Amor profundo: insaciable amante romance Capítulo 45

Vanesa se quedó atónita por un momento y dijo con una sonrisa:

—Gracias, tendré más cuidado.

El rostro del asistente se sonrojó y él agachó la cabeza en silencio, que parecía muy inocente.

Ya estaba reservada la sala privada y el camarero la fue guiando al entrar por la puerta. Como aún no llegaron las personas de la otra empresa, Vanesa y el asistente se sentaron para mirar el menú.

Diez minutos después de la hora acordada, se escuchó ruidos fuera de la puerta.

—¿Es aquí?

Vanesa frunció el ceño al escuchar el tono arrogante de la otra persona, pero su disgusto desapareció al instante y se levantó con una sonrisa cortés.

—Buenas noche, señor Lucho. Soy la representante del Grupo Moya, Vanesa Cazalla —Vanesa le dio la mano cortésmente

Lucho Pozo era el representante de la otra empresa y era un hombre de mediana edad con una barriga gigante. Y sus ojos se iluminaron inmediatamente después de ver a Vanesa y la miró de arriba abajo bruscamente con una sonrisa sorprendente.

—Hola, señorita Vanesa —Lucho sonrió de la forma que se creía muy caballero y le estrechó la mano a Vanesa.

Ese tacto suave excitó a Lucho y su sonrisa se volvía aún más repugnante. No soltó la mano de Vanesa, sino la apretó deliberadamente y frotó la palma de su mano con los dedos.

—Señor Lucho, sentémonos primero —dijo Vanesa, aguantando el asco y sacó la mano.

—Vale, siéntese por favor.

A pesar de que Lucho había visto a innumerables personas hermosas, seguía siendo asombrado por la belleza de Vanesa y ya se olvidó del dichoso contrato de proyecto, porque solo tenía en mente llevarse a Vanesa y saborearla.

El asistente estaba un poco preocupado al ver la expresión asquerosa de tal Lucho.

Al principio, él quiso sentarse entre los dos, para separar a Vanesa de Lucho. Pero los subordinados del señor Lucho, tenía mucha experiencia y le obligaron a sentarse lejos de ella.

El asistente estaba aún más ansioso, pero no podía decir nada, porque era un simple asistente. Ya era una gran oportunidad el poder venir a negociar sobre el proyecto y no podía ofender a la empresa de+ese señor Lucho…

Vanesa notó la preocupación del asistente y le dio una mirada.

—¿Qué cargo ocupa la señorita Vanesa en el Grupo Moya? ¿Por qué no te he visto nunca? —habló el señor Lucho, que estaba sentado junto a Vanesa.

—No es un puesto importante —respondió Vanesa fríamente.

Ella estaba ya histérica por los actos repugnantes de ese hombre, pero tenía que soportarlo en silencio.

«¿Orlando me manda negociar con él sabiendo que se trata de un pervertido? ¿Tanto me odia?»

Pronto, el camarero trajo la comida y el señor Lucho pidió mucho vino.

El camarero, que empujaba el carrito, fue llenando los vasos de todos y cuando llegó donde Vanesa y Lucho, echó algo al vino mientras se agachaba.

—Señor, su vino —dijo cortésmente el camarero, que intercambió una mirada con Lucho y se fue.

Los subordinados del señor Lucho empezaron a llenar la copa del asistente con entusiasmo para emborracharlo.

—Señorita Vanesa, brindemos.

Después de coger la botella, el señor Lucho sirvió dos copas más y entregó una e a Vanesa.

Cuando el señor Lucho se reía, sus ojos desaparecían entre las grasas de la cara, pero éste desconocía la realidad y se creía que él mismo era muy atractivo así.

Y cogió la copa con sus dedos regordetes para obligar a Vanesa a beber.

—Lo siento, señor Lucho, no sé beber —Vanesa lo rechazó o con una sonrisa indiferente.

Lucho se disgustó de inmediato y dijo furioso:

Después de dar unos pasos, Vanesa empezó a sentirse mareado y las paredes empezaron a poner del revés. Ella tenía que apoyarse contra la pared para no caerse y se mordió el labio para despertarse.

Luego, aceleró el paso y entró al baño para lavarse la cara con agua fría, así se sintió más despierta.

«No es posible que me estuviera borracha con solo dos copas. Además, siento mareos y he perdido fuerza en las piernas.»

«Obviamente, me han drogado y seguro que es la trampa de Lucho.»

«¿Lo planeó Orlando? ¿Tanto me odia? Me odia hasta el punto de que me dejara en la cama de un viejo pervertido y lo más gracioso es que no sé ni qué malo le he hecho.»

«¡No! ¡Tengo que marcharme ya!»

Vanesa frunció el ceño y salió balanceando del aseo.

Cuando vio al camarero, que llevaba un carrito, Vanesa lo paró y dijo:

—No me encuentro bien, ¿me puedes acompañar hasta la entrada?

Como Vanesa estaba mareada, tenía la visión borrosa y no se dio cuenta de que este camarero era el mismo que le había servido el vino en la sala. Ella se encontraba tan mal por el mareo que solo quería marcharse ahora mismo.

—Señorita, ¿está bien? —preguntó el camarero con preocupación y se acercó para sostener a Vanesa.

—Por favor, acompáñame...

Antes de que terminaran las palabras, Vanesa perdió el conocimiento. Después de confirmar que no había nadie más a su alrededor, ese camarero la subió rápidamente al ascensor.

Justo cuando entraron al ascensor, entraron un grupo de gente desde el vestíbulo.

Por casualidad, Dylan vio una figura familiar en el ascensor, pero antes de confirmarla, su amigo le dio una palmadita en el hombro.

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