Abandonada y Embarazada [#1 Trilogía Bebés] romance Capítulo 73

El sonido de la alarma de mi celular me hizo despertar sobresaltada justo en el momento en que mi mamá me tapaba la nariz con un pañuelo. Abrí los ojos de inmediato y percibí el sudor surcando mi frente, la tela de mi pijama se había pegado a mi piel debido al sudor frío ocasionado por la conmoción provocada por el sueño terrible que había tenido.

Respiré aliviada al ver que solo era una pesadilla y que no había nada malo ni oscuro en la habitación. En lugar de la oscura y fría noche de mi sueño, había una mañana esplendorosa, los rayos del sol entraban por el encaje de las cortinas mientras el sonido de los pajaritos alegraba el amanecer con su canto afinado.

Aturdida aún por la pesadilla que estaba teniendo minutos antes, decidí levantarme para poder volver a la realidad y olvidarme un poco del cruel sentimiento que me había provocado ver a mi madre secuestrarme y reír de forma malévola. Tomé mi bata y cubrí mi cuerpo con ella, cada día me cerraba menos; de inmediato la tela suave y mullida rozó mi piel y me abrigó ante el frio de la mañana a pesar del sol que había afuera.

Arrastrando mis pies me dirigí al baño y lavé mi rostro con la intención de salir del trance. Restregué mi piel con mucha fuerza como si ese acto me ayudara a despojarme de los recuerdos. Miré mi reflejo en el espejo y tuve que sostenerme bien del lavabo porque lo que me devolvió el rectángulo de vidrio frente a mí, solo me provocó espanto y desilusión; aquellas bolsas debajo de mis ojos denotaban mis horas de llanto la noche anterior y mi expresión a pesar de intentar que fuera agradable, cada gesto que hacía parecía una mueca terrorífica. Era imposible tan solo parecer feliz. Todo había sido tan doloroso que era inevitable no llorar.

Mi celular sonó debajo de mi almohada y sacudí mi cabeza un poco para volver a la realidad. Regresé a la habitación a paso rápido y tomé el móvil entre mis manos. Resoplé al recordar lo mal que había quedado después del golpe que se había llevado con el concreto hacía unas horas; gracias a eso su pantalla estaba bastante quebrada, pero agradecía que al menos se podían leer bien las letras. Deslicé mi dedo y uní los puntos del patrón de seguridad, formando una especie de cuadrado. De inmediato aparecieron entre las notificaciones, muchos mensajes del grupo de compañeros de la universidad, algunos de la compañía telefónica, otros de Angie que estaba preocupada por el futuro de mi mamá en la cárcel y uno de Alex; que obviamente abrí primero que los demás.

Alex ♡ // 7:47 am

Buenos días, princesa.

Espero hayas tenido una noche tan hermosa como tú.

Voy camino al trabajo, apenas salga del turno pasaré por ti para llevarte al evento.

Los amo y no sabes lo ansioso que estoy por volver a abrazarlos.

Postdata: Todo saldrá bien, eres la mejor periodista… y la dueña de mi corazón.

Una sonrisa tonta se formó en mis labios y por primera vez en horas, volví a sentirme feliz. Amaba esos mensajes porque todo el día pasaba emocionada al recordar a cada instante las palabras tan hermosas que me dedicaba él, mi novio.

Me senté en la cama y pulsé el teclado para empezar a escribir, mis dedos como por fuerza de inercia comenzaron a teclear la respuesta dejando mucho amor en cada pulsación de mi dedo sobre las letras y después de redactar un mensaje dulce y amoroso, dejé el celular sobre la cama nuevamente al ver los dos ganchos de enviado y entregado y sentí como mi corazón se aceleraba solo de imaginar una sonrisa en sus labios.

En realidad, la emoción que me embargaba solo al pensarlo, me llevaba a otro mundo, uno donde nuestro amor lo valía todo; donde la felicidad se reducía a un abrazo suyo. Con Alex era un amor diferente que el que había llegado a sentir alguna vez por James, ahora mis sentimientos podían volar con libertad y sin prejuicios tontos, ahora era un amor real y no basado en dinero ni en clases sociales, era un amor absoluto que era capaz de aceptar a mi hijo como sangre de su sangre.

Me sentía viviendo un cuento de amor, pero era mío. Mi cuento. Y sabía que estaba en el lugar correcto, allí arraigada en su corazón como él estaba en el mío.

Mi vista se enfocó en el paisaje que se mostraba a través de la ventana y restregué mis ojos con impaciencia al recordar el largo día que me esperaba y las muchas horas que parecían eternas sin la presencia de Alex.

Me levanté de la cama y volví al baño. Cepillé mis dientes con paciencia, realmente no tenía apuro, la presentación era en horas de la tarde, así que la mañana entera sería para prepararme y preparar la presentación y el discurso, porque después de lo que había sucedido la noche anterior, solo había llegado a llorar y dormir unas cuantas horas antes del amanecer.

Estaba frotando mis dientes con el cepillo cuando escuché abrirse la puerta de mi habitación y me asomé un poco para ver de quién se trataba, pero me sorprendí al ver que sí, era mi amiga, pero en sus manos llevaba una enorme bandeja repleta de frutas, tostadas de pan integral, mantequilla de maní, jugo de naranja y un plato con yogurt decorado con duraznos y fresas.

—¿Todo oso os poro mo? —pregunté con la boca llena de espuma por la pasta dental.

—So, os poro to —respondió Mell con voz grave imitando la mía, y seguido soltó una risita tonta. Esbocé una sonrisa espumosa y ella me miró con mucha ternura. Escupí la espuma en el lavabo y terminé de enjuagar mi boca con el agua fría, para luego tomar la toalla y secarme.

—¿No crees que es mucho para mí? —cuestioné mientras la seguía hasta la habitación y miraba detenidamente cada cosa que se había esforzado en poner hasta lograr una bandeja de desayuno digna de un restaurante lujoso.

—No —replicó de forma rotunda y luego suavizó su voz para agregar—: tienes que alimentarte bien, no queremos desmayos ni ataques de ansiedad y mucho menos, dejar con hambre al príncipe hermoso de tía.

—Gracias, cariño —susurré y le dediqué una sonrisa, alargué mi brazo para tomar una tostada y un poco de mantequilla de maní.

Al parecer ella notó mi tristeza o algún indicio de decepción en mi rostro o expresión, porque carraspeó un poco y luego en voz baja y algo tímida murmuró:

—Te escuché llorar y no sabes lo mucho que me partió el alma.

Cerré los ojos y una lágrima rodó por mi mejilla, humedeciendo mi piel.

—No puedo asimilar todavía cómo pudo haber hecho algo así —repuse en un sollozo y ella se acercó de inmediato para abrazarme con fuerza.

—Es que… es increíble hasta donde fue capaz de llegar por verte casada con ese patán —dijo segundos después, separándose un poco para mirarme con fijeza—, aunque, según su versión, el secuestro fue ideado por Fernanda y James, pero… eso de vender a su propio nieto, no tiene nombre.

Asentí y limpié algunas lágrimas con rabia, porque cada vez que recordaba lo cruel y malvada que era mi progenitora, la furia latía en mis venas.

—¿Sabes algo de ella? —cuestionó tímida y en un hilo de voz.

Sacudí mi cabeza y negué. Luego tragué saliva y resoplé antes de contestar:

—Sigue en la delegación; mi papá y Angie están con ella, pero aún no se sabe nada acerca de cómo se procederá legalmente. Te juro que no sé si quiero que la encierren o no, ya no sé qué pensar o qué sentir… es mi madre, pero… ¡rayos, atentó contra mi seguridad, mi libertad y contra mi hijo!

Nos quedamos en silencio mientras ella pasaba su mano por mi vientre y asentía lentamente con su cabeza.

—Siento mucha rabia, decepción y frustración —repuse entre balbuceos porque intentaba frenar el llanto—, solo sé que pasará mucho tiempo para que pueda perdonarla, sus intenciones fueron tan oscuras como el corazón de James; ambos merecen pagar por haber atentado contra mi vida y la de mi hijo.

—Sí y lo bueno es que, si ese idiota está encerrado, pagará por todas las porquerías que ha cometido —susurró y esbozó una sonrisa malévola y vengativa—, y no sabes las ganas que tengo de ver cómo se pudre en la cárcel.

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