Amante peligroso romance Capítulo 335

-En serio, Denis, ya había encontrado al donante adecuado, te llevo a ver tu hermano ahora mismo, abre la puerta.-

-Patricio ya había recibido sanciones legales. Ya sé que es lo que pasó hace seis años, ya sé que eres inocente. No eres tú quien mató a Jimena, ya sé, me equivoqué, Denis, abre.-

El hombre estaba golpeando la puerta con toda su fuerza, nunca había tenido tanto miedo, miedo de que ella desapareciera del mundo.

Él estaba hablando todo el rato, de todo, y aunque tampoco sabía qué era lo que estaba hablando, solo esperaba que la mujer de la habitación pudiera abrir la puerta.

El camión de bomberos ya estaba fuera. El bombero vio que la persona que estaba dentro aún seguía viva, sentada en la mesa que estaba detrás de la puerta, tapándose, el fuego empezó desde la cama que era de madera, y cada vez se acercó más hacia ella.

Si abría la puerta forzosamente, la mujer que estaba sentada en la mesa esa que estaba tapando la puerta sería arrojada a las llamas junto con la mesa.

Pero si no hiciese nada, y dejara que el fuego siguiera como estaba tampoco podía.

Rompió la ventana, solo podía apagar el fuego primero.

Utilizó la manguera de agua y apagó el fuego de la cama, donde había más fuego.

En el otro lado de la puerta.

Joaquín no iba a perder ni un momento de tiempo, cada vez que pasaba el tiempo, se ponía más nervioso.

-Denis, tu hermano está bien, ya sé la verdad sobre lo que pasó hace seis años. Todo fue culpa mía de tus tres años de cárcel. Iré a la cárcel por tres años si sales. Mientras estés feliz, iré a la cárcel ahora mismo. Puedes salir por favor.-

La mujer que estaba detrás de la puerta, apoyándose en la puerta, se rio, con una sonrisa satírica, lo que había pasado arruinó su vida, destruyó todo, pero él no lo sabía…

El hombre que estaba fuera no se atrevía a romper la puerta, tenía miedo de que si rompiese la puerta, incluso ella, chocaría contra las llamas.

El agua entró al dormitorio por las ventanas rotas.

El fuego estaba desapareciendo.

La mujer se dio cuenta, había ropa puesta alrededor de ella, tenía un mechero en la mano, si lo entendiese, nadie sabría lo que podría pasar.

El bombero informó inmediatamente a Joaquín de la situación.

El hombre se quedó asustado totalmente,

-Denis, ¡no lo enciendas! A ti no te debe pasar nada, ¡te quiero Denis!- cuando terminó de hablar, junto con Andrés, puso toda su fuerza y se estrelló contra la puerta del dormitorio.

¡Este impacto, debería tener éxito!

El fuego del dormitorio estaba casi apagado.

Sin embargo, a la mujer no se le pudo dar otra oportunidad de encender el fuego, este impacto, era la última oportunidad para ellos.

Debería conseguirlo.

La puerta se abrió de golpe, el hombre entró inmediatamente, se acercó a la mujer y la abrazó fuertemente, en ese momento él estaba temblando por todas partes,

-Denis, estás bien, estás bien.-

Gracias a Dios, gracias a Santa María, gracias a todos los santos.

A partir de ese momento, él solo comería verdura.

El ateo Joaquín, estaba muy emocionado en ese momento.

Todo volvió a la normalidad.

Andrés cambió de cara de repente, -¡Jefe!-

El hombre fuerte se cayó al suelo inconscientemente.

La mujer que estaba al lado se sorprendió, quería cogerle sin pensarlo.

Andrés corrió hacia él, empujó a la mujer mientras cogió el móvil, y llamó, -Lázaro, el jefe se desmayó de repente.-

-Vale, le llevo al hospital ahora mismo.-

A Andrés le costó mucho coger a Joaquín, menos mal que había dos bomberos.

Andrés se paró de repente, -Señora, no hagas más tonterías.- cogió el móvil y llamó a Casto, -Ven a proteger la seguridad de la señora.-

Eso era controlar su libertad de otra manera.

Pero esta vez, ella se apretó el puño, se quedó parada, viendo a Andrés llevando al hombre, le estaba mirando al hombre todo el rato.

Su sentimiento era muy complicado, había demasiado dolor en su corazón. Finalmente, el hombre se había ido, ella cerró los ojos.

A partir de ese momento, ni veía, ni escuchaba, ni amaba, ni odiaba.

Sería el mejor final si todo se pasara.

Ella sabía perfectamente que lo único que podía hacer para rebelarse era protegerse a sí misma del daño.

El hombre ese no volvió durante tres días.

Casto y Roberto la estaban vigilando desde la puerta, uno en la derecha y el otro en la izquierda con cara de póquer.

Donde vivía antes ya había sido destruido por el fuego, ella entró a la mansión García de nuevo, en el jardín grande, no había ni pájaros ni flores, el mayordomo de la casa era muy trabajador y profesional, todo había sido organizado correctamente.

Se burló de sí misma, pero aún no puso la sonrisa, su cara delgada ya se volvió seria.

En la escalera, había un hombre alto ahí esperándola silenciosamente.

Era él.

El hombre estaba allí, mirándola seriamente.

En ese momento, había un sentimiento raro, ese hombre como si estuviera dentro de un cuadro, estaba de pie tranquilamente dentro del cuadro y la miraba silenciosamente.

Andrés estaba detrás de él respetuosamente como siempre, como un protector eterno.

El hombre la miró por un momento, sacó la mano, y le saludó, -Ven aquí.-

La voz del hombre era especialmente única, grave, pero también era raramente cariñosa.

Ella se quedó callada, pero también sabía que no lo podía evitar.

Ella empezó a bajar.

Como si hubiera pasado un siglo, ella tardó mucho a propósito, y pensaba que el hombre no tenía paciencia, y que la iba a meter prisa seguramente, pero él la sorprendió, la seguía esperando en silencio, la estaba mirando cómo se acercaba a él como un caracol.

Inexplicablemente, en ese momento, ella se empezó a ilusionar, como si el hombre hubiera estado esperando por ella durante más de un siglo, largo y duro, ahí esperando, solo por ella.

Pero cuando le surgió este pensamiento absurdo, ella inmediatamente lo eliminó de su cabeza… Cómo podía ser posible eso.

Y además, ella no tenía ni idea de cómo enfrentarse a él de nuevo y cómo se le podía tratar.

Cuánto duraba un siglo, ella no lo sabía, pero cuando finalmente llegó a su lado, ella ya no tenía más fuerzas, en silencio, ella estaba delante de él, no se atrevía a levantar la cabeza y verle, pero seguía sintiendo esa mirada cariñosa.

A lo mejor era por curiosidad, o a lo mejor ella no estaba bien de la cabeza, levantó la cabeza, le miró, y… Ya no podía quitar la mirada.

Ella se sentía atraída por el sentimiento complicado que tenía el hombre.

Era tierno, amable, echándole de menos y… ¿Y qué más?

Ella estaba intentando buscar una palabra adecuada en su vocabulario… Pero no encontraba ninguna palabra que fuera adecuada a ese sentimiento.

Empezó a sentirse confundida.

Ya no entendía la mirada del hombre.

Le parecía muy familiar, como si la hubiera visto en algún momento, pero también le parecía muy extraño, como si nunca la hubiera visto.

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