—¿Sí? Pues ya veremos —dijo Vanesa indiferentemente.
La mejor venganza para este tipo de payasa era ignorarla por completo.
Luego, Vanesa se volvió a su habitación ysu ignorancia apuñaló el corazón de Melina, enloqueciéndola más en el inmenso odio.
—Verás que tarde o temprano te pisaré hasta el suelo para que nunca me puedas hablar con tanta superioridad —maldijo Melina.
Gerardo fue muy eficiente y Vanesa recibió una llamada de su abogado al día siguiente.
La otra parte llegó al Grupo Cazalla para buscarla con los documentos de transferencia de acciones y Vanesa se apresuró a pedirle a Enrique que guiara al abogado. Después de escuchar al abogado leer los términos, Vanesa firmó en la columna del receptor.
—Felicidades.
—Gracias.
El abogado sonrió cortésmente y se fue con sus cosas.
Pasado un tiempo, Vanesa llamó a Enrique.
—Directora Vanesa, ¿qué pasa?
Enrique no sabía el propósito del abogado y mucho menos el plan de Vanesa.
—Sigue habiendo un gran hueco en los fondos de la empresa, ¿verdad?
—Sí.
Enrique hizo una pausa antes de contestar, porque no sabía por qué lo preguntó Vanesa.
—Si uso como garantía el 1% de las acciones del Grupo Moya, ¿el banco nos prestará a la empresa?
—¡Claro! —dijo Enrique sonriendo, pero se calmó rápidamente—. Pero directora Vanesa, no tenemos acciones del Grupo Moya...
—Sí la tenemos —dijo Vanesa.
Luego, le mostró a Enrique el documento de transferencia de acciones que ella acabó de firmar.
—Esto es...
Enrique lo cogió con sospecha y se emocionó después de leerlo.
—Puede conseguir el préstamo que necesitamos en cualquier banco con este documento. Directora Vanesa, ¿piensa… utilizar esto como garantía?
Después de todo, era el 1% de las acciones del Grupo Moya, que era una cifra enorme. Si el Grupo Moya fuera un adulto, pues el Grupo Cazalla sería un bebé.
—Por supuesto, esta es la forma más eficaz para ayudar a la empresa a superar la crisis.
Vanesa no era codiciosa, con que el préstamo bancario era suficiente para aliviar a la empresa, ella podía encargarse del resto trabajo por su propia cuenta.
—Genial —dijo Enrique alegremente, que por fin vio una esperanza—. Directora Vanesa, ¿cuándo va a contactar con el banco?
—Enrique, contáctame al encargado del Banco ABA para concertar una cita para cenar.
—Sí, lo hago ahora mismo.
Enrique se fue radiante y Vanesa suspiró aliviada. Luego, miró el documento de transferencia de acciones en su mano con una expresión compleja.
—Espero que este sea el comienzo de la buena suerte.
Dicho esto, encerró el documento en el gabinete y su teléfono sonó en breve, que era Enrique.
—¿Ya has citado con el encargado del Banco ABA?
—Sí. Además, la recepcionista nos avisa de la presencia del señor Orlando —dijo Enrique algo preocupado.
«¿Orlando? ¿Será un sinvergüenza? ¿No le avisó el abuelo?»
—Enrique, dile a la guardia de seguridad que lo eche cortésmente y que no vuelvan a dejar entrar más a Orlando.
—¿Es... apropiado?
Al oír que Orlando fue expulsado por los guardianes, Vanesa sintió mucha alegría. En breve, incluso no tendría que temer más ni al Grupo Moya ni a Gerardo.
Debido a su buen humor, el tiempo de trabajo pasó extremadamente rápido y Vanesa no tenía que trabajar horas extras porque tenía una cena acordada.
—Enrique, ven conmigo.
Era un evento social y habría que beber en la cena, pero Vanesa no quería tomar alcohol debido a lo que le había ocurrido antes. Realmente, no quería asistir a tales actividades sociales, pero como encargada del Grupo Cazalla tenía que hacerlo.
—Bien —asintió Enrique, recogió rápidamente sus cosas y le fue contando en el camino—. He preparado un medicamento para aliviar los efectos del alcohol, que te será más fácil.
—Gracias.
—De nada.
Enrique llevaba muchos años trabajando con Felipe y era su secretario de confianza. En verdad, ya trataba a Vanesa como si fuera su hermana menor.
Cuando los dos salían charlando de la empresa, Orlando estaba muy irritado, parecía como si presenciara con sus propios ojos que su esposa le estaba poniendo los cuernos.
—¡Vanesa!
«¿No se ha ido Orlando?» se sorprendió un poco Vanesa.
Vanesa frunció el ceño de disgusto y Enrique se paró inconscientemente delante suya para protegerla. No obstante, ese acto enfureció aún más a Orlando.
—¡Fuera!
—¿Necesita algo, señor Orlando? La directora Vanesa tiene asuntos pendientes que tratar ahora.
«Así que apártate si no tienes nada que hacer.»
Orlando miró a Enrique con ferocidad y resopló fríamente:
—¿Quién te crees que eres? No estoy hablando contigo.
—Creo que soy humano masculino al igual que usted señor Orlando.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Amor profundo: insaciable amante