Lázaro y Telmo no sabían cómo se sentía Denis cuando se quedaba sola con Joaquín.
Cuando se abrió otra vez la puerta, Joaquín recibió el rescate de emergencia una vez más.
Se podía oír el sonido de pasos arrebatados en el pasillo. Cada vez que empezaba un nuevo rescate de emergencia, todo el mundo se quedaba preocupado como si estuviera colgado de un hilo.
Parecía que Denis había sido olvidada, dado que todos fijaban la atención en el hombre, quien estaba recibiendo primeros auxilios.
Nadie habló y el médico no anunció la eliminación del peligro de la vida hasta la noche.
Sin embargo, eso no significaba que todo terminó. Durante los cinco días y las noches en que ella lo acompañó, la muerte siempre estaba a su lado sin salir.
Totalmente recibió once rescates de urgencia durante estos pocos días.
Ella había contado cada rescate. Cada vez que Joaquín entró en la sala de urgencia, notó un número en su corazón.
No comprendía por qué lo hizo.
Aun no sabía si todavía tenía fuerza para odiarlo a Joaquín.
Ni siquiera ella sabía cómo entendía a Joaquín, este hombre que estaba en coma.
Era un amanecer con un poco de esperanza.
Ella se quedaba al lado de la cama de Joaquín para cuidarlo, la cual ya estaba acostumbrada a mirar fija y tranquilamente su cara pálida y flaca todas las noches, hasta que el sueño le dominaba, no se atrevió a dormirse profundamente.
En la medianoche, siempre se sentaba delante del lecho, mirando su rostro, que era tan conocido para ella que nunca lo podía olvidar; a veces, se quedaba obsesionada y se le ocurrió un pensamiento malicioso a Denis, “¡A morir! Así me quedaré libre.”
Sin embargo, sentía un dolor muy fuerte. No podía respirar al pensar en la muerte posible del hombre
Hasta ella misma no sabía claramente si deseaba que se despertara o que se durmiera permanentemente.
-¿No esperas que muera?- Lázaro le interrogó con mucho rencor.
Ella no le pudo responder.
-¿Acaso no te duele el corazón si él no consigue despertarse?- Lázaro le interrogó emocionado, señalando su propio pecho, a la mujer, quien no había derramado ninguna lágrima.
“¡Claro que sí!” ella pensando inmediatamente. Su alma gritó con mucho esfuerzo, “¡Sí! ¡Sentiré mucho dolor! ¡Muchísimo!”
-Antes experimenté mucho sufrimiento.- Así se lo respondió a Lázaro ni siquiera le importaba si este pudiera entender. Tampoco sabía que lo dijo a Lázaro o se dijo a sí misma.
“Ya sufrí mucha pena. ¿Me preguntas si me dolería si él se durmiera así para siempre? ¡Sí! No obstante, solo es una angustia. Con tantos dolores, mi corazón ya se hizo bastante entumecido.” “Sí, mi corazón perdió la sensibilidad.” la mujer se lo dijo a sí misma una y otra vez en secreto como si se le quitara el dolor de esta manera, pero sentía que el aire era pesado y ahogado, que le impedía respirar.
-Tengo que tomar el aire afuera.- dijo la mujer.
Joaquín ya se despertó.
Denis se alegró muchísimo, pero en el siguiente segundo, cuando ella observó su alegría, sintió autodesprecio.
“¿Por qué estoy feliz por él?”
“¿Tengo derecho a sentirme feliz por él?”
Descargó la insatisfacción sobre sí misma en en el hombre, lanzando las palabras duras,
-Nunca he llorado por ti; jamás lo haré.-
Al escucharlo, todo el mudo la miró furioso y Telmo le gritó reprimiendo la ira, -¡Te has pasado demasido!-
-¿Acaba de despertarse y se lo dices eso? ¿Acaso realmente quieres que muera?- dijo en seguida Lázaro.
Denis se arrepintió al instante después de hablar, pero se negó a pedirles perdón, callándose obstinadamente con la boca cerrada. Sin embargo, de repente, se oyó una voz,
-Hermanita, ¿me odias tanto?- dijo triste Joaquín como si fuera un niño agraviado.
Denis lo miró asombrada, -Tú...-
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