Finalmente, Vanesa abandonó el hospital y Orlando estaba tan frustrado que salió de un portazo después de humillar a Vanesa nuevamente.
Vanesa no regresó a la Villa Real directamente, porque no quería ver el rostro repugnante de Orlando. Así que, fue a la casa de sus padres y le dijo a Mercedes que quería que su madre la cuidara.
Al ver a su hija tan enferma, Mercedes sintió tanta angustia que no la regañó por su rebeldía y Vanesa se sentía muy cómoda al tumbarse en su habitación de niña.
Por la noche, Felipe regresó temprano y cuando vio a su niña, la miró fijamente y dijo seriamente:
—Te has adelgazado mucho.
—Papá, eres demasiado exagerado. ¿Cómo me voy a adelgazar por estar una noche hospitalizada?
—¡Que sí, porque lo digo yo! Esta noche tu madre te preparé una sopa de pollo.
—Bueno, bueno, como lo que digas.
Vanesa no iba a refutar las palabras de su padre, porque sabía que él se preocupaba mucho por ella, y esa noche bebió mucha sopa bajo la supervisión de sus padres, de modo que, estaba tan llena que no conseguía dormirse.
—Tengo que pasear un poco para digerir la comida más rápido.
Después de dar mil vueltas en la cama, Vanesa decidió dar un paseo en el jardín.
Como ya era muy tarde, Vanesa salió sigilosamente y cuando pasó por el estudio de Felipe, que estaba al final de la segunda planta, vio que las luces estaban encendidas.
Vanesa frunció el ceño, un poco confundida, porque ya eran más de las once de la noche y se acercó inconscientemente. Luego, descubrió que la puerta del estudio no estaba bien cerrada y se oyó la voz cansada de Felipe:
—Al principio, todo salía bien y nos podremos aliviar cuando se termine este proyecto. Pero por la nueva política, se suspende el proyecto y se va a romper nuestra cadena de capital. Y el banco no nos concedería ningún préstamo a menos que alguien lo garantizara.
«¿La empresa se ha encontrado con otro problema? ¡Qué mala suerte tenemos!»
Vanesa apretó los puños por la preocupación y se quedó escuchando un rato fuera de la puerta.
Más tarde, Vanesa regresó a su habitación antes de que Felipe se diera cuenta. Ella estuvo tan preocupada que no pudo conciliar el sueño hasta el amanecer e incluso tuvo varias pesadillas seguidas en el sueño.
—¡Ah! —Vanesa abrió los ojos abruptamente y se recostó jadeando.
Acabó de soñar que el Grupo Cazalla cayó en banca rota, luego se empeoró la salud de Mercedes y Felipe cayó en el hospital por la fatiga…
Fue un sueño tan real que Vanesa seguía quedándose asustada tras despertarse.
—Vanesa, ¿qué pasa? —empujó la puerta y preguntó Mercedes preocupada, porque oyó los gritos de su hija cuando la venía a despertar.
—No pasa nada, tuve una pesadilla —contestó Vanesa, que intentó esbozar una sonrisa.
Aún recordaba el rostro delgado y triste de su madre en su sueño, pero ella nunca dejaría que eso sucediera.
—Menos mal, ¡me has asustado tanto!
—Lo siento, mamá.
—Bueno, levántate, que te he preparado un desayuno exquisito.
—¿Y papá? —preguntó Vanesa a la ligera, ocultando sus preocupaciones.
—Fue muy temprano a la empresa y con mucha prisa. Le veo muy serio, no sé si es que le ha surgido algún incidente.
—Papá, quiero ayudarte a ti y a la empresa. No necesitas esconderme lo de la empresa, ya soy una adulta. Y si la empresa necesita un garante, buscaré a Orlando.
Esta era la solución que había sacado Vanesa anoche después de una reflexión dura. En realidad, podía pedir ayuda a otra persona, pero para evitar la sospecha de sus padres y no entristecerlos tras saber la verdad, decidió recurrir a Orlando, que era su esposo legítimo.
—¿Como sabes que la empresa necesita préstamo?
—Lo siento, papá. Escuché tu conversación accidentalmente anoche —Vanesa dijo con un tono firme—. Te quiero ayudar, porque el Grupo Cazalla es tu trabajo duro de toda la vida y no quiero que se arruine.
Felipe suspiró y palmeó levemente el brazo de su hija:
—¿Sabes por qué no quiero que te involucres?
Vanesa se mordió el labio y levantó una feliz sonrisa, por supuesto, que lo sabía.
—Lo sé, papá. Es porque no quieres que mi matrimonio sea afectado por los intereses de la empresa y quieres evitar que me desprecien al pedir ayuda a la familia Moya. Lo entiendo todo, pero papá, cuando tú te preocupas por mí y yo también me preocupo por ti.
«Además, mi relación con Orlando ya no se puede empeorar más y estoy segura de que Orlando me ayudará, aunque me odie».
—Lo siento, mi niña.
—Papá, ¿qué dices? Soy tu hija y somos de la misma familia, no tienes que disculparte para nada.
—Sí, te pido la disculpa porque papá, yo estoy equivocado. Gracias, mi niña.
Felipe miró a su hija con alivio, porque sabía que ella era muy fuerte y podría vivir bien sin ellos.
Aunque Vanesa le había dicho a Felipe que iba a pedir ayuda a Orlando, no sabía cómo empezar.
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