Abandonada y Embarazada [#1 Trilogía Bebés] romance Capítulo 22

Tres días más tarde, me levanté con esas náuseas que tanto odiaba. Las matutinas eran las peores, porque me levantaba aún dormida y directo al baño a vomitar. Pero nada era suficientemente malo como para apagar el amor y la felicidad que sentía al pensar en mi pequeño hijo.

—¿Estás bien? —preguntó Mell preocupada, de pie en el umbral de la puerta.

—Eso creo, estos vómitos no me sueltan —respondí con dificultad e intenté levantarme del suelo, pero no pasaron ni cinco segundos, cuando mi estómago pedía expulsar de nuevo. Esta vez Mell salió disparada y me recogió el cabello atrás de mí, porque mis ondas amenazaban con caer sanitario.

—Tranquila, cariño, todo está bien —murmuraba y daba palmaditas en mi espalda.

Después de secarme la boca con una toalla de papel, me levanté aún aturdida y Mell me sostuvo para que no me cayera, cepillé mis dientes con fuerza para quitar esa sensación horrible de mi garganta y el sabor amargo de mi boca.

—¿Estás mejor? —cuestionó mi amiga, con una ceja arqueada y una notable preocupación—. Podemos ir al médico y…

—Estoy bien, enana —mascullé con desanimo y me apoyé contra la puerta del baño—, solo son cosas normales que pasan en el embarazo, supongo que todo está bien. —Me encogí de hombros y caminé un poco hacia la cama, luego me senté a su lado y miré por la ventana, hacía un día bastante frio.

—Tu papá trajo esto —susurró segundos después y depositó unos billetes en mi regazo—, me lo dio para que te comprara algunas frutas y verduras, para que te alimentes bien, por el bien del bebé.

—¿Mi papá estuvo aquí? —cuestioné de inmediato y abrí mis ojos un poco por la sorpresa—. ¿Y no se quedó a saludarme? —agregué en un hilo de voz causado pr la decepción.

—Dijo que iría a buscar trabajo y que no podía quedarse más, estaba muy triste, pero me pidió que te diera un gran abrazo y que por favor te cuidara mucho —murmuró y luego apretó mi mano—, y también comentó que Fernanda logró que James quedara impune, porque, como siempre, sobornó a la policía para que no siguieran el proceso de investigación.

Bufé con rabia, siempre pasaba lo mismo. James nunca tendría su merecido gracias a la justicia de porquería que teníamos en esa ciudad.

—Casi mata a Alex y además me agredió, me retuvo a la fuerza y me hizo daño, estando embarazada —argumenté y enumeré con mis dedos—, y la justicia declara que es culpable. Qué miserables, de verdad.

Nos quedamos un rato en silencio y luego me levanté con pesadez, debía ir al trabajo otra vez. Los días siguientes a la confesión de mi amiga sobre el secreto de Matt, habían sido muy tediosos, porque solo de pensar en que podía estar trabajando para un mafioso, me ponía los vellos de punta, pero no podía dejar el único empleo que había logrado conseguir y que tanto necesitaba.

—¿Qué te pondrás hoy? —preguntó mi amiga, sonriente cambiando de tema cuando vio que me disponía a entrar al baño—. ¿Quizás el vestido que te regalé la semana pasada? Es lindo, es nuevo y es elegante, además, es tan pegado que tus sexys curvas se notan tan bien….

Me detuve frente al armario, desde donde veía qué ropa común y corriente me podría aquel día y la miré con desconcierto.

—A ver, ¿de qué hablas? ¿Debería vestirme especial hoy? —cuestioné fastidiada—. Iré a la universidad y luego al trabajo. Es un día normal, no hay nada especial y…

—Es martes y no tenemos clases —interrumpió.

—Bueno de todas formas, al trabajo entonces. Así que, puedo dormir un poco más —repliqué y lancé la toalla sobre un sillón, para luego tirarme en la cama y cerré los ojos por un instante, hasta que Mell que estaba acostada a mi lado, me tocó el hombro y cuando abrí mis ojos me sobresalté al notar que tenía su celular casi pegado a mi vista.

—¡Es martes! ¡Es hoy, es hoy, es hoy!

Me levanté molesta e irritada y enarqué una ceja. Quería descansar, quería dormir y ella no me permitía hacerlo. Además, era un martes como todos los otros y eso no tenía nada de especial, no era ni su cumpleaños, ni el de Javi, ni el mío y tampoco el de su gato. ¿Entonces?

—¿Qué es hoy? —pregunté arrastrando mis palabras debido.

—Martes, te lo acabo de decir —respondió de inmediato y fruncí mis labios, estaba jugando conmigo.

Resoplé y volví a tumbarme en la cama, esta vez coloqué mi antebrazo doblado en mi rostro, para tapar mis ojos de la luz que se colaba por la ventana.

—¿Bella? ¿En qué mundo vives? —cuestionó—. ¡Hoy sale tu novio! —agregó emocionada.

Me levanté de golpe hasta quedar sentada en el borde de la cama, mi cabello despeinado cayó a un lado de mi rostro y i expresión se tensó.

—¿Mi novio? —repetí en voz baja y la miré desconcertada—. ¿Qué novio?

Cruzó los brazos y me miró con fijeza, luego tomó aire y con una alegría instantánea, exclamó:

—¡Hoy le dan de alta a Alex!

Suspiré y tragué saliva. En realidad, no había tenido tiempo para pensar en Alex, entre tantas tareas y con lo de mi nuevo trabajo, ya sus recuerdos solo aparecían en mis sueños, pero Megan me había llamado hacía algunos días para darme la fecha prevista de la salida de "mi novio" y me había pedido que acudiera ese día al hospital, porque tenía una sorpresa para mí.

—No sabes qué hacer ¿verdad? —susurró mi amiga, al verme tan pensativa.

Asentí lentamente con la barbilla apoyada en la almohada de unicornio.

—Yo tampoco —agregó, negando con la cabeza. Luego soltó una carcajada, mi amiga parecía bipolar—, lo he pensado todos estos días y no sé qué haría en tu lugar.

—Esto no lo había previsto ni en todos los cuentos de mi vida —comenté con la mirada puesta en la ventana desde donde entraban algunos rayos de un sol apagado y algo sombrío—, nunca pensé que alguien sin conocerme, quisiera cargar con la vida tan extraña que me tocó. Su propuesta es inusual y rara, pero a la vez es linda, y te juro que no sé qué hacer.

—Vamos, Bella acepta la propuesta de Alex. No tienes nada que perder —insistió por cuarta vez—, al contrario, ganas un dulce y lindo chico que tiene muchas ganas de darte amor y…

La miré incrédula, me apoyé de mis brazos para verla mejor. Tomé una gran bocanada de aire para exclamar:

—¿Estás loca? ¿No te das cuenta que esto es una locura? Alex no es el papá, es James. ¿Recuerdas? ¿Cómo le voy a decir a mi familia y a la gente que de un día para otro mi hijo cambió de papá?

—A ver, cariño, estás confundida —musitó y acto seguido, se levantó y empezó a hablar con muchos gestos—. James es un estúpido cobarde por no mencionar lo demás, pero desde que lo negó dejó de ser su padre, Alex es un chico valiente además de estar buenísimo y quiere ayudarte, protegerte y cuidarte y no sólo a ti, a mi sobrina también.

Mell tenía razón, estaba confundida, y James era un idiota, había pasado todo el tiempo desde que me dejó plantada en el altar, pensando qué era lo que amaba de él o lo que había amado y aún seguía sin entender ¿qué era eso que tanto me había cautivado? y ¿cómo estuve cinco años a su lado? ¿Cómo soporté tanto tiempo amando a un estúpido que solo pensaba en él mismo siempre?

—Bueno, no te niego que Alex está guapísimo, me gusta, pero no... —repuse en voz baja.

—¡Esas son las palabras que quería escuchar, mujer! —exclamo emocionada y luego se levantó de la cama y buscó entre mi ropa, el vestido que me había regalado la semana anterior—. Ahora, te vas a levantar y te vas a poner guapa que vamos a ver a tu novio.

—¿Vamos? —repetí confundida y enarqué una ceja.

—Sí cariño, esto no me lo pierdo por nada. Es mejor que ver una serie de Netflix —contestó sonriendo de forma radiante.

Dejé escapar una risita y me levanté a regañadientes, hacía mucho frio y hubiera preferido quedarme durmiendo unas horas más, pero me estaba muriendo de la curiosidad por saber de qué trataba la sorpresa que Alex había preparado para mí.

Era una de esas mañanas frías en las que la neblina apaga todo rayo de luz, el cielo nublado dejaba entrever alguna que otra mancha celeste, que las nubes rebeldes iban tapando. Auguraba una gran tormenta o una fuerte lluvia. El clima estaba mezclado, algunas veces sol y calor; otras lluvia y frío. Me encantaba el lugar en donde vivía, todo era impredecible.

Terminé de peinar mi cabello y me miré al espejo, una leve sonrisa se fue dibujando poco a poco en mis labios. Estaba a punto de hacer una locura, pero no podía dejar de pensar en él, era como si se hubiera adueñado de mis emociones en muy poco tiempo; había logrado que en mí renaciera una primavera donde por mucho tiempo solo hubo un invierno. Quizás me arrepentiría después, pero esa vez necesitaba aceptar lo que mi corazón dictaba.

Tomé mi bolso y antes de salir por la puerta, volví a pensar en lo que estaba a punto de hacer, un remordimiento me atacó, pero fue más grande el recuerdo de Alex y su propuesta, una oportunidad de sentir algo bonito, una oportunidad de volver a creer en un amor bonito. Suspiré y caminé con paso firme hasta salir de la habitación, hacia lo que me tenía preparado el destino.

—¡Estás divina! —exclamó mi amiga apenas me vio, y su grito fue tan alto y tan emocionante, que creo que hasta los vecinos escucharon—. ¡Wau!

—No es para tanto —repliqué en voz baja—, solo me arreglé un poco el cabello, las uñas y me maquillé, tampoco es que me hice un cambio extremo.

—Es que... hace —dijo y contó con los dedos—, como casi tres meses que no te veía tan arreglada. Y discúlpame, pero —bajó la voz hasta casi susurrar—, ya te hacía falta un poquito de amor.

Solté una carcajada y sentí como mis músculos se relajaron, quizás esa era la oportunidad para empezar desde cero mi vida. Aunque su propuesta era muy loca, descabellada y absurda, admito que me había enloquecido por ese chico, y aunque no éramos más que desconocidos de momento, podíamos entablar una amistad y si el tiempo lo decidía, quizás un poco más. Peto, por el momento, solo deseaba ser su amiga y seguir viendo esos ojos azules de ensueño y su radiante sonrisa.

Bajamos del auto y Mell me abrazó. Luego tomó mi mano y susurró:

—Sabía que olvidarías al idiota de James, no temas, esto es bueno para ti.

Asentí y esbocé una sonrisa triste, no estaba tan segura de haber olvidado a mi ex, pero si estaba segura de que Alex ahora era la prioridad en mis pensamientos y sueños, y quizás ese era un buen indicio de que pronto, esos cinco años al lado de James, serían borrados de mi corazón, para siempre.

Al llegar a la sala de espera, nos tocó esperar, la enfermera dijo que no podíamos pasar hasta que llegara la persona responsable a cargo de Alex. Así que luego de platicarlo entre ambas, decidimos esperar un poco.

El blanco de sus paredes hacía parecer todo iluminado, enfermeras entrando y saliendo de habitaciones, doctores caminando con el tablón de notas bajo el brazo y dos señoras trapeando el piso que luego la gente pisaba y ensuciaban nuevamente.

Ese era el escenario repetitivo desde hacía más de media hora. El panorama era tan aburrido que cada detalle de esa sala de espera me parecía interesante.

Mell jugaba Candy Crush en mi celular, el de ella estaba descargado y me había pedido prestado el mío y yo solo podía mover las piernas con frenesí para aquietar los nervios que empezaban a acrecentarse en mi interior con cada segundo que transcurría.

El tiempo se hacía largo y estresante, no entendía qué sucedía, nadie llegaba y tampoco nadie nos daba información, me sentía cada vez más abrumada por el peso de la decisión que había tomado y negué con la cabeza. Quería irme.

—El paciente Alexander Queen, puede ir preparándose para su salida y también recuerde el favor especial que solicitó —dijo de repente una enfermera a otra—, este chico si que está enamorado.

Mell y yo nos miramos al mismo tiempo y ambas abrimos la boca. ¿Acaso de eso se trataba la sorpresa que me había dicho Megan? ¿Cómo así que estaba enamorado?

Me sentí débil debido a la intensidad de aquel momento y Mell me tomó de la mano.

—¿Lo ves? ¡No te mintió, si le gustas! —exclamó emocionada.

De repente escuchamos voces que se acercaban por los pasillos y unos pasos apresurados, se fueron haciendo más intensos, hasta que pudimos ver quiénes eran. La mamá de Alex, Samantha y otra chica que no conocía se fueron acercando poco a poco hasta posicionarse frente a nosotras.

—¡Hola! —exclamó Mell con alegría y se levantó de un salto, para saludar a las mujeres que habían llegado—. También estamos ansiosas de que Alex salga.

Lancé una mirada profunda a mi amiga y ella se encogió de hombros.

—Eres su novia, es lo más común que quieras verlo, abrazarlo, besarlo y...

La chica que acompañaba a las Queen, carraspeó un poco y luego esbozó una sonrisa fingida.

—Buenos días —saludé en voz alta y fría, para interrumpir el discurso para nada recatado de mi amiga—, es un placer verlas…

No sabía qué más decir, así que tragué saliva y exhalé un poco.

Samantha se nos acercó y nos dio un beso en la mejilla a cada una, haciendo caso omiso a la mirada reprobatoria de su madre.

La chica de cabello castaño nos sonreía de una manera ¿irónica? Seguramente era una hermana de Alex o una prima o quizás una amiga. Supuse que se presentaría porque se acercó lentamente. Sus tacones de punta medían como un metro de alto, pero no entendía como la habían dejado entrar así vestida, con un mini vestido que, si acaso tapaba lo que debía tapar, era color rojo intenso ¿acaso no le daba frío?

Extendió su mano, la cual tomé con suavidad y esbocé una sonrisa amable, si era familiar o amiga de Alex debía sonar convincente en cuanto a mi relación con él. Justo cuando iba a presentarme como la novia de Alex Queen, ella se adelantó y con su voz cargada de una dulzura fingida dijo:

—Mucho gusto, querida. Soy Cristina, la prometida de Alex.

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