El ascensor bajaba. Denis miró la persona que la seguía por detrás y, por un momento, pensó que ella estaba mal de la cabeza.
Había accedido a sacarlo de casa solo porque era irrazonable.
En ese momento, esa persona aún llevaba ropa y zapatos del día anterior después de secarlos. Ella estaba un poco preocupada por ser reconocida por algún conocido, -Baja la cabeza.-
Cuando el hombre la vio darse la vuelta, no dudó ni un momento para poner la cabeza frente a ella obedientemente dejando al descubierto la parte posterior de la cabeza, pero aun así, ella todavía necesitaba ponerse de puntillas para ponerle la capucha que tenía su chaqueta, -Cuando lleguemos al supermercado más tarde, no puedes ir a donde te da la gana y tampoco puedes quitarte la capucha.-
-Vale.-
Denis exhaló un suspiro de alivio al ver que el hombre asintió fuertemente con la cabeza.
Cuando abrió la puerta del coche esa vez, el otro caminó hacia el asiento del copiloto con mucha práctica, aprendiendo de Denis, abrió la puerta del asiento de copiloto y se sentó.
Al ver que Denis se ponía el cinturón de seguridad, también la imitó para ponérselo.
Denis tenía la cara tensa en todo el camino, estaba irritada porque había cambiado de opinión y había accedido a su petición.
Tenía muchas ganas de echarle la ira encima a la persona que estaba a su lado, pero no podía encontrar ninguna oportunidad de hacerlo porque esa persona se había comportado obedientemente.
Estaba muy frustrada.
Ni siquiera podía encontrar la oportunidad de meterse con él.
Condujo durante un buen rato. Eligió deliberadamente un supermercado relativamente remoto que no era demasiado grande, porque le preocupaba encontrarse con algún conocido.
Los dos iban uno tras otro, él la siguió paso a paso.
Después de poner la moneda en el carrito, la siguió alegremente empujando el carrito.
Cuando estaban comprando la navaja de afeitar, le preguntó cuál era mejor, pero él sonrió y dijo que todo lo que Denisita escogía eran los mejores.
Su rostro se tensó, -¿Quién te ha dicho que me llamaras Denisita?-
-¿Eh? ¿No puedo llamarte Denisita?- parecía decepcionado.
Ella apartó la cara y con torpeza arrojó al carro una navaja de afeitar que él había usado antes, luego ignoró a la persona que estaba detrás para dirigirse hacia delante.
Al volver la cabeza, el hombre había desaparecido. Se puso ansiosa y estaba a punto de ir a buscarlo.
Pero una voz vino desde la esquina.
-¡Denisita, Denisita, esto, esto!-
Con un suspiro de alivio más algo de enojo, se acercó al hombre con pasos no muy firmes y le preguntó con una cara fría, -¡Te he dicho que no puedes ir a donde te da la gana!-
-Lo siento.- el hombre agachó la cabeza, probablemente porque sabía que había hecho algo malo y la había hecho enfadar. Denis frunció los labios ligeramente. Aunque se disculpó, ella sentía una insatisfacción que ni siquiera ella misma era capaz de describirla.
Ya era la segunda vez que lo escuchó disculparse.
¿Desde cuándo ese hombre aprendió a disculparse?
Pero tal disculpa le hacía sentir una insatisfacción.
-Además, no me llames Denisita, ¿te queda claro?-
-Vale, Denisita.-
Denis tenía la sensación de que había dicho las cosas para nada. Al ver que la hermosa cara de ese hombre se quedó atónito por un momento. Sentía una ilusión. Estaba sospechando de si lo hizo a propósito.
En seguida una voz sonó.
-Denisita, mira esto, quiero estas pantuflas de conejo azul y rosa.-
Denis dudaba de sus oídos, ¿qué? ¿Pantuflas de conejo azul y rosa?
Siguió hacia donde los dedos del hombre señalaban, y vio que miraba con alegría el par de pantuflas de conejo azul y rosa adorable e infantil que había en el estante.
Entonces sacudió la cabeza. Era imposible que esa persona lo hizo a propósito.
En su recuerdo, a Joaquín nunca le había gustado un color tan pastel y un dibujo tan infantil.
Parecía que esa empleada los miraba como si fueran ladrones. De repente, Denis sintió mucha vergüenza. Le arrebató las pantuflas azules y rosas de la mano del hombre, las arrojó al carro y dijo enojada.
-¡Te las compro!-
Pensó que esa persona ya la había molestado al límite, pero era demasiado ingenua si pensaba así.
¡Incluso compraba un par de cepillos de dientes a juego!
¡¡¡Un par!!!
En colores de rosa y azul con dibujos de Hello Kitty y Doraemon. ¡¿Alguien le podía decir por qué ese supermercado no era muy grande, pero resultaba que podía reunir todas esas cosas raras?!
¡¿Alguien le podía decir si podía deshacerse de Joaquín ahora mismo?!
Denis se había quedado sin fuerzas frente al estante de la cocina, observando la energía inacabable del otro que estaba eligiendo los platos y los palillos. Ella ya estaba insensible ante el montón de lindos platos en el carrito.
El hombre puso otro par de tazas a juego en el carrito.
Había sacado su móvil para llamar a Lázaro, pero entonces recordó que Lázaro y los demás ya se habían subido al avión.
No pasaba nada, podía cambiar a otro. Así que eligió a Telmo en su lugar y marcó su número.
-Hola, Denis, estoy muy ocupado con las reuniones, ya hablamos después.- Era el tono habitual y frívolo de Telmo, pero colgó apresuradamente después de hablar, como si estuviera muy ocupado.
Al ver que la pantalla mostrada que la llamada había sido colgada, Denis sintió una enorme ira en su interior, tenía un impulso de romper el teléfono.
Si Vivian o Mario estuvieran allí, definitivamente detectarían que estaba anormal.
Denis era una mujer que siempre había estado tranquila y calmada, pero ahora mismo tenía ganas de romper su teléfono en público. La reacción que Mario tanto anhelaba y no lo conseguía a pesar de hacer un duro trabajo, Joaquín lo podía conseguir fácilmente. Él podía alterar fácilmente las emociones de Denis, quien siempre era tranquila y serena.
Ya fuera Joaquín consciente o ese niño que solo tenía la mentalidad de ocho años, ¡Joaquín podía conseguirlo!
¡Solo él podía hacerlo!
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