Abandonada y Embarazada [#1 Trilogía Bebés] romance Capítulo 89

Mis piernas temblaban y sentía un intenso nerviosismo recorrer mi cuerpo, estaba emocionada, sí, pero también estaba sumamente nerviosa por lo que podía ocurrir los siguientes minutos.

Intenté poner mi mejor postura en aquella silla y acomodé algunos mechones de mi cabello hacia un lado, acto seguido lancé una mirada fija y analítica a mi alrededor. La sala de espera era espaciosa y cómoda a la vista, su estilo contemporáneo la hacía acogedora, pero además de ser sala de espera, también era el pasillo que recorrían los demás profesionales de la comunicación que eran parte del canal televisivo y emisora radial de la empresa.

De modo que, las personas pasaban de un lado a otro mientras hablaban por celular o entre ellos, pero también leían en sus celulares o tabletas. Era un área concurrida y a pesar de serlo, nadie chocaba o trastabillaba, debía ser por la costumbre de desenvolverse entre varias personas y la habilidad de poder hacer varias cosas al mismo tiempo.

Los elevadores eran cerrados y abiertos una y otra vez y las puertas de las oficinas también, los empleados entraban y salían de sus oficinas y cubículos… y en una esquina de aquel enorme espacio nos encontrábamos sentadas esperando nuestro turno para entrar a la oficina de Mario Antonio. Habían pasado más de veinte minutos desde que su secretaria nos había dicho que en cinco podíamos pasar.

Estar entre tantas personas solo nos hacía sentir más nerviosas y aunque admitía que tenía ganas de salir corriendo ante tanta presión que se respiraba en aquel ambiente, también era cierto que estaba feliz por al fin poder cumplir mi sueño… y si bien, mi mejor amiga se sentía igual, los nervios sí la estaban traicionando.

—¿Y si me toca trabajar en el último piso? ¿Y si hace un temblor y...? —susurró Mell mirando hacia abajo por la ventana enorme de cristal que estaba detrás de nosotros—. ¿Por dónde sería mejor tirarme?

Estábamos en el cuarto piso y desde el cristal se veían mucho más pequeños los autos y las casas. Mell estaba en una crisis de pánico, su rostro pálido era señal de ello, movía incesantemente sus dedos y jugaba con los botones de su camisa cuestionándose en susurros el porqué de su estancia en ese lugar.

—Cariño, escúchame por favor: debes tranquilizarte —susurré con voz pausada y tomé sus manos temblorosas entre las mías—. Todo estará bien. Solo tienes que respirar hondo y calmarte, recuerda que todo esto puede hacerle daño a mi sobrino.

—Lo sé, Bella. —Asintió y largó un suspiro bastante nervioso y resignado—. Es que esto me pone ansiosa y no puedo evitar sentirme así.

Hice un gesto con mis labios y la abracé con suavidad. Colocó su cabeza sobre mi hombro y así pasamos algunos minutos, ambas con nuestros propios miedos, temores y pensamientos. A ambas nos había llegado la hora de crecer, de cumplir nuestras expectativas y nuestros sueños, de demostrar porqué y para qué habíamos pasado tantos años estudiando… ahora era nuestra oportunidad, a pesar de la inmensa cantidad de emociones que nos despertaba pensarlo, solo éramos cada una enfrentándose a sus deseos y aspiraciones, esos que alguna vez solo fueron ilusiones o ideas, al fin estaban materializadas y después de tantos sacrificios habían rendido sus frutos, solo éramos nosotras ante nuestras pasiones más intensas, lo que amábamos hacer; solo éramos ella y yo cumpliendo nuestro sueño.

—Bella Graze y Mellisa Rush —llamó la secretaria de Mario Antonio, algunos minutos después, mientras mi amiga y yo estábamos enfrascadas en una conversación acerca de lo que cenaríamos esa noche, sin embargo, al escuchar nuestros nombres con tanta formalidad, nuestros ojos se abrieron mucho y mi corazón latió más fuerte y acelerado, había llegado el momento—. Mario Antonio las espera.

Ambas tragamos saliva a la misma vez y en los ojos de Mell pude notar lo nerviosa y asustada que estaba. Mi amiga fue la primera en ponerse de pie, aunque cuando lo hizo trastabilló un poco, pero yo, aunque intenté hacerlo no pude, así que mi amiga me tomó de la mano y con un tirón me ayudó a levantar mi pesado cuerpo de aquella silla, ya mi vientre era bastante pesado como para dejarlo responder por sí solo a esos movimientos bruscos y difíciles.

—Todo va a estar bien —le susurraba una y otra vez a mi amiga que apretaba fuerte mi brazo y resoplaba con cada paso que acortaba la distancia entre la sala de espera y la oficina del afamado periodista.

—Bien, muchas gracias por aceptar el llamado, créanme que estamos muy felices de contar con su presencia en nuestro equipo —repuso al ver que no decíamos nada, luego carraspeó y buscó entre los papeles hasta que encontró una copia exacta al contrato que nos había sido enviado unas semanas atrás—. Ahora, si leyeron el contrato, sabrán que la plaza de trabajo no solo comprende la conducción y presentación del programa revista, sino también su creación de contenido que también incluye la versión impresa y digital, por lo tanto, ambas trabajarán en la sala de investigación y redacción los días martes y miércoles —anunció mirándonos con fijeza y en tono más serio y formal—. Y los lunes y jueves en el programa que se emite a las nueve de la mañana. El viernes y los fines de semanas son libres. Los horarios no son tan pesados; para la versión escrita e investigativa será de ocho de la mañana hasta las dos de la tarde y para el programa televisivo, será de ocho y media hasta medio día. ¿Les parece bien? —cuestionó al mismo tiempo que enarcaba una ceja en señal de respuesta.

Si bien, era algo que ya sabíamos porque habíamos leído una y otra vez el contrato, el horario aún no penetraba en mi cerebro, mi mente intentaba memorizar todo lo que había dicho, pero aún así, ambas asentimos con rapidez.

—¡Excelente! —exclamó sonriente y con expresión de júbilo—. Si leyeron el documento, sabrán que los demás términos están mencionados en el contrato, como el monto mensual, las horas de trabajo por quincena, los beneficios a los que tienen acceso, sus responsabilidades y compromisos, mis responsabilidades y compromisos, nuestras políticas, etcétera… ¿cierto? —Mell y yo asentimos otra vez y él esbozó una leve sonrisa antes de agregar—: Entonces… ¿hay alguna objeción, desacuerdo o duda?

La verdad es que el contrato había sido bastante flexible y el pago estaba más alto del que había en mis expectativas, pero había un detalle muy importante y que podía cambiar el rumbo de mi historia, mi embarazo estaba muy avanzado y era imposible pensar en que las próximas semanas daría lo mejor de mí, tampoco quería renunciar a esa oportunidad, pero llevaba un buen rato pensándolo y no sabía cómo él reaccionaría cuando se enterara que en tan solo tres semanas traería a mi bebé a la vida.

—¿Sucede algo? —cuestionó de pronto y pegué un brinquito en la silla.

Tragué saliva y lo miré con fijeza. Debía decirle la verdad y ese era justo el momento para hacerlo.

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