Amante peligroso romance Capítulo 331

Al pensar que al principio ella se estaba resistiendo y yendo en contra, cómo era que al final había aceptado tan fácilmente.

Solo que en ese momento, aunque fuera el Joaquín más sensible, estaba tan conmovido porque su querida mujer iba a volver a la Ciudad S que ni se dio cuenta de que había algo raro.

De repente Lázaro empezó a tener compasión por este hombre orgulloso y solitario, quien estaba dispuesto a todo hasta hacerse el tonto, pero no hizo que la mujer esa le bajase la guardia y él mismo ya había sido engañado encima siendo orgulloso de sí mismo.

Un leopardo entusiasta, después de todo, no podía vencer al astuto zorro.

-Hace tres años, ella puso todo su tiempo y esfuerzo solo para prepararse poco a poco para escaparse. Después de tres años, otra vez quería escaparse, esta vez, aunque le costase la vida.-

Dijo el hombre, con tristeza,

-Ya sé que es mi culpa… Solo quería estar con ella hasta envejecer. Pero ella se escapaba aunque le costase la vida.-

-Lázaro, en el día de su cumpleaños de 18 años, nunca llegé a pensar que algún día iba a enamorarme y amar tanto a esta mujer. Si lo supiera antes, en el día de su cumpleaños en el momento que estaba declarándose conmigo valientemente, tendría que haberla cogido, ponerla sobre mi hombro y tirarla a la cama, y de esa forma a partir de ese momento se quedaría en mi territorio para siempre.-

Lázaro escuchó silenciosamente, la gente solo sentía angustia y arrepentimiento por Joaquín. Joaquín dijo que sabía que se había equivocado… Un hombre tan orgulloso como él dijo que sabía que “se había equivocado”.

Eso era que él estaba realmente desesperado.

-Si de verdad fuera así, nuestro hijo estaría en primaria ahora.-

Lázaro escuchaba, solo pensaba que esta frase le parecía como si una botella de aceite caliente se le echara en su corazón quemándole la carne, y también empezó a sentirse mal.

-Déjame tomar una copa contigo.-

-No bebo, ella se va a despertar con hambre.- se puso de pie cuando terminó de hablar, llegó a donde la nevera y sacó la verdura.

-Voy a hacer un poco de arroz congee, ella no puede comer comida dura…-

Cuando puso la verdura en la encimera, se quedó quieto de repente, mirando el cubo de basura que estaba lleno por el rabillo del ojo.

Lo miró durante un buen rato, el hombre se agachó y fue sacando todo lo que había en la basura de una en una.

Lázaro miraba al hombre que estaba detrás del lavavajillas lavando los vasos de parejas silenciosamente, Lázaro pensó que todo dependía del destino de la vida.

Cuando puso todas las cosas en su propio sitio, volvió el hombre y dijo, -La amante de Samuel ya firmó el consentimiento de trasplante de médula ósea, Lázaro, Valentín te lo encargo a ti.-

Lázaro miró al hombre, y lo entendió, a Joaquín le importaba lo que le importaba a Denis.

Después de la operación del trasplante de la médula ósea, Valentín se trasladaría a la planta de hospitalización donde permanecerá hasta ser dado de alta. Joaquín tenía miedo de que Denis estuviera pasándolo mal porque Denis temía que le pasara algo a Valentín después de la operación.

-Vale, yo me encargo de eso.-

Cuando Denis se despertó, la habitación estaba toda oscura, se levantó, y llegó hasta el salón, no estaba sorprendida al ver al hombre viendo la tele en el sofá bajo la luz.

El sonido de la televisión era muy bajo en el salón, como si temiera que el sonido fuera demasiado alto y que fuera a despertar a la persona que estaba dormida.

Hubo un ligero sonido de pasos en el pasillo, el hombre se giró y miró.

Los dos se miraron.

Ninguno de los dos parecía emocionante, como si fueran una pareja que se había casado hacía ya muchos años, o como si tuvieran un acuerdo implícito, nadie había intervenido en esa extraña paz.

Parecía que entre los dos se llevaban bien, sin disputas ni conflictos.

El hombre se levantó y fue a la cocina directamente, calentó tranquilamente la comida y la puso en la mesa.

La mujer vino en silencio y se sentó a comer.

Era como si nunca hubiera habido tanto amor u odio entre ellos, ni tantos recuerdos dolorosos.

Después de la comida, había un ambiente armonioso entre los dos con una paz engañosa.

Cuando la mujer se tomó el último bocado de comida caliente, dejó los palillos, hizo un sonido ligero con la mesa.

-Déjame ir.-

La mujer dijo estas dos palabras con una voz ronca.

El hombre se quedó quieto de repente mientras estaba recogiendo los platos y dijo, -Estás cansada, Lázaro dice que no te encuentras muy bien, vete a echarte una siesta, mañana por la mañana iré al supermercado a comprar comestibles para hacerte una sopa nutritiva.- 

-Deja que me vaya.- la mujer repitió lo mismo como si no hubiera escuchado lo que le había dicho.

-Venga, escucha.- el hombre dejó los platos en el fregadero, se lavó las manos y se las secó, y se acercó hasta la mujer y la abrazó desde atrás por la cadera, -vete a dormir, cuando te despiertes todo irá correctamente.-

-Déjame en paz.- dijo la mujer sin cambiar nada en sus ojos. 

La mujer dejó que el hombre le abrazara, en ese momento aunque estuvieran tan pegados no se sentía algo tibio.

Al final, la mujer no dijo nada.

No había dicho ninguna palabra al hombre detrás de ella.

Como el inicio de ellos era un error, él ya no tenía necesidad de saber esas cosas.

-Joaquín, dijiste que me odiabas. Lo sé. Lo entiendo todo. Pero ya soy una persona así, ya no me queda nada. No entiendo, qué más tengo que te guste de mí. Déjame ir, así podemos estar bien los dos, ¿no crees?-

Ella le quería persuadir, pero se había olvidado de que la testarudez del hombre a veces podía ser muy horrible.

-¡No puedes ser!- gritó el hombre con ira, todo lo que sabía de ella era irse.

Con el fin de salir, ella podía ignorarlo todo.

¿No sería agradable estar a su lado?

-Venga, a la cama.- él dijo.

Estaba sacando el puño fuertemente, tenía miedo a la respuesta de la mujer a la que estaba abrazando, tenía mucho miedo, miedo de si ella dijera más de irse.

Él tampoco podía controlarse más a sí mismo, ¡no sabría lo que haría!

El tiempo pasando poco a poco, la mujer como si hubiera entendido al hombre de detrás, -Vale.-

El hombre soltó su brazo, viendo a la mujer entrando al dormitorio hasta que la puerta del dormitorio se cerró y abrió el puño.

Cuando la mujer se despertó otra vez, todo cambió.

En una noche, todas las ventanas habían sido montadas con rejas.

Estaban apareciendo rayos de sol, la mujer abrió los ojos, giró la cabeza, y ya no se fijaba en otra cosa, lo que veía eran las rejas de la ventana que atrapaba a las personas.

Ella miró las ventanas durante mucho tiempo, de repente, se rio, y con una sonrisa, cayeron lágrimas… Él construyó otra prisión para ella.

Ella se levantó sosteniendo su cuerpo, caminó descalza hasta la ventana, y arrasó fuertemente con la mano a las rejas… Otra prisión. Se rio, con lágrimas en la cara.

Como en esos tres años de prisión, sus manos, agarrando fuertemente las rejas, aquí, era el único lugar donde había luz.

El sonido del giro de llave vino por la puerta, ella ordenó todo de prisa, limpió las lágrimas y salió de la habitación.

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