Abandonada y Embarazada [#1 Trilogía Bebés] romance Capítulo 92

Dos horas después, la escena con mi madre aún seguía rondando mi mente, aunque intenté disfrutar al máximo mi tarde. Luego de ir comer a un lujoso restaurante en celebración de nuestro nuevo trabajo, despedimos a Mell y Javi en la puerta de su casa. Era viernes y debíamos disfrutar el fin de semana porque el lunes teníamos que empezar a asistir al trabajo, además, hacía un día hermoso, soleado y digno de alguna aventura.

—¿A dónde quieres ir, princesa? —preguntó mi novio de pronto, sobresaltándome e interrumpiendo mi vista hacia el panorama, como si leyera mis pensamientos o si mis ganas de no bajar del auto se hubieran notado mucho.

Sonreí.

—Pudiera decirte que me lleves lejos, a un lugar donde solo estemos tú y yo —contesté en voz baja y mi sonrisa se volvió más amplia al notar su expresión—, pero… quisiera ir a ver a Matt, hace días que no lo vemos y tengo antojo de un buen pastel de tres leches con crema de cacao.

—Qué extraño, princesa —repuso divertido y enarcó una ceja antes de agregar—: hace menos de media hora te comiste uno con crema de fresa.

Solté una risita y negué con la cabeza, si eso había sido así, ya se me había olvidado porque mi interior gritaba ansioso por uno.

—Pero no fue tan rico como los hace Matt, además, queda terminantemente prohibido negarle los antojos a una embarazada de ocho meses —musité y crucé los brazos sobre mi pecho—. Eso es un pecado.

—¿Sabes qué sí es un pecado? —replicó rápidamente y negué con la cabeza, él sonrió complacido y pasó sus dedos por mis labios—. No poderte comer a besos como quisiera, pero concuerdo contigo, de hecho, iba a proponerte que fuéramos a verlo, porque creo que nos necesita.

—Espera… ¿a qué te refieres? —pregunté incorporándome en el asiento y mirándolo con temor—. ¿Le ha pasado algo? ¿Qué sucede? ¿Está bien?

—Nos necesita —repitió.

—¿Es algo emocional?

—Me encantaría decírtelo, pero es mejor que lo veas tú misma —repuso y me dedicó una mirada de perdón al mismo tiempo que encendía el auto y lo ponía en marcha.

—Eso sí es un pecado —bufé enojada y me recosté otra vez en el respaldar del asiento con una expresión molesta, aunque mi novio solo sonreía y eso me provocaba aún más curiosidad—. Amor, no seas malito, cuéntame... —protesté haciendo pucheros apenas giró para tomar la vía que conducía a la panadería, sin embargo, mi petición se quedó en el aire al ver la enorme fila de autos que estaban estacionados a lo largo de la calle. Hasta donde recordaba no era ni día libre, feriado ni fiesta nacional, ¿por qué había tantos autos?

No tuve que analizar mucho porque solo al seguir con la mirada la dirección que tomaban, encontré la razón. Mis mejillas rápidamente se calentaron debido a la euforia y una sonrisa radiante y enorme se dibujó en mis labios. Era realmente sorprendente cómo la hilera de coches provenía de la panadería de Matt mientras que todos los demás locales estaban vacíos, además, la entrada de la panadería estaba abarrotada de personas que se peleaban por entrar y se apretujaban buscando un paso.

—¡¿Qué es todo esto?! —exclamé con la emoción recorriendo mi cuerpo y casi saliéndome por la ventana del auto—. ¡¿Cómo pasó?!

—Tú lo hiciste, princesa —respondió Alex con ternura lanzándome una mirada fugaz y señaló hacia una pantalla enorme que estaba incrustada en uno de los edificios más grandes de la ciudad y que estaba como a dos calles, pero por su tamaño era visible quizás desde cualquier rincón del centro de la ciudad. Mi mirada se posó en ella y abrí mi boca hasta sentir cómo se secaba mi garganta. La emoción se adueñó de mi cuerpo cuando divisé que en la pantalla se reflejaba una imagen de Matt y sobre ella en una cinta amarilla ponía: inocente. Más abajo decía la dirección de la panadería y todos los servicios que ofrecía y una invitación a ser parte de la reconstrucción de su vida.

—Pero… —rezongué entre balbuceos y de pronto caí en cuenta al ver el logo del canal de mi nuevo trabajo—. Mario Antonio.

—No has empezado bien y ya has cambiado vidas —susurró y tomó mi mano entre las suyas para después besarlas—. Lograste que muchas personas al fin crean en la inocencia de Matt y lograste que todas estas personas quieran ayudarlo a recuperar su vida.

Limpié las lágrimas que corrían por mis mejillas y él sonrió y me miró con todo el amor del mundo. Señaló hacia el frente y concentré mi atención hacia donde me señalaba. Matt se acercaba corriendo con una enorme emoción y una radiante sonrisa. Llegó hasta la ventana y resoplando, pero sin borrar su expresión de felicidad.

—¡Gracias Bella! —exclamó emocionado y con los brazos abiertos—. Gracias por hacer esto, gracias por esta nueva oportunidad.

No pude decir nada, las palabras se me atoraron en la garganta, pero el impulso que sentía era incontrolable y no pude evitar bajar como pude del auto para abrazarlo y demostrarle mi felicidad. El calor de su cuerpo abrigó el mío y sus brazos lo rodearon con fuerza.

—No hice nada, Matt… lo hiciste tú y esto es lo que siempre has merecido —murmuré con una sonrisa segundos después, cuando nos separamos—. La verdad siempre será más grande que mil mentiras y tú siempre serás más grande que lo que digan.

Alex nos miraba sonriente y asintió con la cabeza, afirmando mis palabras.

—Gracias por haber creído en mí desde el principio —susurró.

—Y lo seguiremos haciendo —repuso mi novio y también lo abrazó con fuerza—. ¿Necesitas ayuda, enano? —preguntó divertido mirando hacia la multitud y rascándose la cabeza cuando se separaron.

—¿Le dices enano? —pregunté seguido de una carcajada—. ¿Y tú te lo dejas decir? —cuestioné y miré a Matt con expresión divertida.

—Lo soy —respondió mi mejor amigo encogiéndose de hombros—. Pero a él se le quema el pan —agregó burlón y le dio un leve empujón a Alex.

Mi novio iba a protestar, pero una voz a lo lejos lo interrumpió. No entendía de dónde provenía el sonido, pero un llamado insistente se escuchaba a pesar de las voces de la multitud.

—¡Matt! —exclamaron por cuarta vez y fue imposible no reconocer esa voz, era tan conocida y tan familiar, literalmente.

Mis ojos se abrieron mucho cuando con mi propia vista pude confirmar mis sospechas. Mi hermana corría hacia nosotros y llevaba puesto un delantal de la panadería. ¿Qué estaba sucediendo? ¿De qué me había perdido?

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