Amor profundo escondido de él romance Capítulo 11

—¡Oigan todos! ¡Miren atentamente! ¿No es esta la Dra. Trevino?

La Sra. Quelch sostuvo su celular y mostró el video a la multitud a la vez que le echaba una mirada furiosa a Everleigh, que permaneció en silencio tras un resoplo.

El Sr. Quelch era un mujeriego, siempre andaba queriendo conquistar mujeres. Su esposa estaba al tanto y quería divorciarse de él para empezar de nuevo con otro hombre. Sin embargo, no podía encontrar ninguna evidencia de que su esposo la estuviera engañando, pero esa mañana, inesperadamente, una persona anónima le envió aquel video.

Ahora, si lograba suficientes testigos a su favor con el espectáculo que estaba dando, entonces no tendría que preocuparse por la pensión alimenticia. Al pensar así, la Sra. Quelch levantó la voz:

—Vamos, no sean tímidos. Tomen fotos si quieren. ¡Publíquenlas en internet y que todos sepan que la Dra. Trevino es una p*rra!

Por supuesto, los espectadores eran todos chismosos y rápidamente sacaron sus celulares y le hicieron caso a la mujer. Mientras tanto, a Everleigh se le entumeció la mejilla. Echó un vistazo al rostro furioso de la Sra. Quelch y a la gente, y de inmediato quiso explicarse, pero no sabía por dónde empezar.

—Theodore, creo que la del video sí es Everleigh —comentó Josephine a la vez que entrelazaba sus dedos con los de él.

Él miraba tanto a la gente como al celular y un huracán se formó en sus ojos, pero nadie lo notó. Con el correr de los segundos, el número de espectadores aumentó y tal era la cantidad que comenzaron a empujarse entre sí.

Theodore miró a la inquieta multitud por el rabillo del ojo, luego levantó la mano y agarró la delgada muñeca de Josephine. Un instante después la jaló y caminaron uno detrás del otro.

—Ten cuidado —advirtió.

—¡Ah! —gritó Josephine sorprendida.

En ese mismo momento, ante la sorpresa, se dio la vuelta y accidentalmente chocó con la Sra. Quelch, quien se tambaleó y soltó su celular. El teléfono cayó en el balde que el conserje usa para limpiar. El agua salpicó en todas direcciones, dejando a la multitud sin aliento.

Rápidamente, la Sra. Quelch intentó salvar su teléfono móvil, mientras la gente detrás de ella observaba atenta y conmocionada. Al mismo tiempo, Theodore tomó la mano de Josephine y le preguntó en voz baja:

—¿Estás bien?

La preocupación que demostraba por su prometida le ocasionó un dolor en el pecho a Everleigh, que los miraba agitada.

—Sí, estoy bien —respondió Josephine, mientras bajaba la mirada y ocultaba su expresión de satisfacción, que sorprendería a cualquiera, pues su apariencia era la de una chica amable y considerada.

Un momento después, Theodore se volvió y buscó a Everleigh con la mirada. Sus ojos no tardaron en encontrarse entre la multitud y en ese instante, Everleigh no pudo ocultar su pánico. Pese a que fingía estar tranquila, la farsa de la Sra. Quelch la hizo sentir humillada.

—Sí, pero... —prosiguió ella, pero al observar la expresión de Theodore, continuó con mayor cuidado—: Pero Everleigh también tiene mal genio. Hace unos años, antes de irse al extranjero, se peleó seriamente con su familia. El tío Abraham se enojó tanto que tuvo que ser hospitalizado, pero eso no evitó que se fuera del país. No sé en qué estaba pensando.

Josephine sabía mejor que nadie que Theodore sufrió enormemente cuando Everleigh se fue al extranjero. Sin embargo, Theodore actuó como si no le importara en absoluto. Un segundo después, Josephine añadió con obstinación:

—Todos mis amigos dijeron que Everleigh en realidad se fue con un hombre...

Al escuchar su comentario, los ojos de Theodore se oscurecieron.

—¿Desde cuándo eres chismosa? —inquirió él luego de parpadear con ira.

Al instante, el corazón de Josephine dio un vuelco.

—Escuché algunos rumores, pero sé que Everleigh no es así en absoluto —respondió con una sonrisa forzada—. Además, en ese entonces, ustedes dos...

Antes de que pudiera terminar, algo cruzó por su mente, haciendo palidecer su rostro.

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