Aventura Amorosa romance Capítulo 93

Fionna parecía estar soñando y no podía creer que el hombre que tenía delante fuera Eric. Habló en voz baja.

—¿Qué haces aquí?

—Llevas mucho tiempo fuera y no has vuelto, ni llevas el teléfono. Si no salgo a buscarte, ¿te vas a morir bajo la lluvia?

Las palabras de Eric fueron un poco duras, pero le tenía tan preocupado Fionna que no pudo evitarlo.

—No puedo morir, me quedan tantas cosas por hacer y tantas deudas por pagar. ¿Cómo puedo morir?

Fionna escondía una sonrisa amarga que se filtraba por sus ojos.

—Tú...

Eric estaba a punto de gritar una reprimenda cuando, sin querer, tocó la frente de Fionna.

—¿Tienes fiebre?

Eric tocó en la frente de Fionna para confirmarlo.

—¿Sí? ¿Tengo fiebre? Que bien, la fiebre no es algo malo. En los cuatro años que transcurrieron entre mi partida y mi regreso, ni siquiera me atreví a enfermar. El hecho de que por fin me atreva a enfermar demuestra que mis días han mejorado.

Fionna hablaba conmovedoramente, pero sus días no mejoraron, sino que empeoraron.

—Estás diciendo tonterías.

Eric hablaba con frialdad, pero le dolía el corazón.

Entendía el significado de las palabras de Fionna. Sólo se preguntaba por lo que había pasado en esos cuatro años. Qué penurias tan apremiantes había soportado, que ni siquiera podía estar enferma.

Esta mujer le daba lástima y amor... Amor... Imposible, tenía una mujer a la que quería mucho. Fionna era sólo un juego temporal, no era amor.

Eric retiró la mano y arrancó el coche en dirección a casa. Fionna tenía cada vez más frío, temblaba un poco, pero no lo dijo.

Apoyó débilmente la cabeza en la ventanilla del coche, mirando el chaparrón que seguía cayendo.

—¿La mujer que te gusta es amable?

Fionna habló sin pensar. No para entrometerse ni nada por el estilo, sino sólo para asegurarse de que la mujer no sería tan siniestra como Gloria.

Eric guardó silencio un momento antes de hablar en voz baja.

—Amable y bastante simpática.

—Qué bien.

Era agradable saberlo, pero Fionna seguía un poco preocupada.

—Eric, hagamos un trato. Si esa mujer vuelve y no le gusta Lucas, deja que me lo lleve. Puedo conseguir que el niño crezca sano.

No se refería sólo físicamente, sino también fuera psicológicamente. Algo que ni Gloria ni la mujer podrían hacer.

Eric se quedó completamente callado, incapaz de darle a Fionna lo que quería.

Decepcionada una vez más, Fionna cerró los ojos. Se dijo que no se imaginara más nada que no fuera posible.

Al llegar a casa, la fiebre de Fionna empeoró y Eric quiso ir al hospital, pero Fionna insistió en no ir. Se duchó, se puso ropa seca y buscó unas pastillas. Luego se acostó en la cama y se acurrucó bajo las sábanas.

Eric estaba un poco enfadado con Fionna por no pedir ayuda, pero no podía enfadarse con ella porque estaba enferma.

De pie junto a la cama, finalmente apagó la luz y levantó las mantas para tumbarse junto a Fionna.

Se acercó a Fionna para ayudarla a protegerse del frío, pero se dio cuenta de que estaba ardiendo.

—Ve al hospital, te vas a tonta por la fiebre.

Eric habló para persuadir.

—No hay necesidad de ir al hospital si ya eres tonta. Basta así y acurrúcate conmigo. Si sudo, estaré bien.

La voz de Fionna fue baja, pero no pudo ocultar la desolación.

Eric no tuvo más remedio que apretar los brazos y mantener su cuerpo lo más cerca posible del de Fionna, dándole el calor que necesitaba.

A la mañana siguiente, Fionna se despertó y encontró el desayuno listo.

—¿Lo hiciste tú? —preguntó Fionna a Eric, que venía de la cocina.

—¿Quién más podría ser si no yo? —Eric respondió con cierta frialdad.

—¡Gracias! Nunca pensé que llegaría a comer un desayuno preparado por ti.

Fionna miró los desayunos. No tenían muy buena pinta, pero era reconfortante el acto.

—Quédate en casa el resto del día. No vayas a ninguna parte —Eric dije en tono de mando.

Anoche a Fionna le pilló la lluvia y tuvo una fiebre muy alta que no desapareció hasta esta mañana. Le preocupaba que no pudiera soportarlo físicamente.

—Vale, me quedaré en casa.

Fionna aceptó y luego fue a llamar a los dos niños para desayunar.

En realidad, se había despertado hacía tiempo y se había quedado en la cama pensando en lo que debía hacer después. La conclusión final fue afrontarlo.

Así que ahora había sido resucitada y se había preparado para afrontar todo el sufrimiento que seguiría.

Esta vida pacífica se prolongó durante unos días. Ir y volver del trabajo a tiempo, dormir en la misma cama y comer los cuatro juntos todos los días.

Por la noche, después de la cena, todos estaban en el salón viendo la televisión y comiendo fruta.

—Mamá, tu teléfono está sonando.

Yunuen miraba atentamente los dibujos animados. Probablemente porque el teléfono móvil de Fionna sonó y la interrumpió, había una pequeña queja en su voz.

Fionna escuchó a Yunuen y estuvo a punto de coger su teléfono móvil, pero Lucas ya lo cogió.

—Aquí tienes tía.

—¡Gracias Lucas!

Fionna había visto cómo Lucas había empezado a iniciar la comunicación y estaba cada vez de mejor humor. Se sentía muy feliz.

Fionna cogió el teléfono.

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