Amante peligroso romance Capítulo 188

La persona que no dijo ni una palabra era más aterrador que cuando gritaba.

-Suéltame, Joa… ¡Ah!- Antes de que pudiera terminar de hablar, su voz se quedó ahogado en su garganta, como si no hubiera necesidad de decirlo.

Actuaba como un loco tirándola sobre la cama, haciéndola el amor una y otra vez. Parecía que solo podía sentir la temperatura de esa mujer abrazándola con fuerza, y por la temperatura de esa mujer, podía sentir que ella todavía estaba a su lado, y no se había marchado aún.

Nadie salió satisfecho de esa escena de amor. Ella se quedó como una muñeca de juguete arruinada, estaba acostada en la cama sin ninguna fuerza. Por el otro lado, el jadeo como una bestia del hombre se emitía constantemente de su garganta.

Ella no lo miró porque no quería mirarlo, solo se limitó a ver el techo aturdida.

El hombre sobre su cuerpo se movió, apoyando el brazo se levantó de ella. Era obvio que el cuerpo de la mujer se quitó un peso de encima, y luego la cama que tenía debajo también sintió lo mismo. Se bajó de la cama, el hombre que siempre se había mostrado decente, ahora mismo incluso se le olvidó poner los zapatos, y pisando el suelo descalzo, se acercó al tocador, abrió el cajón y sacó el frasco de medicina.

Volvió a caminar hacia la cabecera de la cama y estiró el brazo, -¿No vas a tomar las medicinas?-

-Tú...- Ella entró en pánico al instante.

Inmediatamente se burló, -Son pastillas de vitaminas, ¿verdad?- Los finos labios se curvaron lentamente. No había rastro de temperatura humana. Con la otra mano vacía, desenroscó el tapón del frasco. Mientras sus ojos negros no paraban de observar a la mujer de enfrente, giró la palma de la mano y sacó un puñado de pastillas. La curvatura de sus delgados labios se hizo cada vez más grande y su frialdad se volvió cada vez más seria.

Levantó la cabeza y se metió en la boca el montón de pastillas que tenía en la mano. Se tragó decenas de pastillas delante de ella.

Denis se asustó repentinamente, no le dio tiempo para pensarlo detalladamente y se tiró hacia adelante para coger de su brazo, -¡No! ¡No puedes tomarlas!-

-¿Por qué no puedo tomarlas? ¿No son pastillas de vitaminas?- Sonrió, sin que la sonrisa le llegara a su interior, -Tú puedes tomarlas, ¿no?-

-Yo, yo...- ¿Qué debería decir?¿Decir que eso no era pastillas de vitaminas?

Mientras masticaba las pastillas en su boca, miró a esa mujer. Las pastillas en su boca sabían muy amargas con una sola unidad, ya no decir que se había tomado un puñado. No obstante, parecía que no saboreaba la amargura que llenaba su boca, como si no se hubiera metido pastillas muy amargas y solo estaba mascando un chicle.

Denis abrió la boca y cada vez que quería decir algo se daba cuenta de que no podía decir nada.

Ella miró fijamente su garganta. Al ver que cada vez que tragaba estaba masticando las pastillas, sintió un dolor en su pecho. No podía decir la razón, solo levantó la cabeza y lo miró a los ojos, -Escúpelas.-

-¿Por qué quieres que las escupa? ¿Mi cariño es tan tacaña? ¿No puedes compartir estas pastillas de vitaminas conmigo? Te las compraré de nuevo cuando las termines.- Incluso le habló afectuosamente, pero la angustia en sus ojos era obvio, como si alguien estaba apuñalando su corazón, emitiendo un sonido desgarrado con la cuchillada. Él hizo todo lo posible por ignorarlo. Pensó que al menos esa mujer todavía sentía pena por él, de lo contrario, aunque lo que se había tomado era veneno, esa mujer no tendría ninguna emociones. pero lo más ridículo era que se dio cuenta de que esa era la última forma que le quedaba para poder convencerse de que ella también sentía algo por él!

¡Por eso!

Solo por eso...

Cuando ella dijo, -No es bueno comer demasiadas pastillas de vitamina, escúpelas, ¿de acuerdo?-

¡Por eso!

Solo por eso...

Él dijo, -Vale.- Se guardó en su interior todo lo que quería decir originalmente para darle la vuelta a la situación, y continuó fingiendo no saberlo.

Escupió los restos de las pastillas en la boca, y frunció el ceño para fingir que estaba saboreando, -Estas pastillas de vitaminas no están buenas. Ya no tomes más de esto. Te lo cambiaré.-

Su rostro cambió drásticamente, casi le arrebató el frasco de la medicina de la mano, y luego le explicó de manera poco natural, -Me gusta este sabor, espera a que termine este.-

De repente él le tocó la cintura, y su cuerpo se puso rígido instantáneamente. Su rostro se volvió aún más incómodo, -¡No me toques!-

Casi lo dijo gritando. La expresión de sus ojos mostraba un dolor y una vergüenza que no se podía ocultar.

-¿Crees que pueda haber una coincidencia de que mi riñón pueda caber en tu cuerpo?-

El rostro de Denis cambió drásticamente y se encogió hacia atrás, -¿Qué quieres decir?- Miró al hombre frente a él a la defensiva.

-Si existe la posibilidad de intercambiar una cosa por otra en este mundo, entonces, si te doy mi riñón, ¿puedes darme algo tuyo?-

La miró con dulzura.

Pero Denis sintió una frialdad por todo su cuerpo, -No me tomes el pelo... No me tomes el pelo más, ¿de acuerdo? ¿No hemos quedado en que vamos a vivir en paz? Vivamos en paz. No vuelvas a decir este tipo de broma y deja de pensar en este tipo de cosas.-

Pensó que se le había ocurrido una nueva forma de torturarla. Y ella... estaba asustada.

Al escuchar a Denis, al escucharla decir “Vivamos en paz”, Joaquín quería reír, pero también sentía ganas de llorar... Solo Dios sabía que Joaquín, el hombre que siempre había sido poderoso, también tenía sentimientos humanos tan contradictorios.

-Vale, tú has dicho que vivamos en paz, entonces viviremos en paz.- Él empujó su cabeza hacia su hombro, en un lugar donde ella no podía ver, su mano izquierda estaba apretada en puño...

-Denis... ¿Por qué no me preguntas qué quiero que me des si te doy mi riñón? ¿Por qué no me preguntas qué es lo que quiero de ti?- Le susurró a la oreja.

Claramente sintió la rigidez de la mujer en sus brazos.

-Deja de bromear, ¿de acuerdo? Esta broma no es nada graciosa.-

Escuchando que decía otras cosas para evitar su pregunta deliberadamente, se rio levemente, sus ojos se suavizaron, pero un rastro de angustia brilló, y dijo en voz baja, -Bien, ya no haré más bromas que no son graciosas.-

-No comas más pastillas de vitaminas... ¿Vale?- Joaquín vislumbró que, aunque ella estaba en sus brazos, seguía agarrando el frasco fuertemente. Pensó que, si ella podía comprometerse esa vez, él donaría la mitad de sus bienes personales a la sociedad de inmediato. Y se quedaría con la otra mitad para mantener a ella y criar a sus hijos, eso era suficiente.

El tiempo pareció detenerse, y unos pocos segundos parecieron ser un siglo. El hombre estaba ansioso esperando.

Solo entonces se dio cuenta de que le importaba locamente esa mujer.

-Me terminaré este frasco... Así no desperdicio.-

¡Algo se derrumbó en interior!

¡La esperanza que le había puesto se hizo pedazos!

¡Aún ella insistía en tomarse las malditas “pastillas de vitaminas”!

Denis, ¿por qué dudas?

Denis, ¿has olvidado quién te causó todo el sufrimiento? ¿Quién te ha hecho vivir tan miserablemente? ¿Y quién te humilló hasta la muerte?

Denis, ¡date prisa en apuñalarlo! ¡Apuñálalo! ¡Apuñálalo!

¡Denis! ¡Eres una inútil!”.

¡Clanc!

El cuchillo cayó y ella enseguida lo recogió nerviosamente. Volvió a mirar al hombre dormido, no lo había despertado.

Cerrando los ojos, su mano derecha todavía agarraba el mango del cuchillo con fuerza, ¡como si fuera a destrozar el cuchillo!

Grandes lágrimas cayeron de sus ojos cerrados.

No podía controlar sus conductos lagrimales, al igual que no podía controlar el temblor desesperado de la mano que sostenía el cuchillo... ¿Qué era tan terrible?

“De todos modos ya te han acusado de asesina, ¿qué más da matar a alguien de verdad?

¿Por qué no lo apuñalaste?

¡Eres inútil! ¡¡Eres inútil!! ¡¡¡Eres inútil!!!”.

La perseverancia en sus ojos fue fugaz, entonces volvió a mirar a la persona a su costado. Sentía remordimientos, no era inútil, ¡y menos le importaba!

El cuchillo volvió de nuevo a ponerse sobre la cabeza del hombre dormido. Denis respiró hondo, dijo que no le importaba, dijo que podría vivir en paz si él moría, pero aun así no podía apuñalarlo. Con las manos temblando, se odió por ser una inútil. El cuchillo en su mano parecía algo que le asustaba, ¡de modo que lo arrojó lejos en pánico!

Se cubrió la cara y lloró en silencio. Se odiaba porque era una inútil y porque aún sentía lástima por él.

¡Se odiaba por no poder matarlo!

El sonido del cuchillo cayendo al suelo despertó al hombre que estaba a su lado.

-¿Qué te pasa? ¿Por qué lloras?- Joaquín se sentó rápidamente y extendió la mano para abrazar a Denis, quien por reflejo lo empujó con la mano.

Después de apartarlo, sintió que no debería hacer eso y explicó, -He tenido una pesadilla.-

El hombre exhaló un suspiro de alivio, -No tengas miedo, estoy aquí.- La abrazó y la metió en la sábana. Después de consolarla como a una niña pequeña, la mujer se quedó dormida produciendo un leve sonido de ronquido.

Tal vez estaba realmente muy cansada. Porque era la primera vez que se quedaba dormida de verdad en la misma cama con ese hombre.

Los ojos oscuros del hombre se posaron con certeza en el cuchillo que estaba en el rincón, entonces los ojos negros brillaron, bajó los párpados, apagó la luz, se acostó y abrazó con más fuerza a la mujer entre sus brazos.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Amante peligroso