—Hija— escucho su voz decir una y otra vez— por favor, despierta.
«¿Mi padre está aquí? ¿Dónde estoy? No lo veo...»
—No sabes cuánto lo siento Mauricio— le escucho decir a él.
«¿Qué hace aquí? No... él no...»
Me muevo intentando huir.
—Hija, tranquila—me dice y por primera vez siento su mano tocándome.
«¿No estoy muerta?»
Quiero abrir mis ojos para ver a mi padre, pero apenas consigo levantar mis párpados... —Tu puedes mi niña— me alienta mi padre y puedo notar su voz quebrada.
Intento una vez más y finalmente consigo abrir mis ojos. Mi padre me sonríe y aprieta mi mano. —¡Que alegría es verte a los ojos! — me dice feliz y sólo puedo esbozar una tímida sonrisa que se borra al verlo a él.
—Que se vaya— consigo decir, aunque creo que apenas me han escuchado.
—¿Te refieres a Lucas? — me pregunta mi padre y luego lo mira a él.
No han hecho falta decir más palabras. La mirada de Lucas al cruzarse con la mía ha comprendido que lo que hice fue porque no deseaba verlo nunca más.
Le observo darse la vuelta y abrir la puerta de esta habitación... ¿de hospital? E irse. Miro a mi alrededor y noto la maquinaria que me rodea. Observo también que hay un paquete transparente con sangre que está conectado a mí—te han tenido que transfundir; perdiste mucha sangre—me explica mi padre como respondiendo a la pregunta que no he logrado hacer verbalmente.
—¿Tú has donado la sangre? — consigo preguntar y él niega.
—Ha sido Lucas, no podían esperar por mi llegada y él tiene un tipo de sangre universal. —
«Genial... el imbécil por el cual he hecho lo que hice me ha salvado la vida» pienso y es realmente una ironía.
—¿Aún estoy en Italia? ¿Cuándo has llegado? —pregunto ya que ni siquiera sé qué día es.
—Sí hija, aún estás en Venecia. Llevas tres días aquí y yo he llegado anoche; he tomado el primer avión cuando Lucas me ha contado lo sucedido. —
Intento acomodarme mejor en esta cama de hospital y mi padre instintivamente me ayuda. Me pregunto si Lucas ha tenido el valor de contarle la verdad, o como siempre le ha mentido.
—¿Qué es lo que te ha contado? —consigo preguntar sin dejar de mirarlo a los ojos.
—Que las cosas no han marchado muy bien entre ustedes dos, y al parecer tú no has podido sobrellevar las cosas y por eso has hecho esto. Hija, no quiero que te preocupes más, él me ha dicho que iniciara los trámites de divorcio para que tú puedas regresarte conmigo a Miami. — me explica y ahora sí que no entiendo nada.
—No pude—
—¿Qué cosa? —pregunto confundida.
—Dejarte morir... No soy igual que él. —dice finalmente y me pasar saliva.
—¿Igual que mi padre? —
—Sí... no puedo... te vi allí bañada en sangre y sentí ganas de morirme a tu lado. Sienna, te dejaré en libertad—me dice sin mirarme.
—¿Por qué? — insisto y el finalmente me mira.
—Porque si amas a alguien debes dejarlo ser libre. —
«¿Qué es lo que ha dicho? ¿Me ama?»
—¿Qué? — pregunto con un hilo de voz.
—Se acabó la venganza, este rencor, no puedo... no me sale... La única vez que lo intenté e hice algo en tu contra terminé más lastimado yo que tú. Era consciente de que no iba a poder y aún así lo intenté, lo supe desde el primer momento que te vi y supe que tú eras la hija de Mauricio, por eso contraté a Ramiro, pero él tampoco pudo… es claro que nadie puede vengarse de tu padre a través tuyo. — me dice y sus ojos están cristalizados. Se pone de pie y me mira —mi abogado te dejará llegar los papeles del divorcio en unos días. Que te vaya muy bien en Miami, y nuevamente lo siento Sienna.— Me dice y sin darme tiempo a replicar se marcha dejándome en un mar de dudas.
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