Amor profundo: insaciable amante romance Capítulo 41

—¿Vienes a ver a Vanesa? —preguntó Dylan sonriendo con mucha calma, mientras Orlando estaba sorprendido.

Dylan siguió diciendo:

—Acaba de dormirse y sigue enferma, por lo que, es mejor que no la molestemos.

Dylan actuaba con tanta tranquilidad que Orlando no fue capaz de refutarlo y tuvo que salir en seguida con Dylan, sin poder echar ni un vistazo a Vanesa.

Los dos se pararon en el pasillo del hospital y el ambiente entre los dos era indescriptiblemente extraño.

—Esta tarde, fui a visitar a Felipe en el Grupo Cazalla y justo vimos que Vanesa se había desmayado, de modo que, la enviamos al hospital. Como Felipe se encontraba mal, volvió primero y te estoy esperando.

La explicación de Dylan era perfecta y racional, por lo que, Orlando no podía decir nada más, a pesar de que tenía muchas sospechas.

—Gracias, Dylan —dijo Orlando en tono de disculpa—. Como ya estoy aquí, puedes volver para descansar.

—Vale —Dylan asintió y se fue.

Orlando frunció el ceño y volvió a la sala cuando vio que su figura había desaparecido del pasillo, pero Vanesa sabía nada de todo lo ocurrido entre los dos por estar inmerso en el sueño.

Orlando se sentó a su lado y la acompañó durante toda la noche.

A las cinco de la mañana, Vanesa se despertó con la garganta seca y se incorporó de la cama para servirse un vaso de agua. Cuando se giró y vio el rostro somnoliento de Orlando, se quedó atónita.

—¿Quieres agua? —preguntó Orlando.

La voz de Orlando era suave, pero Vanesa simplemente le asintió sin mostrar más expresión:

—Sí, tengo sed.

—Espera, te servo agua —Orlando se puso de pie y le dio un vaso de agua.

—Gracias —Vanesa cogió el vaso y se lo bebió.

Ella parecía tranquila, pero realmente se puso muy nerviosa al ver que Orlando estar en la sala.

«¿Cuándo llegó Orlando? ¿Cómo sabe que estoy en el hospital? ¿Se encontró con Dylan? ¡Qué está pasado ahora!»

—¿Tienes hambre? Te compro el desayuno —preguntó Orlando tranquilamente, como si nada hubiera pasado.

—Sí —Vanesa asintió para que Orlando saliera y quería llamar a Dylan para preguntarle qué había pasado.

—Descansa, que todavía es temprano.

Dicho esto, Orlando salió para el desayuno. Pasado un rato, cuando Vanesa confirmó que este se había ido y mandó un mensaje a Dylan para aclarar sus dudas.

Luego, se dio cuenta de que era muy temprano y no sabía si Dylan se había despertado o no, pero en breve le vibró el móvil, fue la llamada de Dylan.

Vanesa no quería contestarla, pero tuvo que hacerlo para aclarar sus dudas.

—Ya te basta con responderme al mensaje y no hace falta que me llames.

—¿Te encuentras mejor? —preguntó Dylan con una sexy voz e ignoró la queja de Vanesa.

—Me encuentro genial. Bueno, responde a mis preguntas.

Se escuchó unos pequeños ruidos por el teléfono y Vanesa se dio cuenta que era de Dylan, quien estaba cambiando de ropa. No obstante, las imágenes de sus músculos abdominales firmes aparecieron en la mente de Vanesa y ella se sonrojó avergonzada.

«¡Para! Vanesa, ¡¿en qué estás pensando?!»

Mas tarde, se oyó que Dylan estaba fumando y Vanesa le maldijo:

—Cuantas más fumas, menos vives.

—Vanesa, ¿estás preocupada por mí?

—Bah, ¡qué creído eres! —Vanesa no lo refutó en seguida.

Al estar tranquila, Vanesa estuvo comiendo con calma el desayuno que le había comprado Orlando.

Orlando guardó silencio, ella tampoco tomó la iniciativa de hablar.

El médico le hizo un examen y confirmó que se había bajado la fiebre de Vanesa. Solo tendría que descansar en los próximos días y luego le dio el alta.

Al oír sus palabras, Vanesa exhaló de alivio, porque quería volver a casa darse un baño y quitar el molesto olor de desinfectante del hospital.

—Quédate otro día más —dijo Orlando a Vanesa con el ceño fruncido.

—No, quiero descansar en casa —Vanesa rechazó con frialdad.

Su actitud frustró a Orlando, porque éste consideraba que la había complacido más que suficiente y se sintió humillado porque Vanesa no parecía nada conmovida.

«¡Qué mujer más creída!»

Orlando había controlado su machismo en aquello tiempos amorosos con Vanesa, pero después de ver aquellas fotos, su mentalidad se había cambiado totalmente.

«¡Vanesa se merece todo tipo de castigos por haberme traicionado y como la culpable, ella debería llorar de agradecimiento por mis buenos tratos!»

—No estoy negociando contigo —Orlando miró a Vanesa disgustado.

«Vaya, ¿ya no eres muy capaz de fingir ser un buen esposo?»

Vanesa sonrió en su interior y dijo fríamente:

—Es mi libertad salir del hospital.

—¡Si te digo que te quedes, te quedas!

—Lo siento, no soy tu esclava y no tengo que obedecer tus órdenes —Vanesa lo refutó.

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