Amante peligroso romance Capítulo 336

Una cálida mano, de esa manera repentina, sin haberla advertido, se posó en su frente para acariciar suavemente aquella cicatriz que no podría desaparecer nunca.

-Te dolió mucho, ¿verdad?- preguntó Joaquín afectuosamente.

A Denis le molestó este cariño, por lo que apartó su mano de manera brusca mientras respondía, -No.-

Ya se había acostumbrado al dolor e incluso había sufrido cosas mucho peores que esa herida. Para qué tenía él que hacerse el bueno preguntándole que si le había dolido.

En ese momento, ella pensaba así.

En la mano del hombre apareció inmediatamente una marca roja.

Andrés se enfadó, pero Joaquín movió su mano diciendo, -Iros todos fuera.-

Así que Andrés no tuvo más remedio que marcharse junto a los criados de la casa, siguiendo al mayordomo hasta el jardín.

En poco tiempo en el amplio salón solo quedaron ellos dos.

Joaquín se tocó su mano mientras decía cariñosamente, -No pasa nada.-

Denis no supo cómo romper el incómodo silencio que apareció, hasta que la voz del hombre volvió a sonar,

-Todavía me acuerdo de tu fiesta de cumpleaños a los 18. En ese entonces te veías tan arrogante, como si fueras un pequeño tigre. Uno que mostraba orgulloso los colmillos que le habían crecido, sin tenerle miedo a nada. Era bastante interesante.-

-Yo no recuerdo nada.- dijo ella, queriendo llevarle la contraria.

-Me acuerdo de esa tarde de verano. En la que yo estaba descansando con los ojos cerrados bajo un árbol, cuando creíste que me había quedado dormido y me besaste.-

-Lo olvidé.- siguió negando ella.

-Me acuerdo de que en el día de San Valentín, imitaste a otras chicas y escondiste en mi mochila una caja de bombones que habías hecho.-

-Al final se los comió el perro.-

-No. Tus bombones no se los comería ni mi perro.- dijo él riéndose, divertido por su reacción.

-Claro, nunca te ha gustado lo que yo hago.- sin darse cuenta, Denis empezó a seguirle la conversación.

-No. Terminé comiéndomelos.- dijo seriamente el hombre, aún con una sonrisa, -Y estuve en el hospital durante tres días por gastroenteritis.-

¿En serio pasó eso? Denis quiso burlarse de todas las mentiras que salían de su boca, pero del fondo de su memoria apareció algo. Un día fue a la Mansión García y los criados dijeron que el señorito Joaquín estaba en el hospital por haber tomado algo que no estaba en buen estado.

-Me acuerdo de que en mis partidos de baloncesto, me hiciste muchas fotos a escondidas.- dijo extendiendo su mano hacia ella, -¿Y las fotos? Es hora de que sean devueltas a su dueño.-

-… Las perdí.-

Al escuchar esta respuesta, Joaquín la miró fijamente. Y ella, en poco tiempo, se sintió muy molesta por su actitud y esta conversación repentinas.

Por lo que sin poder aguantar ni un segundo más, gritó fríamente, -Joaquín García, ¡qué demonios quieres hacer! ¿Recordar los buenos tiempos con un amigo?-

El hombre siguió diciendo, como si no hubiera escuchado nada, -Me acuerdo de que me amabas.-

Ante esas palabras, Denis no pudo evitar temblar. Cerró los ojos y evocó lo que acababa de decir: que ella lo amaba.

-Entonces, ¿no se si te acuerdas de que en la familia Alonso no existe una persona llamada Denis?- preguntó ella, usando las mismas palabras que él dijo una vez: que en la familia Alonso no existía una persona llamada Denis.

-Buenos días, señor Joaquín. Soy una criminal bajo tratamiento penitenciario. Maté a una persona, soy una delincuente maligna.-

El hombre agachó la cabeza y suspiró para luego volver a extender su mano hacia ella, diciendo, -¿De veras que tu corazón no volverá a latir por mí?

Cuando hizo esta pregunta, Denis temió internamente. Si él tampoco había dicho nada grave, por qué el dolor había inundado su corazón, como grandes olas en una tormenta.

Ella levantó una mano, con la intención de ponerla sobre su pecho. Pero en el mismo instante que la alzó, se obligó a sí misma a bajarla. No dolía, no dolía, no le dolía. Ya lo había olvidado hace tiempo, y lo dejaría olvidado para siempre.

Si su corazón no palpitaba por él, tampoco sentiría dolor. ¿Para qué buscar la tortura entonces?

Sin embargo, seguidamente, Denis cayó en un acogedor regazo. Quiso deshacerse de él, pero Joaquín susurró a sus oídos, -No me apartes, sólo quiero abrazarte por un segundo.-

Tal vez fuera una ilusión, ella sintió una pizca de súplica en esta oración. Por lo que no se hizo con el valor de empujarlo, sino simplemente se quedó ahí tiesa, dejando que Joaquín la abrazase.

Podía sentir claramente la firme barbilla del hombre rozando su cabello.

Él daba ligeras palmadas en su espalda, como si... como si lo que tuviera entre sus brazos no fuese ella, sino un preciado tesoro.

La barbilla de Denis fue levantada por unos cálidos dedos, que más tarde se posaron en sus labios. Ella abrió bien los ojos, mirándolo alertada.

No obstante, lo único que encontró en la profunda mirada de Joaquín fue nostalgia y cariño.

Sus dedos, que llevaban un ligero olor a tabaco, acariciaron sus labios, dando la sensación de que él podría devorarla en cualquier momento.

Pero lo único que Joaquín hizo fue rozar sus labios de un lado a otro, una y otra vez. Las rugosas yemas de sus dedos hacían que ella sintiera un ligero hormigueo, el cual la fue irritando.

-No te muevas, sólo quiero mirarte.- dijo él delicadamente. A Denis le extrañó esto, ¿desde cuándo había aprendido este hombre a ser gentil?

Las dos miradas se encontraron y ella fue absorbida por los profundos ojos de Joaquín, parecidos a unos remolinos que tirarían de ella hacia el fondo del océano con hebras de amor.

Cómo podría aguantar eso. Nunca había visto a Joaquín así.

Justo antes de que se agotara su paciencia, el hombre la soltó y dio un paso hacia atrás. De su traje sacó una hoja y se la entregó.

-¿No querías irte? Te dejo en libertad.- dijo.

Ella la cogió y le echó una mirada. Era un certificado de divorcio. En la parte de abajo, Joaquín ya había puesto su firma.

En un instante, Denis se sintió confundida. Todo lo que había hecho para mantenerla a su lado, obligándola a estar con él y ahora le estaba ofreciendo el divorcio. No lo entendía.

Lo miró confundida. Pero en su mirada no volvió a encontrar el afecto de antes, simplemente un frío helado.

-No te olvides de quién soy.- dijo fríamente, -No quiero a una mujer que trate de suicidarse cada dos por tres. La fea manera en la que intentaste morir era muy insoportable. Denis Alonso, pon tu firma. Ya me he cansado de este juego.-

Estas gélidas palabras hirieron el corazón de Denis como una flecha de hielo.

-Firma. El puesto de mi esposa nunca debería de haberte pertenecido. Era un juego, eras una muñeca. La candidata para mi mujer debería ser digna, amable, virtuosa, bella, generosa... y tú no tienes ninguna de esas cualidades.- dijo, -Ya me he cansado de ti.-

Denis debería de estar contenta, pero no podía parar de temblar. No sabía si era por el desahogo o por el sufrimiento.

-Denis, mira. Sigues siendo tan fácilmente influenciada por mí. Sólo he necesitado mencionar algunos recuerdos para sumergirte en el pasado. Me has creído con sólo decir que tuve gastroenteritis por comerme tus bombones. También te has conmovido con facilidad cuando he dicho que sabía que me habías besado bajo la sombra del árbol… ¿No se te ha ocurrido por la cabeza que si de verdad me gustaras, habría hecho algo cuando descubrí que me besaste a escondidas?-

Los labios de Joaquín se torcieron en una burlesca sonrisa.

-Es porque nunca me has gustado. Nunca fuiste mi verdadero amor. Simplemente me aburría y tú eras un juguete interesante, así que me entretuve contigo. Ahora me he cansado y no eres nada más que un montón de basura que puedo tirar en cualquier momento.-

La cara de Denis se volvió muy pálida, al igual que sus labios. Miró el documento que tenía entre sus manos, cogió un bolígrafo y firmó su propio nombre.

La voz del hombre sonó justo a sus espaldas después de que terminase, -Casto, Roberto, ayudad a la señorita Denis a recoger sus cosas para abandonar la Mansión García.-

Ella se estremeció. Tanta prisa tenía Joaquín para echarla de su casa. Cerró los ojos, pensando que debería de estar contenta, por lo que una sonrisa apareció en su rostro.

-Esperad un momento.- sonó la voz otra vez después de que ella hubiese terminado de recoger sus cosas.

-Casto, Roberto, abrid sus maletas y revisad si se ha llevado algo que no le pertenezca.-

Mientras tanto, Denis no podía evitar temblar de furia. Pero se detuvo y se quedó a un lado con la boca firmemente cerrada, observando cómo los dos hombres revisaban sus cosas tratándola como una ladrona. Se dijo a sí misma que enseguida estaría libre, que podría volver a su vida corriente.

Aunque no pudo abstenerse más y se burló fríamente, -Señor Joaquín, fíjese bien. ¿He cogido algo que no me pertenezca?-

Él le echó una mirada mientras decía, -Mejor que no lo hayas hecho. Puedes irte.-

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Amante peligroso