Capítulo 36: Te quedas conmigo por una noche
La cara de Angélica se puso muy fea por mis palabras.
La gente que la rodeaba le interesaba mucho ver tal escena.
Angélica se enfadaba tanto que no me contestó durante mucho tiempo, se dio la vuelta y se fue.
De hecho, me arrepentí cuando habló, porque Angélica era realmente capaz, y la razón por la que con menos sueldo para venir a la empresa de Yonatán era por sus sentimientos hacia Yonatán.
Si se renunció por mi comentario...
A lo largo de la tarde, le eché una mano a Matias mientras agonizaba sobre si debía disculparse con Angélica.
Dos horas después del finalizar el trabajo, terminé por fin el trabajo que Matias me había preparado, y mi propia ropa ya estaba demasiado sucia.
Me arreglé la ropa mientras me dirigía al baño.
Justo cuando llegaba a la puerta, fui jalada repentinamente por Matias, quien se escabulló del baño de hombres y me jaló para acercarme al baño de hombres.
- ¡Quién! -grité -
Puso su mano directamente sobre mi boca.
Sus manos tenía el oler del cemento, y mientras luchaba e inhalaba el polvo, tosía desesperadamente.
A Matias no le importaba y comenzó a manosear mi cuerpo.
Mientras se tocaba, dijo, -Julieta, mírate, estás muy guapa, haciendo estas cosas realmente no vales la pena, te quedas conmigo por una noche, te prometo que no tienes que hacer nada todos los días, sólo... -
No terminó sus palabras, yo levanté mi mano y le hice una bofetada.
Le golpeé con fuerza en su cara.
¡Matias estaba sorprendido por la bofetada!
- ¡Puta de madre, carajo! - Reaccionó, me tiró, empujó mi cabeza hasta el fregadero y abrió el grifo.
El agua caía desde arriba.
Ya estaba tosiendo, y el agua bajó y fue inhalada directamente en mi cavidad nasal.
- ¡Cof! - tosía desesperadamente.
Matias, que siempre trabajaba en los proyectos y tenía un cuerpo fuerte, agarró mis manos con uno de sus brazos y no podía moverse en absoluto.
Oí que la puerta se abría.
Aunque no podía ver quién salía, sentía que las manos de Matias, que estaban apretadas alrededor de las de mí, temblaban visiblemente.
Entonces oyó su voz cortante -Señor Hector, a estas horas, ¿qué hace usted aquí? -
Señor Hector.
Con este nombre, mi mente sólo podía pensar en una persona.
-Suelta -
Escuchó una orden que venía de atrás de la voz.
Matias me liberó inmediatamente.
Después de eso, oí que el hombre volvía a ordenar -Fuera -
-Sí, sí. - Matias no se atrevió a decir ni una palabra más, y salió corriendo con los pantalones.
Él y yo éramos los únicos que quedaban en todo el baño.
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