Amor desgarrado romance Capítulo 52

Cuando abrí los ojos de nuevo, en frente estaban las ventanas metálicas heladas otra vez.

La luz de la luna atravesó las rejillas para caer sobre los pocos metros cuadrados de la pequeña celda.

No era un centro de detención, ¡era una prisión!

-¡No, no!-

¡Mi cabeza se estaba explotando!

¿No estaba ya fuera?

¿¡Yo no estaba ya fuera!?

¿¡Por qué aún estaba en la cárcel!?

Me levanté de repente para golpear con todas mis fuerzas la puerta de la celda.

-¡Dejadme salir! ¡Dejadme salir! ¡Dejadme salir! ¡No hice daño a nadie!-

No obstante, el pasillo de la prisión estaba totalmente vacío.

Nadie me respondió.

Grité durante mucho tiempo, hasta que finalmente me quedé afónica.

Desesperada.

Indefensa.

Me puse en cuclillas para ver el pasillo extenso y silencioso mientras que mis lágrimas no podían contenerse.

Abracé mis rodillas tan fuerte como podía con mis manos.

-¿Por qué? ¿¡Por qué me tratan de esta manera!? ¡Yo no hice nada!-

-¡No hice nada de verdad! ¡Nunca le hice daño a Jimena!-

-Ya he perdido a mi bebé por esto-

Mientras me ponía en cuclillas y murmuraba para mí mismo, escuché pasos.

Por un momento pensé que había escuchado la llegada de la esperanza, me puse de pie, pegué mi rostro a la ventanilla de cristal de la celda y vi a una silueta negra que se acercaba cada vez más desde lejos.

El hombre llevaba un traje ajustado, estaba allí de pie con tanta elegancia y tan guapo.

Era Hector.

Creía que él solo se quedaría fuera, pero levantó la mano y abrió la puerta.

-¡Hector!- Miré al hombre que tenía enfrente con mis ojos llenos de odio y le agarré fuertemente del brazo para añadir: -¿Por qué me has traído hasta aquí?-

El hombre me estaba mirando sin decir nada.

Quizás la oscuridad de la noche me impidió ver su expresión.

Le agarré para quejarme llorosamente.

Le dije que no había matado a nadie, que no le hice ningún mal a Jimena, que confiara en mí y que me dejara ir.

No sabía cuánto tiempo había pasado. De repente el hombre extendió sus manos para abrazarme, y rozando mi cabeza dijo, -Confío en ti, ahora mismo te sacaré de aquí-

-¿De verdad?- Seguía agarrándome de él, casi no podía creer lo que había escuchado.

Me acosté en su abrazo, tal vez porque su abrazo era muy cálido…

Me quedé dormida sin darme cuenta.

Cuando me desperté, se podía contemplar el amanecer a través de la ventana.

Observé el entorno familiar que me rodeaba y comprendí que lo que pasó anoche solo fue un sueño.

Cuando quise levantarme noté que un brazo fuerte estaba presionado contra mi cintura.

Giré la cabeza para ver a Hector tumbado a mi lado.

¿Por qué se acostó aquí?

Chequeé rápidamente mi vestimenta, era lo que llevaba antes de dormir en la noche anterior.

Debido a que no había comido en muchos días y anoche solo cené un poco de arroz congee, en ese momento aún no había recuperado todas mis fuerzas, incluso no tenía ni fuerza suficiente para quitar el brazo de Hector.

Solo podía quedarme tumbada en silencio hasta que Hector se despertara.

Miré detalladamente el rostro dormido del hombre. Cuando estaba dormido no era tan frío como cuando estaba despierto, en cambio, se veía muy hermoso.

Hector se despertó sobre las siete.

Como todavía no estaba recuperada del todo, ordenó a las criadas para que me cuidaran.

Pasaron unos tres días antes de que me recuperara gradualmente.

Quería ir a darle las gracias a Hector, pero desde ese día no lo vi de nuevo.

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