Abandonada y Embarazada [#1 Trilogía Bebés] romance Capítulo 90

─Tengo ocho meses y una semana de embarazo ─repuse en un hilo de voz y bajé la mirada. Estaba en mi época infértil para cualquier trabajo, incluso había dejado de ir a la panadería porque Matt me había suplicado que me cuidara y reposara en casa esas últimas semanas de embarazo. Hubo un silencio en aquella oficina espaciosa que me estremeció y me hizo erizar los vellos al mismo tiempo que mi mente imaginaba lo peor. Había perdido el trabajo.

─No hay problema, Bella ─sentenció esbozando una sonrisa que me hizo regresar el alma al cuerpo─, estas semana si quieres y si estás dispuesta, puedes venir solo a hacer tus primeras presentaciones para que el público te conozca mientras buscamos tu reemplazo temporal y luego a los cuatro meses regresas. En cuanto a la parte escrita de la revista, puedes hacerlo desde casa, tenemos varios artículos adelantados en la investigación y solo quedaría armar la información y redactarlos. Lo importante es establecerte como parte del medio y de nuestro equipo para cuando regreses ya sea más fácil la adaptación.

─Muchas gracias, señor Mario ─musité sumamente agradecida por la oportunidad y le dediqué una sonrisa amable─. Gracias por su comprensión y por darme esta oportunidad.

─¿Señor? ─replicó enarcando una ceja con diversión─. Puedes tutearme, solo dime Mario Antonio, tampoco es que soy tan viejo.

Reí nerviosa porque sí tenía razón. Tal vez tenía unos cuarenta o más y su cabello ya iba algo canoso, pero parecía un hombre muy atractivo. Sus líneas de expresión le añadían un toque divertido a su rostro, era como un comediante de esos que todos amamos.

─En cuanto a ti, Mellisa…─prosiguió mirando a mi amiga y ella solo sonrió forzosamente porque de seguro esperaba un regaño─, no sabía que estabas embarazada y…

─Lo siento…

─¿Qué dices? Bromeas, ¿cierto? ─replicó Mario con el ceño fruncido ante la intervención nerviosa de mi amiga, sí, era cierto que no habíamos comunicado el embarazo de Mell, pero solo esperaba que eso no complicara más las cosas─. ¿Por qué pides disculpas por traer un bebé al mundo? ¿Por qué dices que lo sientes, si solo eres una heroína más?

Ambas lo miramos extrañadas y él solo asintió con la cabeza al mismo tiempo que sonreía con amplitud.

─Chicas, esta empresa la construí y la formé gracias a la vida que me dio mi madre, gracias al estudio que pagó mi madre, gracias al excelente trabajo que hizo mi madre y gracias a los valores y la formación moral que aprendí de mi madre. ¿Por qué iría a cerrarles las puertas a las madres que en algún momento necesitaron una oportunidad, así como ella? ¿Por qué iría a seguir el mismo patrón y modelo que hizo que ella tuviera que sacrificar muchas cosas para sacarme adelante? ¿Por qué no iría a considerar que en algún momento ella necesitó una persona dispuesta a ayudarla y no lo hizo? ─Hizo una pausa porque su voz se volvió trémula─. Créanme que después de verla partir, solo me queda seguir honrándola y agradeciéndole todo lo que hizo por mí, y nunca, pero jamás, negarle las puertas a quien necesite una oportunidad para no solo luchar por una vida, sino por dos.

Sollocé y mi amiga limpió sus lágrimas, ambas lo miramos y sonreímos al mismo tiempo.

─Gracias, de verdad… creo que la vida en serio nos premió ─susurró Mell y yo asentí, teníamos un excelente jefe, aunque, obviamente no tan bueno como mi mejor amigo.

─Decía que, tienes derecho a cinco meses de licencia de maternidad, Mellisa, uno antes y cuatro después ─dijo Mario intentando encontrar aire para secar las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos desde que tocó el tema de su madre─, de modo que, una semana antes de cumplir tus ocho meses debes avisarme por escrito para convocar la búsqueda de un reemplazo temporal.

─Entendido ─repuso mi amiga con alegría.

─Perfecto, si no hay alguna otra objeción o comentario, procederemos a subir a los estudios de grabación para que lo conozcan y se ambienten un poco ─determinó y se levantó de un brinco de su silla.

─¿Es arri-ba? ─preguntó Mell con voz temblorosa, cambiando su expresión de forma instantánea a una de bastante preocupación.

─Sí, en el piso diez… pero la sala de redacción está en el primer piso. Igualmente, ese no es un problema, contamos con elevadores y creo que eso se les facilitará más que subir las escaleras.

Mi amiga asintió y yo tragué saliva, esa explicación no había calmado los nervios y el pánico que Mell sentía por la altura, aunque tal vez era hora de que empezara a acostumbrarse, ella sí se quedaría varios meses trabajando y aún con su embarazo.

Mario Antonio contestó algunas llamadas que le pasó su secretaria apenas salimos de la oficina. Apenas las puertas del elevador se abrieron, subimos a él y en el trayecto Mell no dejaba de apretarme la mano conteniendo las ganas de vomitar. Cuando llegamos al piso diez se le olvidaron las náuseas y malestares y fue la primera en salir del elevador con los brazos abiertos y una expresión fascinada apenas las puertas se abrieron y dejaron ver el estudio de televisión.

Era una enorme y gigantesca habitación con paredes de color blanco, a uno de sus lados había un cuarto más pequeño que estaba repleto de aparatos electrónicos que ayudaban a transmitir la señal. En la parte de arriba había las cámaras por todos lados acompañadas de juegos de luces. Las paredes eran decoradas con pantallas enormes y en algunas mesas a lo largo de una esquina se situaban al menos veinte computadoras y mil cosas más que no conocía pero que ya empezaría a hacerlo.

En el centro de la habitación había una mesa rectangular enorme de madera brillante y otra parte del set era ocupado por tres sillones de cuero liso, frente a varias cámaras que aún mantenían sus luces encendidas como si tan solo hacía poco habían dejado de usarse. Todo el piso era recubierto por una alfombra de terciopelo de color negro que hacía juego con el blanco de la mayoría de las partes visibles de la habitación porque las demás eran tapadas por pinturas antiguas y una cabeza de un venado que sobresalía de ella.

Me mareé al ver la otra parte de la estancia, porque los colores blanco y negro ocupaban sus paredes en forma de un tablero de ajedrez y era decorado por un solo sillón junto a una mesita de madera. Tuve que cerrar los ojos para no sentirme como si viajara a través de esos cuadrados bicolores y suspirié internamente, el espacio era bastante elegante y se veía llamativo… a los ojos de una persona de más edad que la nuestra.

Y es que sí, por un momento me sentí decepcionada y un poco fuera de lugar. Se suponía que, en ese estudio, en ese set y en ese espacio Mell y yo grabaríamos, pero nosotras éramos totalmente distintas a esa decoración. No solo éramos distintas sino completamente opuestas. Nuestro estilo era más dulce y suave, más moderno y femenino.

Abrí los ojos y lancé un segundo vistazo, al enforcarme en los muebles una oleada de ideas pasaron por mi mente. Sentí como se encendió un bombillo en mi cabeza y una idea empezaba a adueñarse de mis pensamientos.

─…así los directores del departamento de noticias… ─explicaba Mario mientras gesticulaba con sus manos y daba algunos pasos hacia al frente.

─¡Segmento de maternidad! ─salté en un gritito que resonó en aquellas paredes de ajedrez.

Ambos me miraron asombrados y desconcertados. Mis palabras habían brotado como agua en un manantial y ni siquiera yo misma había podido frenarlas. Ya estaba hecho, ahora debía continuar.

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