Sonó el teléfono.
Cuando el tono de llamada sonó en la oficina, la música no solo rompió el silencio del ambiente, sino también la extraña atmósfera que había en la oficina.
El hombre que había adelgazado bastante miró la pantalla del teléfono de su escritorio indiferentemente, -¿No te importa, no? -
Levantó la mirada levemente y se miró al hombre igualmente sobresaliente que estaba sentado en la silla de invitados frente al escritorio.
Aunque era una pregunta, obviamente le importara o no al invitado, no le importaba mucho.
Sin esperar a que dijese algo, ya había cogido el teléfono de la mesa y presionó el botón de conexión.
Telmo presionó el botón de marcación, y cuando la pantalla mostraba la llamada, pasó el teléfono que ya estaba en marcación a la mano de Denis.
Las manos de Denis estaban temblando un poco y, sin decir una palabra, sus ojos se enrojecieron.
Al otro lado del teléfono, en la oficina del presidente del Grupo García, Antes si no escuchaba nada durante tanto tiempo, ya se le habría agotado la paciencia y lo habría cortado ya.
Esta vez, extrañamente, sostuvo el teléfono al lado de la oreja a pesar de que no oyó nada.
Tenía una extraña sensación, este teléfono no se podía colgar.
Pasó medio minuto.
-Perdona al Grupo Alonso.-
En el teléfono, la mujer dijo fríamente las cuatro palabras.
Cuando sonó esta voz, el hombre sintió un éxtasis. Esa emoción devolvió a este hombre, que parecía muerto de vuelta a vivo y animado.
Pero pronto, la alegría se disipó y la razón volvió.
Sonrió levemente y dijo sin prisa,
-¿Me lo estás suplicando o me lo estás pidiendo? -
Misma oración dicho de misma forma, tenía significados totalmente diferentes.
Al otro extremo del teléfono, Denis apretó los labios con terquedad. En su vida, ya le había rogado demasiado, solo había pasado tres años, la paz y la tranquilidad de la orilla del Mar Fresco casi la hizo olvidar, quién era Joaquín, ¿quién era ella?
Sus ojos barrieron sarcásticamente a la mujer bien vestida, la señora Yanet estaba mirando con cara de preocupación todo lo que estaba haciendo Denis.
Estaba incluso más nerviosa que ella.
Bajó la mirada y cerró los labios. Lo único que podía sentir eran soledad e ironía.
Quería alejarse de todos estos vórtices de problemas, pero cada vez que pensaba que se había escapado por fin, volvía a caer en la trampa.
Todos estaban usando lo que ella más apreciaba contra ella, ignorando sus cicatrices y la apuñalaban sin compasión.
-Por favor ...- su garganta se sintió inusualmente incómoda, sin darse cuenta, sentía que le estaba ardiendo el paladar, bajó el ceño y bajó la mirada, -¿Qué pasa si suplico? ¿Y qué pasa si te lo pido?
Al otro lado del teléfono, el hombre levantó los labios,
-Si me lo pides,- el hombre sonrió con ocio, su voz se oía alegremente -Tengo derecho a negarme.-
-Entonces, ¿te niegas? - le preguntó.
Desde el rabillo del ojo vio cómo el rostro de la señora Yanet se inundó de ansiedad por un momento, -Denis, rápido, suplícale al presidente Joaquín, y no puedes dejar que caiga el Grupo Alonso.-
Telmo la lanzó una mirada amenazante y la señora Yanet retrocedió asustada.
Joaquín no se sorprendió al oír la voz de la señora Yanet, desde que Denis le pidió que perdonase al Grupo Alonso, ya había predicho de que alguien de la Familia Alonso había ido a buscar a Denis.
Y la señora Yanet estaba en la provincia Y.
Joaquín invirtió con AG todo el capital, diluyó casi todas las acciones de los otros directores de la junta directiva. Ya era de buen corazón por su parte perdonar a esos viejos de la junta directiva.
¿La junta directiva?
¿No podía dar una razón a la junta directiva?
¡Qué mier… !
En el despacho del presidente del Grupo García, el hombre cerró levemente los ojos. Era una oportunidad que le dio Dios, no podía pasarse y asustarla. Si la ahuyentase, ¿quién sería su esposa?
Con un leve suspiro, como si hubiera otra posible solución, sonrió, -Por supuesto, si me obligas a dejar ir al Grupo Alonso,- hizo una pausa, -entonces lo haré. No te puedo decir que no.-
La conversación dio un giro, -Pero, solo mi esposa puede obligarme a hacer algo.-
Denis apretó el teléfono fuertemente con la mano, había ira de fuego en sus ojos. ¿No podría dejarla en paz, dejar a ambos?
Enfadada, sus pensamientos deliberaron.
Pasó mucho tiempo antes de que pudiera calmarse, esos ojos enojados, volvieron a quedarse indiferentes, inertes, -¿Cómo quiere el presidente Joaquín que le complazca yo esta vez? Tres años tras tres años, ¿son otros tres años?- bajó la mirada y preguntó suavemente, no necesitaba que los demás conociesen su dolor.
Al otro lado, el hombre que estaba sosteniendo el teléfono, sintió como si una mano estuviera apretando su corazón, como si unas flechas invisibles le estaban atravesando el corazón. Su respiración se aceleró, sus ojos se llenaron de angustias, pero fingía estar indiferente, sonriendo como si fuera un donjuán y levantó la voz con indiferencia,
-Sí, otros tres años, ¿aceptas? -
Quería estar con ella para el resto de la vida, ¿tres años? ¿Cómo iban a ser suficientes?
Sólo era para consolarla, ¿a dónde iría a buscarla si la asustase de nuevo?
La mujer dijo, -¡Si pudiera, no querría volver a rogarte en mi vida!- y soltó una frase a regañadientes.
La llamada se cortó abruptamente.
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