—No te molestes, de verdad. Deja al conductor —dijo Felipe.
—No me molesto —replicó Dylan y salió de la habitación.
—¡Qué niña! Si el aprendizaje es un proceso lento, ¿por qué te esfuerzas tanto? —Felipe miró a Vanesa con mucha pena.
—Papá, lo siento. No te enfades, por favor —Vanesa se disculpó rápidamente y le preocupaba que Felipe se culpase por esto.
Felipe suspiró mirando a su hija, acariciaba su cabello como si fuera una niña y le dijo con tono cariñoso:
—No lo vuelvas a hacer, sabes que me preocupo mucho por ti, ¿vale?
—¡Sí, te lo prometo!
—Entonces, recuerda tus palabras —dijo Felipe aliviado.
Después de un silencio, Felipe no aguantó su sospecha y preguntó a su hija:
—¿Dylan y Orlando se llevan bien?
—¿Qué ocurre? ¿Por qué lo preguntas tan de repente?
Aparentemente, Vanesa se mostraba tranquila, pero se puso muy nerviosa, porque sabía Felipe no le lanzaría tal pregunta sin motivo.
«¿Papá lo ha visto? ¿Y qué hago si descubre mi relación con Dylan?»
—Nada, solo era por preguntar, porque veo que Dylan te trata muy bien. Por eso, creo que se lleva muy bien con Orlando.
«¡De verdad papá está sospechando de nuestra relación ya!»
Vanesa dijo fingiendo estar tranquila:
—Dylan es muy amable con todos, aunque parece un poco indiferente, siempre está dispuesto a ayudar a otros. Creo que te has dado cuenta de su buena personalidad durante este tiempo.
—Eso es.
Dylan se había comportado de manera educada y gentil delante de Felipe, así que Felipe se tranquilizó al pensar que Dylan había cuidado tanto a Vanesa solo por la amabilidad.
—Dylan es muy bueno y será muy beneficioso para la carrera de Orlando, si se lleva bien con su tío Dylan.
—Venga, papá, no te preocupes por estas cosas. Ya es tarde, date prisa para volver a casa, que mamá te espera.
—¿Cómo puedo volver tranquilo si mi hija sigue en el hospital? —Felipe dijo con cara seria.
—No pasa nada, ya no soy una niña. Además, ya se me ha bajado la fiebre después del tratamiento médico, no te preocupes, puedo regresar sola..
Vanesa no quería que Felipe se quedara a cuidarla después de un día duro del trabajo, porque ya era mayor.
—¿Y Orlando? Dile que te venga a acompañar.
Felipe estaba un poco disgustado, porque su hija estaba hospitalizada y no había apreciado hasta ahora su yerno.
—Ya lo he llamado, y está llegando. No te preocupes, vuelve y no hagas esperar a mamá.
—Bueno, esperamos a que vuelva Dylan y come algo.
—Pero si no vuelves, mamá se preocupará y te llamará. Mamá no se encuentra muy bien y no quiero que sepa que estoy enferma… Venga, papá, ¿me haces un pequeño favor?
—¡Y parece que sabes el estado de tu madre! —Felipe riñó a propósito a Vanesa, para que tomara en serio su salud.
—Papá, lo siento —se disculpó Vanesa.
Finalmente, Felipe se rindió ante la petición y la promesa de su hija.
—Bueno, pues me vuelvo.
—Adiós, papá.
Felipe suspiró impotentemente, luego pellizcó la nariz de su hija y abandonó la sala.
En el pasillo, Felipe se encontró con Dylan, quien acabó de regresar después de comprar el puré de patatas y cebollas para Vanesa, que era muy bueno para los pacientes con fiebre.
—Felipe, ¿vas a volver?
Pensando en esto, Vanesa se creía deber mantener cierta distancia con él para evitar más molestias.
Y, de estar tan pensativa, Vanesa no se dio cuenta de que se había terminado el puré.
Al verla mover la cuchara en el táper vacío, Dylan le preguntó:
—¿Sigues teniendo hambre?
—¿Qué?
Cuando Vanesa vio que había estado moviendo la cuchara en el táper vacío, se sonrojó por la vergüenza y tosió para disimular contestando:
—Ya estoy llena.
—Pensaba que tenías hambre, ya que te metías la cuchara vacía a la boca —dijo Dylan sonriendo.
«¿No ves que lo intento disimular la vergüenza? ¡¿Y por qué lo dices en alto?!»
Vanesa gruñó en su interior y tenía ganas de echar a este Dylan de la sala.
—¿No te vas aún? —Vanesa preguntó enfadada.
—Bueno, estoy esperando a Orlando para cambiar de turno —Dylan arqueó las cejas y dijo sin prisa.
Vanesa se quedó sin palabras, porque no podía reconocer que lo que había dicho a su padre era una mentira, que Orlando no sabía que ella estaba enferma y mucho menos vendría a acompañarla.
A pesar de que ambos sabían la verdad, Vanesa no quería que Dylan se riera de ella por su autoengaño, de modo que, ella cerró los ojos sin dirigir nada más.
La sala volvió a estar en silencio y Vanesa se puso atenta a cualquier sonido a su alrededor. Después de un rato, oyó que se cerró la puerta y no había pasos a la vuelta.
Vanesa se preguntó para sus adentros sin atreverse a abrir los ojos.
«¿Se ha marchado Dylan?»
Un buen rato después, cuando estaba a punto de abrir los ojos al confirmar que ese tipo se había ido, sus labios fueron atrapados en un beso repentino.
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