Dos horas después, la escena con mi madre aún seguía rondando mi mente, aunque intenté disfrutar al máximo mi tarde. Luego de ir comer a un lujoso restaurante en celebración de nuestro nuevo trabajo, despedimos a Mell y Javi en la puerta de su casa. Era viernes y debíamos disfrutar el fin de semana porque el lunes teníamos que empezar a asistir al trabajo, además, hacía un día hermoso, soleado y digno de alguna aventura.
—¿A dónde quieres ir, princesa? —preguntó mi novio de pronto, sobresaltándome e interrumpiendo mi vista hacia el panorama, como si leyera mis pensamientos o si mis ganas de no bajar del auto se hubieran notado mucho.
Sonreí.
—Pudiera decirte que me lleves lejos, a un lugar donde solo estemos tú y yo —contesté en voz baja y mi sonrisa se volvió más amplia al notar su expresión—, pero… quisiera ir a ver a Matt, hace días que no lo vemos y tengo antojo de un buen pastel de tres leches con crema de cacao.
—Qué extraño, princesa —repuso divertido y enarcó una ceja antes de agregar—: hace menos de media hora te comiste uno con crema de fresa.
Solté una risita y negué con la cabeza, si eso había sido así, ya se me había olvidado porque mi interior gritaba ansioso por uno.
—Pero no fue tan rico como los hace Matt, además, queda terminantemente prohibido negarle los antojos a una embarazada de ocho meses —musité y crucé los brazos sobre mi pecho—. Eso es un pecado.
—¿Sabes qué sí es un pecado? —replicó rápidamente y negué con la cabeza, él sonrió complacido y pasó sus dedos por mis labios—. No poderte comer a besos como quisiera, pero concuerdo contigo, de hecho, iba a proponerte que fuéramos a verlo, porque creo que nos necesita.
—Espera… ¿a qué te refieres? —pregunté incorporándome en el asiento y mirándolo con temor—. ¿Le ha pasado algo? ¿Qué sucede? ¿Está bien?
—Nos necesita —repitió.
—¿Es algo emocional?
—Me encantaría decírtelo, pero es mejor que lo veas tú misma —repuso y me dedicó una mirada de perdón al mismo tiempo que encendía el auto y lo ponía en marcha.
—Eso sí es un pecado —bufé enojada y me recosté otra vez en el respaldar del asiento con una expresión molesta, aunque mi novio solo sonreía y eso me provocaba aún más curiosidad—. Amor, no seas malito, cuéntame... —protesté haciendo pucheros apenas giró para tomar la vía que conducía a la panadería, sin embargo, mi petición se quedó en el aire al ver la enorme fila de autos que estaban estacionados a lo largo de la calle. Hasta donde recordaba no era ni día libre, feriado ni fiesta nacional, ¿por qué había tantos autos?
No tuve que analizar mucho porque solo al seguir con la mirada la dirección que tomaban, encontré la razón. Mis mejillas rápidamente se calentaron debido a la euforia y una sonrisa radiante y enorme se dibujó en mis labios. Era realmente sorprendente cómo la hilera de coches provenía de la panadería de Matt mientras que todos los demás locales estaban vacíos, además, la entrada de la panadería estaba abarrotada de personas que se peleaban por entrar y se apretujaban buscando un paso.
—¡¿Qué es todo esto?! —exclamé con la emoción recorriendo mi cuerpo y casi saliéndome por la ventana del auto—. ¡¿Cómo pasó?!
—Tú lo hiciste, princesa —respondió Alex con ternura lanzándome una mirada fugaz y señaló hacia una pantalla enorme que estaba incrustada en uno de los edificios más grandes de la ciudad y que estaba como a dos calles, pero por su tamaño era visible quizás desde cualquier rincón del centro de la ciudad. Mi mirada se posó en ella y abrí mi boca hasta sentir cómo se secaba mi garganta. La emoción se adueñó de mi cuerpo cuando divisé que en la pantalla se reflejaba una imagen de Matt y sobre ella en una cinta amarilla ponía: inocente. Más abajo decía la dirección de la panadería y todos los servicios que ofrecía y una invitación a ser parte de la reconstrucción de su vida.
—Pero… —rezongué entre balbuceos y de pronto caí en cuenta al ver el logo del canal de mi nuevo trabajo—. Mario Antonio.
—No has empezado bien y ya has cambiado vidas —susurró y tomó mi mano entre las suyas para después besarlas—. Lograste que muchas personas al fin crean en la inocencia de Matt y lograste que todas estas personas quieran ayudarlo a recuperar su vida.
Limpié las lágrimas que corrían por mis mejillas y él sonrió y me miró con todo el amor del mundo. Señaló hacia el frente y concentré mi atención hacia donde me señalaba. Matt se acercaba corriendo con una enorme emoción y una radiante sonrisa. Llegó hasta la ventana y resoplando, pero sin borrar su expresión de felicidad.
—¡Gracias Bella! —exclamó emocionado y con los brazos abiertos—. Gracias por hacer esto, gracias por esta nueva oportunidad.
No pude decir nada, las palabras se me atoraron en la garganta, pero el impulso que sentía era incontrolable y no pude evitar bajar como pude del auto para abrazarlo y demostrarle mi felicidad. El calor de su cuerpo abrigó el mío y sus brazos lo rodearon con fuerza.
—No hice nada, Matt… lo hiciste tú y esto es lo que siempre has merecido —murmuré con una sonrisa segundos después, cuando nos separamos—. La verdad siempre será más grande que mil mentiras y tú siempre serás más grande que lo que digan.
Alex nos miraba sonriente y asintió con la cabeza, afirmando mis palabras.
—Gracias por haber creído en mí desde el principio —susurró.
—Y lo seguiremos haciendo —repuso mi novio y también lo abrazó con fuerza—. ¿Necesitas ayuda, enano? —preguntó divertido mirando hacia la multitud y rascándose la cabeza cuando se separaron.
—¿Le dices enano? —pregunté seguido de una carcajada—. ¿Y tú te lo dejas decir? —cuestioné y miré a Matt con expresión divertida.
—Lo soy —respondió mi mejor amigo encogiéndose de hombros—. Pero a él se le quema el pan —agregó burlón y le dio un leve empujón a Alex.
Mi novio iba a protestar, pero una voz a lo lejos lo interrumpió. No entendía de dónde provenía el sonido, pero un llamado insistente se escuchaba a pesar de las voces de la multitud.
—¡Matt! —exclamaron por cuarta vez y fue imposible no reconocer esa voz, era tan conocida y tan familiar, literalmente.
Mis ojos se abrieron mucho cuando con mi propia vista pude confirmar mis sospechas. Mi hermana corría hacia nosotros y llevaba puesto un delantal de la panadería. ¿Qué estaba sucediendo? ¿De qué me había perdido?
—Pero es que ella…
—Ella te ama, cariño, de eso estoy segura —interrumpí con dulzura—. Si quieres buscarla, ayudarla o hacer algo por ella, estás en todo tu derecho, tampoco quiero que te sientas amarrada a mis problemas, al fin y al cabo, eres su niña y su consentida.
Ella asintió lentamente y sequé algunas de sus lágrimas, corrí mi silla un poco y la abracé de lado, ella recostó su cabeza sobre mi hombro y acaricié su cabello.
—Me gusta este lugar —susurró y señaló hacia la enorme ventana que dejaba ver el parque de al frente.
—A mí también, era mi segundo hogar —repuse en el mismo tono de voz—, aunque tu mirada me dice que no solo te gusta el lugar, también te gusta la compañía, ¿verdad?
Ella soltó una risita nerviosa y me separé un poco para verla mejor, sus mejillas estaban sonrosadas y sus labios intentaban ocultar una sonrisa traviesa.
—¿Se nota mucho? —preguntó con timidez y yo solté una carcajada.
—De aquí al cielo —susurré y pellizqué su mejilla antes de levantarme otra vez porque escuché la voz de mi novio acercarse.
Y efectivamente era él, abrió la puerta de la cocina y salió con un gorro de chef y un delantal que le marcaba sus músculos porque le quedaba ajustado. En sus manos llevaba un precioso pastel de color blanco con un corazón rojo en el centro y al salir lo primero que hizo fue buscarme con la mirada hasta encontrarme, sonrió emocionado y depositó el pastel en la repisa.
—¡Wualá! —exclamó haciendo vuelos en el aire con la mano—. Princesa, te presento la nueva creación de la casa: el exclusivo, delicioso, cremoso y nunca antes visto, Cake Bellex —recitó con voz de comercial y contuve la risa por lo divertido que se veía.
—¿Bellex? —cuestioné pensativa y fruncí el ceño—. Eso suena como a...
—Nuestros nombres unidos —interrumpió y sus ojos brillaron cuando lo dijo—. Así es como quiero estar contigo, siempre juntos, siempre unidos. —Me tomó por la cintura y pegó mi cuerpo al de él, para luego besarme con suavidad.
—Debo admitir que aprendió muy rápido, lo hizo él solo, así que, Bella, creo que se merece un premio, porque este postre será la nueva sensación —intervino Matt con una sonrisa saliendo de la cocina y limpió sus manos con el delantal—. Por cierto, ¿alguien quiere pastel de tres leches con crema de cacao?
—¿Me hablaban? —repliqué impaciente y poniendo mi expresión más convencedora. Mis tres acompañantes negaron con la cabeza al mismo tiempo que reían. Faltaban mi Mell y Javi, pero qué bonito era sentirse en familia.
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