraños comportamientos eran solo para convencerme de que debía llevarme bien con ella y ser amigas?

—¿En serio armaste todo este escenario macabro solo por ella? —cuestioné sin poder contenerme—. Ya me imagino de qué se trata y mi respuesta es no. No voy a caer en los juegos de alguien que es una cosa frente a ti y otra cuando no estás, sinceramente no…

—No, Bella —me detuvo con seriedad.

La miré detenidamente y aunque solo podía ver su silueta, podía sentir su vista puesta en mí.

—¿Entonces? —cuestioné impaciente y chasqueando la lengua. Ya se me había esfumado el miedo y la tensión, quizás mi amiga estaba exagerando y no era necesario tanto terror en aquel momento. Tenía hambre y me dolían los pies de toda la tarde estar parada por la cantidad de clientes que había atendido y necesitaba llegar a casa rápido.

—Es sobre Matt —contestó, bajando la voz hasta casi hacerla un susurro. Abrí mis ojos lo más que pude. De seguro era que Julia y su jefe tenían alguna relación amorosa. No dije nada y esperé que continuara, sin embargo, tardó algunos segundos en hacerlo—. Esconde algo, Bella. Julia no sabe de qué se trata, pero sabe que es algo muy grave.

Enarqué una ceja con interés y preocupación. Eso cambiaba la situación, el miedo volvía a apoderarse de mí, una sensación inquietante se perpetuaba por mis venas y un leve dolor de cabeza apareció al intentar descifrar algún indicio de algo malo en aquel chico tan amable y guapo.

¿Un secreto? ¿Qué clase de secreto? ¿Grave? ¿Qué tan grave? ¿Grave gravísimo o grave nivel medio?

¿Será que era algún narcotraficante? ¿Mafioso?

¿Asesino? ¿Ladrón? ¿Violador?

Escenas de películas de terror y acción pasaron por mi mente, erizándome todos los vellos al instante.

¡Qué situación tan desesperante!

Miré hacia la panadería y lo vi, me saludó con una sonrisa radiante y luego bajó las cortinas de las ventanas, hasta desaparecer de mi vista.

¿Qué secreto podía ocultar un chico tan amable y bondadoso como Matt?

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