Amante peligroso romance Capítulo 216

Madrugando por la mañana, se podía ver que el cielo estaba excelente.

Después de ducharse, en bata, salió del baño y estaba a punto de abrir las cortinas cuando oyó dos golpes en la puerta.

Mario bajó la mano que sostenía la cortina y se dirigió a la puerta.

Con un ligero clic, la puerta se abrió.

Las dos personas, uno dentro y otro fuera de la puerta, se quedaron atónitas al mismo tiempo.

Mario se detuvo por un segundo, y al momento siguiente, la astucia que apareció en sus ojos desapareció fugazmente.

-¿Eh?- La voz profunda salió de su garganta, con un toque sexy inexplicable.

El hombre acabado de ducharse, vestido de un fino albornoz, toda su apariencia, perezosa, era realmente atrayente.

Donde la puerta, la mujer apartó la vista y dijo, -Es el desayuno que ordenaste, todos los demás están ocupados, Regina todavía está durmiendo, así que yo ...- Por eso le sirvió el desayuno.

Aunque dijo que los demás estaban ocupados, en realidad, no había mucha gente en toda la casa de huéspedes.

La casa de huéspedes en sí no era grande, por lo que no necesitaba a tanta gente.

El desayuno era de autoservicio, pero claramente no era comparable con el de un hotel de cinco estrellas. Era solo un desayuno habitual. Los huéspedes que se alojaban en la pensión bajaban a comer, pero también había alguno que tenía su propio requisito para el desayuno y quería que se lo llevasen a la habitación.

Entonces, Mario se fijó que llevaba una cesta de bambú en la mano, y se sorprendió... Esa fue la primera vez en su vida que vio un establecimiento de hostelería donde se usaba una cesta para entregar comidas.

Pero... eso no era importante.

Los delgados labios se curvaron.

-Vale...- lo dijo alargándolo con un toque de sonido nasal y miró significativamente el rostro de la mujer, -Llévame adentro.-

La mujer fuera de la puerta se detuvo un poco molesta, -¿Señor Mario, no puedes llevarlo solo?-

Mario arqueó las cejas y dijo naturalmente, -¿Crees que estoy acostumbrado a este tipo de cosas?-

¿Este tipo de cosas?

¿Qué tipo de cosas?

La mujer puso los ojos en blanco disimuladamente... y es que era otro joven señorito muy bien cuidado.

De pie en la puerta, Mario arqueó ligeramente las cejas, -¿A qué esperas? ¿No sabes hacer algo tan simple?- Luego frunció los labios y dijo, -Ah claro, eres la jefa.-

¡Obviamente era para ridiculizarla!

La mujer lo miró, con la cesta, entró en la habitación.

De atrás escuchó decir al hombre, -Ponlo en la mesa de té.-

No tuvo más remedio que entrar más al fondo de la habitación.

Dejando la cesta de su mano dijo, -Señor Mario, puedes ir sirviéndote. Alguien la recogerá más tarde cuando limpien la habitación.-

Se dio la vuelta y caminó hacia la puerta, lista para irse.

Tan pronto como levantó la cabeza, Mario tenía los brazos cruzados, estaba apoyado contra la puerta, su cabello todavía goteaba, donde su frente tenía unas mechas de pelo ligeramente rizadas y transmitía una apariencia perezosa.

Tuvo que bajar los ojos y no mirar.

El hombre de la puerta admiró felizmente su rostro ligeramente sonrojado, pero no le importaba su propia apariencia perezosa y encantadora en ese momento.

-Jefa, ¿no desayunamos juntos?-

La mujer puso la mano en la manija de la puerta, pero un brazo delgado se estiró rápidamente para detener la puerta.

Ella levantó la cabeza y no le gustó la manera en que sonrió ese hombre incomprensible.

Las cejas se arquearon levemente, -Señor Mario, si tienes tan buen corazón, ¿por qué no invitas a comer a los mendigos de la calle?-

-Está bien.- Mario sonrió enérgicamente, y de repente retiró su mano de la puerta, -Jefa, dijiste ayer que me regalarías un juego de té y un sillón como el tuyo.-

-Sí, lo dije. Después de la comida, yo Inhué Gálvez, te lo llevaré.-

Mario negó con la cabeza, -Así no. Regalar algo a alguien tiene que ser una cosa que le gustase de verdad. Por lo que tengo que elegirlo yo mismo.-

¿Elegir él mismo?

-¿Cómo... quieres elegir?- Eso va a ser interesante, -¿Tengo que traerte todos los juegos de té y sillones enfrente tuya para que el señor Mario pudieras mirarlos uno por uno?-

-¿Por qué complicarlo tanto?- el hombre sonrió felizmente y sus ojos brillaban intensamente, -Escuché que la antigua Ciudad D está muy animada y hay muchas cosas nuevas e interesantes. Justo quería ir a visitarlo, pero no conozco mucho el lugar. Como de todos modos, jefa, habías prometido regalarme el juego de té y el sillón reclinable, podías de paso, actuar como una guía y acompañarme a visitar la antigua Ciudad D.-

La mujer ni siquiera lo pensó, -Regina está despierta, dejaré que ella te acompañe.-

Justamente Regina también reclamaba por salir a jugar.

-No, no- Mario sacudió su dedo índice, y de repente se inclinó para acercarse a la mujer, -Eso sería un acto no sincero. Jefa, fuiste tú quien dijo que me iba a regalar algo, y por supuesto tiene que ser la jefa quien debería acompañarme a elegir eso.-

-...- La chica se sobresaltó por el repentino agrandamiento del rostro del hombre frente a ella. Cuando lo miró desde tan cerca, se dio cuenta de que esa persona era realmente atractiva.

Era solo que... por su mente pasó un rostro y ella, de repente, se puso pálida... ¿Hay tal similitud entre esos rostros?

Se extendió cierta amargura en su interior.

-¡Fuera del camino!- La chica se reprimió, pero hablaba lentamente, e incluso su voz gutural que no se notaba si no se prestaba atención, era muy obvio en ese momento.

Mario se sorprendió un poco, -Oye, ¿qué...?- ¿Qué pasa...?

“¡Plaf!”

Un sonido claro se oyó cuando la mano del hombre se le extendió, porque fue golpeado por la chica.

-¡Aléjate de mí!-

Mario miró fijamente su mano torcida, tenía el dorso de su mano enrojecido.

‘Esta mujer ... ¡tiene mucha fuerza!’

Apretó los dientes, entrecerró los ojos y bajó la mirada para mirar a la mujer frente a él. Su rostro estaba pálido, aunque ella estaba bien hacía un segundo. Su mirada se posó en sus pálidos labios... ¿Por qué lo hizo tan de repente?

Después de entrecerrar los ojos, Mario fue tan astuto que pudo adivinar más o menos el motivo después de pensarlo un poco.

Tras apretar los dientes, su mirada se convirtió cada vez más intenso. De repente, en su rostro serio apareció una sonrisa, que cambió el ambiente, y dijo, -Jefa, no eres amable. La bofetada que acabas de darme ha hecho que mi mano se enrojeciera y me duele.-

La mujer inconscientemente miró el dorso de su mano, y vio que sí que estaba roja... Las manos del hombre eran muy bonitas, delgadas y blancas, los huesos de sus dedos eran bien definidos, y sus uñas estaban limpias... Con solo ver la mano, se sabía que no era mano de haber hecho mucho trabajo.

Encima, se había vuelto roja tras ser golpeada por ella.

Además, no fue por su culpa... simplemente la chica estaba enojada.

-Ay. Me duele mucho. Desde pequeño hasta ahora, ninguna mujer me había golpeado en la mano.-

Mario tomó sus manos y las frotó con cuidado por un tiempo... Ella miró al hombre frente a él, quien estaba aguantando el dolor.

La vergüenza que tenía la chica antes se convirtió en culpa.

-Ay. No sé cuándo mejorará...- Mario tomó sus manos sin mirarla, con el rostro lleno de impotencia y preocupación.

La culpa que sentía la chica se hizo más intensa.

-Olvídalo... ¿No es solo el enrojecimiento del dorso de la mano?... Siempre hay primeras veces en la vida. Solo lo trataré como una experiencia no tan maravillosa. Supuestamente, vine al Mar Fresco para tener una experiencia relajante, pero no me esperaba que me golpearan, ay...-, decía Mario a sí mismo.

La mujer de al lado se sentía muy culpable, -Está bien, está bien, te acompañaré a visitar la antigua Ciudad D, que cuenta como una disculpa.-

-¡Ah!- exclamó Mario, y luego un rastro de vergüenza apareció en su rostro, -Esto no está bien... No quiero molestarte.-

-¿Sabes conducir? Yo bajaré primero. Baja cuando te hayas cambiado de ropa. Yo te esperaré abajo- dijo la chica y se fue.

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