Si ella podía curar a Soley, para la primavera del siguiente año él se casaría con ella.
Al día siguiente, por la mañana.
Un mensajero llegó a Villa Río Estrella.
Begoña Cestero recibió el paquete y lo dejó sobre la mesa.
Los chicos, al ver la gruesa capa de nieve afuera, no podían esperar para ponerse sus abrigos y correr a jugar.
Begoña dejó la puerta abierta para poderlos vigilar.
El frío entró con fuerza, bajando la temperatura de la casa, al punto que
Ángela salió de su habitación en pijama, pero el frío la hizo regresar por un abrigo.
"¡Ángela, tienes un paquete en la mesa! ¡Es tuyo!" Begoña le avisó desde la cocina.
"¿Eh...? ¡Pero si no he comprado nada!" Ángela fue a la mesa y cogió el paquete, confundida, "¿Qué será?"
"Algo suave, parece un suéter," dijo Begoña.
Ángela abrió el paquete con unas tijeras y
efectivamente, dentro había un suéter.
En cuanto lo vio, reconoció que era el que le había tejido a Stuardo.
Ahora se lo devolvía, como para cortar definitivamente con ella.
Quería tirarlo a la basura, p
ero pensando en todo el esfuerzo que le costó hacerlo, no pudo.
No se debe castigar a otros a costa de lastimarse a uno mismo.
Sacó el suéter y de inmediato sintió su olor, f
runció el ceño y se llevó el suéter a la lavadora.
Begoña comprendió lo que pasaba en cuanto vio el suéter.
"Ángela, podrías donar ese suéter."
"No, me costó mucho hacerlo, me lo pondré yo." No quería tirarlo ni donarlo.
El suéter parecía nuevo, seguro que él apenas lo había usado.
Begoña suspiró.
¿Ellos no eran enemigos jurados?
Además, esta era su casa y no quería que la gente viniera sin más.
"¡Voy a comprarte un apartamento! Justo ahora hay muchas ofertas... ¡Vamos a verlos ahora mismo!" Ángela lo cogió del brazo y trató de llevarlo.
"No, quiero vivir contigo. Si me pongo enfermo, podrás atenderme. Si vivo solo y me pasa algo, nadie se enterará." Después de su enfermedad, Mike ya no quería vivir solo.
"¿Por qué has invitado a Zoe?", preguntó Ángela, desconfiada.
"Dijo que cocina bien, así que le pedí que cocinara para nosotros." Explicó Mike, "Solo tienes que decir que no sabes cocinar y le pedimos que lo haga."
Ángela accedió a regañadientes.
En un abrir y cerrar de ojos, llegó la Navidad.
Begoña preparó una gran cena.
Ángela puso un trípode y una cámara junto a la mesa, planeando grabar su primera cena familiar después de volver a casa.
Mientras ajustaba la cámara, su teléfono que estaba en la mesa sonó.
"¡Mamá, tu teléfono!" Rita cogió el teléfono y corrió emocionada a entregárselo.
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