Era nada menos que Selena Treviño, la hermana de Everleigh.
La chica se veía muy elegante apoyada contra el marco de la puerta y cruzada de brazos. Desde allí, ella observaba a la recién llegada completamente en silencio.
No hacía mucho tiempo, su rostro había sido clasificado como el más bonito de todo el continente. Su imagen aparecía en una gran cantidad de anuncios y revistas de moda. Realmente, en ese momento era la celebridad más popular en la industria del entretenimiento.
"¡Así que te atreviste a regresar!", se burló ella, mientras su hermana ponía cara de culpabilidad.
Selena se acercó, mirándo a Everleigh con indiferencia. “Me parece recordar que hace siete años, alguien juró que nunca volvería a entrar en la casa de la familia Treviño”.
Sin poder refutar a su hermana, la chica arrugó la bolsa de papel que llevaba en las manos.
En la época en que decidió abandonar la casa paterna, era joven e inmadura. Sin embargo, después de convertirse en madre, finalmente entendió la responsabilidad que implicaba tener hijos y cómo se sentían los padres cuando estos cometían un error.
"Selena, solo volví para ver a papá. ¿Él está bien?", preguntó Everleigh, con tono conciliador.
"Ahora sí te preocupas, ¿no? Pero él no te importó cuando decidiste irte de casa. En ese entonces, él quedó tan destrozado que pasó seis meses en el hospital".
Con ese reproche, Selena logró su cometido, que era hacer sentir mal a su hermana. Ella respondió llena de remordimiento: "Todo fue por mi culpa".
Entonces, la otra mujer resopló. "¡Claro! Como eres el centro del universo, todo pasa por tu culpa. Pero, déjame decirte algo, tú decidiste irte, asúmelo y no intentes venir aquí como si no hubiera pasado nada. Ya no hay lugar para ti dentro de nuestra familia".
"Señorita Selena, su hermana está buscando una reconciliación…", intervino Helen con timidez.
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