Amor desgarrado romance Capítulo 53

No era consciente del tiempo que había pasado.

El coche por fin se detuvo.

El maletero fue abierto, Hector estaba de pie fuera viéndome, se sorprendió por un momento.

En seguida frunció el ceño con fuerza.

-De… déjame salir-

Mi cuerpo no podía parar de temblar, como si ya no pudiera controlarlo.

Sin embargo, me daba miedo de que él cerrara de nuevo la puerta del maletero, así que me esforcé en trepar hacia fuera.

Al salir, me caí en el suelo.

Me dolía mucho, pero era mejor que estar allí dentro.

Yo sabía que en ese momento no podía huir a ninguna parte si Hector no me lo permitía.

Agarré el bajo de su pantalón, y a buenas dije: -Déjame ir. Te juro que no volveré a aparecer delante de vosotros, dejaré que seáis una pareja feliz-

Quizás el aire del exterior consiguiera calmar mi corazón.

Lo dije lentamente, pero no me fue muy difícil pronunciarlo.

Hector agachó la cabeza para ver mi figura al lado de sus pies, dudó un momento y súbitamente me cogió en brazos.

-¡Suéltame!- En ese momento me di cuenta de que el coche aparcó en la entrada de la villa.

Me cogió en brazos para llevarme directamente hacia el interior, haciendo caso omiso de mi resistencia.

Subió las escaleras.

Llegó hasta el dormitorio y me tiró en la cama para luego ponerse encima de mí.

Una mano estranguló fuertemente mi cuello, y mirándome desde una posición superior dijo: -¿como señora Navarro, a dónde quieres escapar ?-

-Yo… Cof, cof-

Me estrangulaba con tanta fuerza que no podía decir nada a parte de toser fuertemente.

-¿Sí?- Hector levantó levemente la ceja, no tenía expresión alguna, pero en su mirada helada solo se veía un paisaje negro, como el color que representaba su enfado, y ese enfado estaba a punto de explotarse.

Hizo un resoplido, luego con sus piernas sujetó fuertemente mi cadera, levantó la mano y rompió mi camiseta.

-¡No!-

Sabía lo que él quería hacer.

Pero no quería.

En ese momento acababa de recuperarme un poco, no tenía fuerza suficiente para combatir con él.

Intenté resistirme, pero sabía que no servía para nada, finalmente me quedé tumbada.

Dejando que el hombre hiciera lo que quería.

No obstante, mi gesto hizo que los movimientos bruscos de furia sobre mí se detuvieran repentinamente. Hector se levantó, vio que estaba inmóvil tumbada en la cama y con tono de enfado dijo: -Julieta, ¿tanto te niegas a ser la señora Navarro?-

Sus palabras me dieron risa.

Le miré con una risa absurda y dije: -¿Acaso has visto a una señora de familia opulenta tan pobre como yo? Que incluso cuando fui tramada injustamente, mi marido no dijo ni una palabra-

Hablando, me senté en la cama, me quité la camiseta que ya casi estaba destrozada completamente, luego me quité el pantalón.

Hector me estaba mirando, parecía no saber lo que quería hacer yo.

Desnudé casi todo mi cuerpo, y levanté mi brazo para enseñarle mi axila: -Mira esto-

Después le mostré las raíces de mis muslos: -Y aquí-

Esas dos partes que no se veían normalmente estaban llenas de cicatrices, era evidente que era herida nueva sobre herida vieja.

Observé que Hector se quedó en silencio, reí fríamente y dije: -¿Qué pasa? ¿Por qué no hablas? ¿No vas a reconocer lo que tú has hecho?-

-¿Qué es eso?- preguntó Hector finalmente después de un largo rato de silencio.

-¿Encima me lo preguntas a mí? ¡Esto es el “cuidado” que pediste que me hicieran la gente de la prisión!- grité, -en la cárcel, las peleas, las peleas o los presos son castigados si se encuentran heridos, así que la gente a la que pediste que me “cuidara” solo me golpeaba en estas dos partes-

-Quería decirlo a los guardias de prisión, ¡pero se enteraron y me encerraron en una jaula para perros!-

No me moví, pero escuché que Hector se levantó para coger la llamada.

Al cogerlo, se escuchó la voz de Jimena al otro lado de la línea.

Como el dormitorio estaba invadido por el silencio, oí perfectamente cómo alteradamente dijo: -¿Por qué no me dijiste nada de que la ibas a sacar de la cárcel? ¿Y si vuelve a hacerme daño a mí o a nuestro futuro bebé?-

-No lo hará-

Hector terminó sus palabras y colgó.

Aproximadamente pasó media hora hasta que hice como si me acabara de despertar, en ese momento noté que mi vestimenta ya había sido cambiada por el pijama.

Al bajar las escaleras vi que las criadas ya habían preparado el desayuno.

Cuando las criadas me vieron bajar, me saludaron respetuosamente: -Señora.-

Hector levantó la mano para decir: -¿Tienes hambre?, ven a desayunar-

Me quedé observándole, en un instante caí en trance.

Las expresiones de Hector parecían haber cambiado, ya no eran tan frías, parecían haber cogido algo de temperatura, como si la primavera había influenciado en él.

Me quedé de pie en las escaleras durante un rato, y dije: -En cuanto a lo que dije ayer, ¿se lo ha pensado bien, Gerente Hector?-

Cuando Hector escuchó el apodo de “Gerente Hector” puso una mala cara en seguida y dijo: -Eres la señora Navarro, esto es un hecho que nunca se va a cambiar-

-Entonces, ¿quieres seguir haciéndome sufrir? ¿Quieres enviarme a la prisión de nuevo? ¿O simplemente planeas dejarme morir?-

Me sentía bien recuperada ese día, por eso dije las cosas apaciguadamente.

Ya entré en la prisión en una ocasión, hubo otra ocasión que casi entré en la prisión. Esas experiencias ya me enseñaron lo que era la vida real y lo que era un sueño, así que no me haré ni una mínima ilusión de Hector.

-Las cosas del pasado ya pasaron, en el futuro…-

-Toc, toc, toc-

Las llamadas de la puerta interrumpieron las palabras de Hector.

Cuando la criada abrió la puerta, Jimena entró directamente a toda prisa y al verme con pijama enfureció.

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