Mario sonrió ligeramente, como se esperaba.
Efectivamente, ese juego de té tenía una historia.
El rabillo del ojo se deslizó hacia el dorso de su propio mano, el enrojecimiento ya había desaparecido casi totalmente, y era vagamente visible.
Los ojos negros de repente se entrecerraron, y las comisuras de su boca sonrieron de repente. Junto a un picap, se veía un hombre alto y bien proporcionado, de espaldas a la calle y de cara a la puerta del conductor, sin saber lo que estaba haciendo.
Si alguien pasara detrás de él en ese momento, definitivamente vería los brazos de un hombre temblando levemente.
Mario se frotó el dorso de la mano vigorosamente de nuevo, torciendo ligeramente las cejas, no se quedó satisfecho. Entonces apretó los dientes, con crueldad retorció la carne del dorso de la mano y la presionó ferozmente... Al mirarlo contra el sol, ¡anda! ¡Se quedó más satisfecho en ese momento!
Solo entonces cerró la puerta del coche felizmente y se dio la vuelta para volver donde estaba la mujer.
-¿Terminaste?-
-Sí.-
-Has tardado mucho.-
-No estoy muy familiarizado con los caminos de aquí, simplemente tomé el callejón equivocado.-
La mujer preguntó, el hombre respondió.
Los dos caminaron hacia la calle principal.
-¿Qué tipo de sillón reclinable quieres?- preguntó la mujer sin prisa.
-Creo que el que tienes tú está bien.-
La mujer asintió, -Vale, te llevaré directamente a esa tienda. Tienen artesanía antigua, transmitida de generación en generación. Es más caro, pero es razonable.-
-Vale.-
La mujer hablaba mientras caminaba.
Al pasar junto a otras personas, se podía ver un hombre alto y apuesto, complaciendo a una mujer, siguiéndola a pequeños pasos e iba bajando y dirigiéndole la mirada de vez en cuando. El hombre miraba gentilmente a la mujer que era una cabeza más baja que él.
En la mirada, se le notaba calidez.
Los dos entraron a la tienda de muebles y salieron pronto, porque habían negociado un sillón reclinable y les pidieron que trasladaran la mercadería en el maletero trasero del picap.
Habían caminado mucho, por lo que era entendible que la chica caminara lentamente, pero el tipo que movía la mercancía no le prestó atención y accidentalmente chocó contra ella.
¡Pumba! Se cayó al suelo.
-¡Cómo trasladas las cosas!- Mario estaba molesto con el tipo y se puso en cuclillas rápidamente dirigiéndose a la chica, -¿Estás bien?-
La mujer se levantó con las manos contra el suelo y se retiró el polvo de la falda, -Está bien, no lo culpes, yo tampoco lo vi.-
Mientras hablaba y se retiraba el polvo de la falda, levantó el pie para caminar en dirección a la camioneta.
El mozo se sonrojó un poco a un lado, -Lo siento, lo siento, no la vi.-
-No pasa nada.-
Diciendo eso, fue caminando hacia adelante, pero cada vez que daba un paso, fruncía levemente las cejas.
Guardaba silencio, manteniendo la cabeza gacha y seguía caminando.
Mario tenía buen ojo y sabía qué le pasaba. Entonces, sus largos brazos se estiraron y tiró de ella de repente, luego se inclinó ligeramente.
La mujer soltó un "Ay", la pillo desprevenida. Hasta ver lo que estaba pasando. Estaba un poco molesta y sus ojos miraban a todos lados, -¡Qué estás haciendo!-
Ella gritó.
Pero estaba aturdida.
Frente a ella, el hombre alto se inclinó levemente, se puso en cuclillas de espaldas a ella, volvió la cabeza, se rio y le dijo:
-Sube.-
Ella estaba atónita, -¿Estás loco?- Maldijo y levantó el pie para cruzar la "montaña" frente a la carretera. El hombre estiró su largo brazo, la tiró hacia él, la agarró y la mujer miró hacia abajo. Mario solo la miró con una sonrisa.
El repartidor puso la silla de mimbre en el picap y volvió a atarla bien, para que fuera más resistente.
-¿Ya no quieres seguir paseando?- La mujer levantó la cabeza y le preguntó al hombre que estaba al costado, -¿No decías que no habías visitado la antigua Ciudad D?-
-Mejor la próxima vez, el abanico que usa la parrilla de esa calle es muy interesante, la próxima vez me acompañarás también, ¿vale?-
Ella tenía intención de negarlo, pero cuando levantó la cabeza, vio al hombre frente a ella con ojos ansiosos y se tragó su negativa, y dijo, -Sí.-
Después de subir al coche, Mario estaba a punto de encender el motor.
-Espera.-
La mujer a su lado habló de repente.
El hombre volvió la cabeza confundido, -¿Eh?- Le preguntó con la mirada qué pasaba.
La mujer guardó silencio, pensó un rato, y lentamente sacó del bolsillo su aceite medicinal, -Dame la mano.-
-¿Qué?-
La mujer lo ignoró, extendió la mano, desenroscó la tapa del aceite medicinal, vertió un poco, lo frotó en la palma y cubrió el dorso de la mano del hombre, amasando lentamente.
Sus movimientos eran muy lentos, pero Mario lo miraba fijamente.
De repente, una sonrisa apareció en su cara.
-Lo siento, no lo hice adrede.- La mujer amasaba el aceite medicinal lentamente contra su dorso de la mano y de repente, comenzó a disculparse.
Mario se sorprendió por un momento, y luego dijo, -Está bien, dije antes que tenía un físico especial. No hace falta que te disculpes.- De la boca decía eso, pero en el interior estaba gritando de felicidad:
‘Está bien, ¡es mejor que lo hagas varias veces más!’
-Señor Mario, ¿qué estás mirando?-
Mario no volvió en sí hasta que la mujer hizo la pregunta y lentamente dijo, -¿Eh?- Después de medio segundo dijo, -Qué guapa eres.-
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